La actriz francesa, que en los inicios de su carrera sentía una profunda frustración que no le permitía disfrutar de sus papeles, estrena su nueva película, «De óxido y hueso»
La vida sonríe a Marion Cotillard,
una actriz que superó la frustración que al comienzo de su carrera le
impedía disfrutar de sus papeles para encauzar una brillante trayectoria
a la que podría añadir un segundo Óscar con De óxido y hueso, que se estrenará el próximo viernes en Estados Unidos.
Ceñida en un vestido esmeralda a juego con sus
ojos, pide permiso para desprenderse de unos vertiginosos tacones, se
acurruca en un sofá dejando al aire sus pies y se excusa por su voz,
rota a la par que sugerente tras seis horas seguidas dando entrevistas
en un hotel de Beverly Hills para promocionar su última película.
Precisamente sus extremidades apenas aparecen en la cinta. Su personaje, una domadora de orcas aparentemente segura de sí misma, pasa a ser una minusválida tras sufrir la amputación de las dos piernas
y tener que readaptarse a su nueva vida. «Antes del accidente, ella es
un ente vacío que sufre por encontrar una razón para seguir adelante»,
declara la actriz francesa. «Echa de menos la alegría por vivir. Está
completamente perdida. El accidente le obliga a asumir su realidad y
supone un renacimiento para ella. Perder una parte de su cuerpo la hunde
por completo, pero se da cuenta de que ha ganado una vida y una persona
totalmente diferente a quien era antes», añade.
Stéphanie, su personaje en esta cinta dirigida por Jacques Audiard y coprotagonizada por Matthias Schoenaerts, podría depararle un segundo Óscar tras encarnar a Edith Piaf en La vida en rosa (2007). Su nombre aparece en todos los pronósticos de los expertos, acompañada por Jennifer Lawrence (The Silver Linings Playbook), Helen Mirren (Hitchcok) o Naomi Watts (Lo imposible).
«Me siento súper, súper, súper, súper
afortunada», dijo. «Siempre quise contar grandes historias y tener
papeles maravillosos, pero todo parte de la visión del director. A veces
siento la necesidad de contar una historia y que pertenezco a ella.
Entonces me lanzo a por ese guión», agrega.
No siempre fue así. Parece increíble pensar que Cotillard
estuviera a punto de arrojar la toalla años atrás porque no disfrutaba
con lo que hacía. «En mi carrera hice películas en las que el director
acabó siendo muy malo y aquello resultó un desastre para mí. No lograba
hacer cosas que normalmente puedo y se debía a que los directores no
tenían visión alguna de lo que estábamos haciendo. Fue muy doloroso»,
manifestó.
La situación fue a peor para la intérprete, de 37
años, porque incluso estando en proyectos que consideraba buenos no
terminaba de estar a gusto. «Trabajaba con buenos directores pero
necesitaba mejores personajes. Tenía cosas muy buenas en mis manos pero
quería más, necesitaba proyectos magníficos. Me sentía frustrada, no
quería desperdiciar mi pasión y pensé que tal vez sería mejor dedicarme a
otra cosa y que ya regresaría cuando me llegaran propuestas más
excitantes», declara.
Cotillard necesitaba un cambio, un golpe
de timón que diera un giro de 180 grados a la situación. Se reunió con
su agente y le expresó sus sentimientos. Le dio una sencilla respuesta:
acudir a una última reunión con un cineasta reputado. El elegido era Tim Burton,
uno de los directores favoritos de la actriz. «Le dije que iría porque
es exactamente el tipo de persona con la que deseo trabajar. Nos
reunimos y me dije a mí misma que si aquello tampoco funcionaba, sería
la prueba de que necesitaba hacer otra cosa. Por suerte, funcionó»,
reconoció. Y de allí nació su colaboración en Big Fish (2003).
A continuación llegaron títulos como A Very Long Engagement, La Vida en rosa y el gran salto a Hollywood con Public Enemies, Nine, Origen, Midnight in Paris, Contagio o la reciente El caballero oscuro: La leyenda renace.
«A veces hay que sacudirse de encima la energía si las cosas no están
yendo como esperas. Aquello fue una buena decisión y cambió mi
trayectoria, especialmente con La Vie en Rose. Fueron aquel papel
y aquel viaje, no el Óscar, los que me cambiaron profundamente en lo
personal. Me llevó a lugares profundos en el interior de mi ser. Fue sin
duda una de las mejores experiencias de mi vida», admite.
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