Para dar más glucosa a mis ávidas neuronas, compro un croissant en una confitería. Luego paseo por las calles, del mismo modo que luciría un nuevo amor efímero. Espero no encontrarme con nadie, pues interrumpiría este insano placer. Así que ya lo sabéis duendes traviesos, si preguntan por mi decidles que no estoy.
Camino atontado en este éxtasis que segrega endorfinas y produce colesterol, al mismo tiempo siento que engordo. Mis únicos compañeros son el dulce y un Sol que empieza a aparecer entre las nubes. Aprovechando las nuevas circunstancias climatológicas, la gente sale a la calle. Dentro de un rato llevarán bolsas llenas de regalos. Antes de que esto ocurra, guiño los ojos a este nuevo Sol y acabo de devorar mi trozo de dulzura.
Una vez matada el hambre, miro el reloj y decido pasar por la Biblioteca Municipal, para leer el periódico y pedir prestado algún libro. La última temática que me atrapa es el personaje de Napoleón, sobre todo desde que leí un libro sobre su hermano José, fue un libro comprado de segunda mano y que fue escrito por un psiquiatra, tenía de título “Yo, el rey”. En ese libro aparece como un manipulador, hipótesis que creo totalmente una vez que se considera el tremendo poder que tenía en sus manos. Pero aun así, o quizás por ello, quiero tener otras interpretaciones para profundizar en el conocimiento de este personaje. A ver si puedo conseguir una biografía, o un ensayo sobre la influencia del personaje en su época y de ésta en su gobernante. Si son interesantes, hasta podría sacar más de un libro, esto último no lo suelo hacer porque después entra el agobio con las fechas de devolución. No creo que con Napoleón tenga problemas, pues el tema me apasiona, y, por otra parte, tengo tiempo suficiente para leer. Con mi nuevo objetivo en mente, acelero el paso esperanzado con el viaje intelectual a través del juego de desentrañar una historia personal.
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