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jueves, 16 de junio de 2016

Las mejores novelas sobre ajedrez para leer en verano




Novela de ajedrez de Stefan Zweig

Novela de Ajedrez Portada
Novela de ajedrez de Stefan Zweig, es la historia de una partida de ajedrez inusual entre dos jugadores muy inusuales. El primero es el actual campeón del mundo, una especie de niño terrible que provenía de un rincón olvidado de la selva virgen de Europa, para sorprender a todo el mundo del ajedrez con su destreza. Debemos pensar en él como un ajedrecista rudo, un estafador que utiliza el ajedrez únicamente como un medio para ganar dinero a medida que viaja de ciudad en ciudad en busca de un oponente. Podríamos situar a este personaje en algún lugar entre Paul Newman y Jackie Gleason en la película “El buscavidas” de Robert Rossen, probablemente más cercano al personaje de Gleason.
Una noche, mientras viaja en un transatlántico, el enigmático Dr. B. consigue arrancarle un empate, ¡al mismísimo campeón del mundo! Así que Mirko Czentovič decide ofrecerle una revancha para restaurar su honor. La noche anterior a la revancha, el abogado Dr. B. cuenta cómo ha sido capaz de enfrentarse a Czentovič y conseguir la gran gesta de empatarle.
Años antes, el abogado había sido detenido por la Gestapo y después  trasladado a Austria donde le mantuvieron durante meses aislado en una confortable habitación de hotel pero en  completa soledad. Cuando se encontraba al borde de la locura, y dispuesto a confesar lo que sus captores deseaban saber, la única cosa que le mantiene con fuerzas para resistir fue un manual de ajedrez encontrado por casualidad. El “noble juego”, con sus infinitas posibilidades, mantuvo viva su atención, lo que le permitió jugar cientos de partidas en su cabeza a la vez que mantenerse cuerdo. Es decir, la locura del ajedrez le salvó de la locura de la tortura.

   ¿Por qué es recomendable?

Porque debajo de su historia hay una crítica clara contra el nazismo y los métodos de la Gestapo, la incomunicación y el exilio forzado, experimentado por Zweig, quién jamás regresaría a su Austria natal. Tanto el retrato del campeón de ajedrez, un hombre rudo con un extraordinario talento innato para el ajedrez, como el de su antagonista, el abogado que se refugió en el ajedrez como antídoto contra la locura, son lo más interesante de la historia, en la que el ajedrez se desvela como una auténtica lucha por la supervivencia.
Esta novela es la obra con más prestigio de Zweig, a pesar de que nunca pudo saberlo ya que fue publicada poco después de que se suicidara en febrero de 1922.

La Defensa de Vladimir Nabokov

la defensa nabokov 
La tercera novela de Nabokov, un puré ruso-alemán de la población europea del período de entreguerras, es una historia dura cuyo tema central es  el destino y la obsesión. Aquí Nabokov se desprende de la mayor parte de los elementos de ingenuidad de sus primeros libros, y pone en marcha una maquinaria literaria segura de sí misma que impondría posteriormente para dar a conocer toda su obra.
La piedra angular de la novela es uno de los temas distintivos de los personajes de Nabokov: el marginado social. Donde el genio del novelista resplandece y se pone de manifiesto su inquebrantable capacidad para hacer alarde de las deficiencias y depravaciones de sus protagonistas, ya sea el lujurioso Humbert Humbert en Lolita o el, posiblemente, sociópata Charles Kinbote (Fuego pálido). Y, sin embargo, al lector pueden rechinarle los dientes mientras se pregunta por qué no odia a estas personas. Sólo Dostoievski viene a nuestra mente cuando pensamos en un autor con una capacidad similar de encumbrar al anti-héroe y transformarlo en un protagonista aceptable.
El argumento no es complejo en sí mismo, pero sí entraña una cierta densidad en el trabajo del protagonista. El descubrimiento del ajedrez supone para el gran maestro Luzhin, protagonista de esta novela, la revelación de un orden de impecable armonía donde encontrar refugio contra las tribulaciones de su desdichada adolescencia. A partir de ese momento da comienzo su brillante carrera como campeón en este juego, que pronto se convierte en una obsesión que absorbe su vida por completo. Luzhin comprende, demasiado tarde, que tal obsesión amenaza con destruirlo y que el instrumento escogido como defensa contra el desorden y los agravios del mundo es también un arma que finalmente se vuelve contra él mismo, hallándolo en la más patética indefensión. Todos los elementos de la trama se hallan sutilmente enlazados en un juego de correspondencias y de calculados golpes de efecto supeditados con inimitable sabiduría a una estructura que, deliberadamente, recuerda aquí a una elegante, astuta e implacable partida de ajedrez.

   ¿Por qué es recomendable?

Nabokov  amaba y jugaba al ajedrez, por lo que no se trata de un autor que escribiera sobre el juego desde la barrera. Como el mismo afirmó en una entrevista: “A lo largo de mis años de exilio dediqué una prodigiosa cantidad de tiempo a la composición de problemas de ajedrez. Se establece en el tablero cierta disposición, y el problema a resolver consiste en averiguar cómo dar mate a las negras en un número determinado de movimientos, por lo general dos o tres”, escribió. Consideraba el ajedrez como un arte “bello, complejo y estéril”.
Esta novela consagró a Nabokov como uno de los principales valores de la joven generación de escritores emigrados de Rusia. Y supuso el punto de inflexión entre “el primer Nabokov” y el “segundo”

La variante Lüneburg de Paolo Mauresig

mejor novela de ajedrez
Edgar Allan Poe bien podría haber sido el antepasado de Paolo Maurensig en lo que al estilo se refiere. El autor es un hombre de negocios italiano, que dio en el clavo con esta su primera novela, escrita finamente y con un olfato similar al de Jorge Luis Borges.
La variante Lüneburg es una historia de maldad y venganza centrada en el juego del ajedrez. Es una historia absorbente, exuberante, envuelta en una mezcla de obsesión e historia.
Todo comienza con la muerte de un refinado industrial, un tal Frisch, en los jardines de su mansión, en un espacio en forma de ajedrez, tras intentar durante la noche, en su mesa de trabajo, una última partida. ¿Es un accidente ? ¿Un suicidio ? ¿Un homicidio ? ¿La ejecución de una sentencia ?, y ¿por qué delito ? La respuesta exacta la encontrará el lector en una jugada de ajedrez, en esa misteriosa variante Lüneburg. Mediante un simple gesto, el lector se verá proyectado en un laberinto de espejos y recuerdos que, al igual que en una encarnizada partida de ajedrez, sólo encontrará la salida jugando el juego hasta el final. Remontando en el tiempo, movimiento tras movimiento, encontrará a dos maestros ajedrecistas, opuestos en todo y animados por un odio inagotable, que atraviesan los años y los cataclismos políticos pensando tan sólo en afilar las propias armas para vencer al otro. Que uno de ellos sea judío y el otro un ex oficial nazi es sino uno de los axiomas del teorema.

   ¿Por qué es recomendable?

La novela te engancha desde el principio. Los personajes y las acciones abarcan un período de cincuenta años desde el estallido de la Segunda Guerra Mundial hasta el presente, por lo que los amantes de este período de la historia también se encontrarán de bienvenida. El autor, consigue movernos de una escena a otra con gran precisión provocando el apetito del lector entre las luces y las sombras que nos va mostrando. El libro está a la altura de otras novelas más conocidas y también recomendables como La tabla de Flandes. Un gran libro para vivir una emocionante aventura mientras pensamos con cabeza de ajedrecista.

La dorada vejez de Akira Kurosawa

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Ran, la espectacular epopeya shakesperiana que Kurosawa estrenó a los setenta y cinco años de edad.

Que un director de cine consiga seguir haciendo películas durante su vejez siempre resulta bastante insólito, pero que sean precisamente sus últimos años los más revolucionarios de su carrera hasta el punto de hacer reconsiderar el peso de todo su legado artístico, es algo que probablemente sólo ha sucedido con Akira Kurosawa, el director japonés más grande de todos los tiempos. Y eso que a principios de los setenta Kurosawa parecía condenado al retiro. Como le sucedía a Alfred Hitchcock o a Billy Wilder por aquella misma época, la industria parecía haber perdido el interés en su trabajo. Su declive profesional le llevó incluso a un intento de suicidio. Cuando su futuro en el cine parecía finiquitado, llegó un providencial rescate desde el lugar más insospechado: la Unión Soviética. Los rusos le ofrecieron la posibilidad de dirigir un nuevo trabajo con el que el genio nipón no sólo pudo recuperar su posición de prestigio en el mundo del cine, sino que también marcó el inicio de una gloriosa última etapa en la que estrenó cuatro películas que asombraron por su grandeza a la misma industria que antes le había dado la espalda.
El Kurosawa clásico: los años en blanco y negro
Los inicios de Kurosawa en el cine japonés no fueron cómodos. Rodó sus primeras películas bajo el ambiente de nacionalismo exacerbado de la Segunda Guerra Mundial y tuvo que sufrir la “supervisión artística” de las autoridades. El talento de Kurosawa era evidente incluso para los obtusos militaristas que gobernaban el país, pero su estilo era considerado “demasiado occidental” y no se le permitía tomarse muchas licencias. Kurosawa había despreciado el cine japonés en su adolescencia y de hecho se consideraba un discípulo del cine occidental: idolatraba especialmente al director norteamericano John Ford. Pero en plena histeria bélica el joven Akira se vio obligado a rodar películas con mensajes nacionalistas y veleidades orientalizantes que iban en contra de sus propios gustos. Kurosawa no solamente amaba el cine de Hollywood, sino también el cine europeo y la literatura occidental en general. Su pasión por escritores como Shakespeare o Dostoievsky planearía a lo largo de toda su obra, así como la afición por pintores como Vincent van Gogh (el propio Kurosawa tenía un talento pictórico apreciable). Pero en el Japón cerrado y chauvinista de la era bélica, todas aquellas influencias tenían que ser dejadas de lado.

En Rashomon, cuatro personajes narraban diferentes versiones de la misma historia; un minimalista juego de engaños, celos y crimen que maravilló a la crítica mundial y convirtió a Kurosawa en una celebridad.

Al terminar la guerra, sin embargo, Kurosawa disfrutó finalmente de mayor libertad artística y fue entonces cuando se erigió como primera espada del cine japonés a nivel internacional. Sus películas, que empezaron a amoldarse cada vez más a patrones occidentales, gozaban de un gran éxito en Japón y empezaron a dar que hablar en círculos cinéfilos del extranjero. Su autonomía artística fue creciendo hasta el punto de poder comportarse como un verdadero dictador en los platós: durante los rodajes su palabra era ley y su perfeccionismo enfermizo era la pesadilla de sus empleados. Las dos grandes especialidades de Kurosawa eran el melodrama social y el cine de acción. Sus dramas retrataban el convulso Japón de la posguerra, marcado por la pobreza y la corrupción, y estaban repletos de mendigos, borrachos, delincuentes, prostitutas e individuos sin perspectivas de futuro. Desde el médico alcohólico de El ángel borracho hasta el policía que pierde su pistola en El perro rabioso, pasando por la pareja de novios sin dinero de Un domingo maravilloso, los dramas de Kurosawa basculaban entre el sentimentalismo moralista de un Frank Capra y la denuncia social del neorrealismo italiano. Quizá uno de los ejemplos más impactantes de aquel drama existencialista es ¡Vivir!, la historia de un gris hombrecillo que lleva una vida vacía y rutinaria hasta que descubre que a causa de un cáncer le quedan sólo unos meses de vida, en los que intentará buscarle un sentido a su existencia.

Toshiro Mifune interpretando al mercenario que años más tarde le daría la gloria a Clint Eastwood en Por un puñado de dólares

Si los dramas de Kurosawa tenían un gran éxito en su país pero eran poco conocidos más allá de sus fronteras, fueron sus películas ambientadas en el Japón tradicional las que le dieron fama internacional. Aunque en occidente se las consideraba “películas exóticas” porque estaban basadas en historias japonesas y repletas de escenografía tradicional, estas películas eran generalmente una excusa para la reelaboración de géneros tan poco orientales como el western, que a Kurosawa tanto le gustaba y que disfrazaba con espadas y trajes de samurai. Los siete samuráis convirtió en estrella internacional al carismático actor fetiche de Kurosawa, Toshiro Mifune, y fue adaptada con mucho éxito en —cómo no— un western, Los siete magníficos. También Yojimbo fue adaptada al western (esta vez sin permiso) por Sergio Leone en Por un puñado de dólares. La conexión entre su cine y el género norteamericano por excelencia era más que patente: Kurosawa había bebido del western y ahora el western bebía de él. Pero también se hizo evidente la habilidad del director para adaptar las tragedias de Shakespeare, como en la espectacular Trono de sangre, su particular versión de Macbeth. La influencia de Kurosawa en el cine occidental no terminaba ahí: como anécdota curiosa, dos personajes de La fortaleza escondida sirvieron de modelo para que George Lucas crease a R2-D2 y C3PO, los célebres robots de La guerra de las galaxias.
Mención aparte merece Rashomon, para muchos la obra maestra de todo su cine en blanco y negro. Fue la película que proyectó el nombre de Akira Kurosawa en el resto del mundo y curiosamente se trata de uno de sus films más experimentales e inusuales. Rashomon narraba una misma historia desde diversos puntos de vista, introduciendo elementos teatrales —que en occidente, claro, se empeñaron en ver como una herencia del kabuki japonés, pero que en realidad tenían tanto o más de teatro clásico griego— y novedosas técnicas de filmación facilitadas por Kazuo Miyagawa, el inconmensurable genio de la dirección artística que, entre otras cosas, consiguió rodar las primeras secuencias en que el sol aparecía directamente en una pantalla de cine (logro técnico que dejó atónitos a los observadores occidentales). Las poderosas imágenes simbólicas (incluyendo la fijación de Kurosawa por la lluvia y otros elementos del clima, presente en muchas de sus películas), las escalofriantes interpretaciones y el virtuosismo visual de la filmación hicieron que Rashomon arrasara en festivales y entregas de premios, incluyendo el León de Oro en Venecia y el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. El triunfo de Rashomon incluso permitió a Kurosawa conocer a su antiguo ídolo, John Ford, quien al encontrarse con el director japonés dijo: “sí que le gusta a usted la lluvia”, a lo que, orgulloso, Kurosawa respondió: “sí que ha visto usted mis películas”. Pero John Ford no fue el único gran icono cinematográfico en alabar al director japonés. Ingmar Bergman se declaró admirador incondicional de su cine y Federico Fellini ponía a Kurosawa como ejemplo de lo que un director “debe llegar a ser”. Incluso Robert Altman empezó a intentar imitar obsesivamente las técnicas de Kurosawa al quedar boquiabierto tras asistir a un pase de Rashomon.
Hecatombe en Hollywood

Dodeskaden fue la primera película en color de Kurosawa y también su primer fracaso comercial, que le llevó al borde del suicidio.

A mediados de los años sesenta, Kurosawa deseaba rodar su primera película en color y ello le llevó a un primer y único acercamiento a Hollywood, donde la tecnología era más avanzada. Tras un proyecto que nunca llegó a despegar (Runaway train) se involucró en la superproducción Tora! Tora! Tora!, un insensato despilfarro de dinero destinado a conmemorar el bombardeo de Pearl Harbor desde el punto de vista americano y también desde el punto de vista japonés: dos películas en una, rodadas por dos directores diferentes con dos equipos diferentes. Kurosawa se comprometió a dirigir la “parte japonesa” del film cuando se le aseguró que su admirado David Lean (el genial pero imprevisible autor de Lawrence de Arabia y El puente sobre el río Kwai) dirigiría la parte occidental. La idea de una película que combinase los talentos de Kurosawa y David Lean era sencillamente apoteósica, pero nunca llegó a suceder. David Lean no se comprometió con el proyecto —con la consiguiente decepción de Kurosawa— y el propio director japonés fue finalmente despedido cuando sus métodos resultaron incomprensibles para los norteamericanos.  La incomprensión entre un Kurosawa acostumbrado a hacer las cosas a su manera y un Hollywood que tenía otro sistema de trabajo, así como las barreras idiomáticas y de mentalidad, provocaron el desencuentro final. Tora! Tora! Tora! fue terminada con otros directores, con un presupuesto enorme y un pinchazo en taquilla: perdió una gran cantidad de dinero y los productores americanos se apresuraron a culpar, entre otras cosas, al tiempo que habían perdido intentando entenderse con Kurosawa y soportando sus arrogantes veleidades. Aquello dañó considerablemente la reputación internacional del director japonés, que cargó con el peso del fracaso de un film que ni siquiera había rodado (aunque, eso sí, los americanos usaron su guión sin darle crédito por ello). En occidente, Kurosawa pasó a ser considerado un individuo con el que no se podía trabajar, así que regresó a Japón para intentar recuperar el timón de su carrera.
En su país natal rodó finalmente su primera película en color, Dodeskaden, la crónica de un grupo de gente que vive en torno a un vertedero de basura y donde mostró su gusto por los colores chillones al estilo Van Gogh. Sus películas con contenido social siempre habían resultado exitosas en Japón, pero Dodeskaden no fue entendida y supuso un sonoro fracaso de taquilla, el primer batacazo realmente importante de su filmografía. Akira Kurosawa, que contaba por entonces con sesenta años, creyó que su carrera había terminado y se sumió en una profunda depresión. Intentó suicidarse haciéndose más de treinta cortes en las venas, pero fue rescatado a tiempo. Aunque su rápida recuperación física sorprendió a los médicos —físicamente era un toro, con una estatura muy superior a la media de Japón— su salud emocional no dejó de constituir una seria preocupación: el director no parecía capaz de adaptarse con éxito a una vida sin rodajes y su psique se había vuelto muy frágil. Lo que nadie podía sospechar es por entonces estaba en camino la película que le haría resucitar como director. Cuando ya nadie parecía confiar en él, le llamaron para ofrecerle trabajo desde el lugar más inesperado: la Unión Soviética.
La resurrección del genio

La belleza visual de Dersu Uzala causó estupor entre la crítica y le valió a Kurosawa su segundo Oscar

La contratación de Kurosawa para rodar una película ambientada en Rusia con actores y equipo ruso, despertó escepticismo tanto en Japón como en occidente debido a la debacle de su paso por Hollywood y los cinco años transcurridos en el dique seco desde su intento de suicidio. Pero los soviéticos supieron tratar a Kurosawa, dándole libertad y capacidad de maniobra para extraer lo mejor de él. El resultado fue Dersu uzala, su segunda película en color, estrenada en 1975. El film asombró a la crítica mundial y ganó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, veinticinco años después de que lo hubiera conseguido Rashomon. A sus sesenta y cinco años, Akira Kurosawa  parecía un director joven, dispuesto a revolucionar técnicas y estilos. La sobrecogedora belleza visual de la película, así como la conmovedora historia de amistad entre un militar ruso y un viejo cazador que vive en los bosques, pusieron un nudo en la garganta de los críticos y de muchos de los grandes cineastas del extranjero. No era una película “comercial” ni fácil para el público. Kurosawa acentuaba su tendencia a ralentizar la narración hasta extremos insólitos, “orientalizando” por primera vez su cine… si es que puede decirse así, porque directores como Stanley Kubrick o Andrei Tarkovsky habían seguido ese camino incluso antes que él. Curiosamente, aquella película rodada en Rusia y que no tenía nada de japonés excepto su director, era —artísticamente hablando— su film menos occidental hasta la fecha.
La gloria en la senectud

Tras estar a punto de quitarse la vida, Kurosawa regaló al mundo cuatro joyas consecutivas

Pasaron otros cinco años hasta que se estrenó la nueva película de Akira Kurosawa, Kagemusha, una ambiciosa producción basada en episodios bélicos del Japón medieval cuya espectacularidad y tono violento recordó su antigua Trono de sangre. El respeto que los nuevos cineastas sentían hacia Kurosawa quedó bien patente cuando la productora japonesa se quedó sin dinero para terminar el film. Fueron George Lucas y Francis Ford Coppola quienes convencieron a la poderosa 20th Century Fox para que terminase de pagar la producción. La película fue gran éxito en Japón y también obtuvo buenas dosis de publicidad en el resto del mundo. Los amantes de Kurosawa pensaban que quizá podría tratarse de la última obra del maestro y no escatimaron en elogios. No podían sospechar que, tras otros cinco años de silencio, Kurosawa iba a golpear al mundo del cine con una de sus mejores obras.
La palabra para definir la recepción de su nueva película, Ran, es “asombro”. A sus setenta y cinco años, Kurosawa había tenido la energía y la inspiración para parir una de las mejores adaptaciones cinematográficas de la obra de William Shakespeare. Ran estaba inspirada en una de las obras más célebres del escritor inglés, El rey Lear, y casi podría decirse que resumía toda una carrera cinematográfica porque en ella se reunían todas las virtudes que habían hecho de Kurosawa uno de los directores más admirados de la Tierra. Había interpretaciones magistrales y fascinante teatralidad como en Rashomon, maravillosos desvaríos esteticistas como en Dersu Uzala, intensidad dramática como en Trono de Sangre o ¡Vivir!, y las secuencias de batallas más espectaculares de toda su filmografía, amén de un diseño de producción descomunal: Kurosawa llegó a construir todo un castillo para rodar y prenderle fuego después. Aunque Ran no ganó un Oscar, le valió su primera y única nominación como mejor director y un diluvio de premios de asociaciones de críticos y cineastas de todo el mundo.
Si algo hay que agradecerle a George Lucas es que otra vez emplease su influencia en la industria y sus recursos para conseguir que el anciano Akira Kurosawa pudiese seguir rodando con la mayor libertad artística posible. El director japonés tenía un proyecto muy querido —pero también muy complicado de financiar— que era el de llevar a la pantalla algunos de los sueños que había tenido mientras dormía. Planeaba una película totalmente anticomercial, centrada en el aspecto visual, en la que alguno de los diferentes episodios apenas tendrían argumento. Sacar adelante semejante proyecto era algo que sin el apoyo de sus admiradores en Hollywood nunca podría haber conseguido. El resultado, Sueños, es la película más experimental y difícil de Kurosawa, a causa de su lentísimo ritmo y algunas larguísimas secuencias cuya única función es la de parecer pinturas en movimiento. Pero también es una de las obras más visualmente fascinantes de la historia del cine, un auténtico deleite estético cuya escalofriante belleza es difícil de describir con palabras. A sus ochenta años, Kurosawa era más vanguardista que sus docenas de discípulos jóvenes, creando una imaginería hipnótica que nadie ha igualado desde entonces. Realmente consiguió provocar la sensación de que los episodios del film eran sueños filmados, y hay secuencias de una magia indescriptible, como cuando vemos a un joven Kurosawa pasear por dentro de varios cuadros de Van Gogh, por ejemplo.

En uno de los episodios más fascinantes de Sueños, un joven Kurosawa contempla los cuadros de Van Gogh desde dentro. El pintor holandés fue interpretado por Martin Scorsese, uno de los muchos directores americanos que amaban su trabajo.

Sueños fue la última obra maestra de Akira Kurosawa y cerró una tetralogía mágica que a lo largo de veinte años le convirtió en un mito viviente del cine. Pero aún tuvo tiempo de rodar otra dos películas menos ambiciosas: la primera fue Rapsodia en agosto, una denuncia del bombardeo atómico sufrido por Japón en la Segunda Guerra Mundial y sus ecos sobre varias generaciones, que fue tildada de chauvinista incluso por algunos críticos japoneses y en la que Kurosawa contó con una colaboración de Richard Gere. La siguiente, Madadayo, era un film biográfico sobre un profesor japonés y su relación con sus antiguos alumnos.
Akira Kurosawa falleció a los ochenta y ocho años. Para entonces su nombre figuraba ya en el Olimpo del cine junto a los más grandes maestros. Los cuatro ases con los que en sus dos últimas décadas conmocionó el arte de hacer películas, le hicieron trascender más allá de la figura de director de prestigio hasta transformarle en un referente artístico universal. No sólo consiguió reivindicar toda su carrera anterior, sino que atrajo las miradas del público occidental hacia toda una rica historia de cinematografía japonesa que iba más allá de la serie B o la saga Godzilla, erigiéndose en revulsivo de otros grandes creadores japoneses como Yasujiro Ozu o Kenji Mizoguchi. Y todo ello lo consiguió, como decíamos antes, a una edad en que otros muchos genios son pasto del retiro, la monotonía o la indiferencia general. Quizá como reacción al día en que intentó suicidarse, Kurosawa se forjó una segunda carrera cinematográfica, como un director que ha tenido dos vidas. De hecho, la magnitud de su obra equivale a la de varias carreras de otros directores. O, dicho en otras palabras:
“Lo que le distingue del resto es que él no hizo una o dos obras maestras. Hizo, ya sabes, como unas ocho obras maestras”  (Francis Ford Coppola)
 http://www.jotdown.es/2011/07/la-dorada-vejez-de-akira-kurosawa/

Richard Ford "Más que inteligente, sé imaginativo"

Richard Ford gana el premio Princesa de Asturias de las Letras

El escritor ha creado a uno de los personajes clave de la literatura contemporánea: Frank Bascombe

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/06/15/actualidad/1465981388_825561.html


El novelista Richard Ford, en 2015. Marta Pérez EFE / ATLAS
Uno de los escritores estadounidenses que mejor ha retratado las turbulencias emocionales y sociales de sus conciudadanos en las últimas décadas ha obtenido el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2016: Richard Ford (Jackson, Mississippi, 1944).
“¿¡Y quién es Richard Ford!?”, preguntaría Frank Bascombe. El novelista y cuentista cree que esa sería la reacción de su criatura literaria ante la noticia del galardón, dice entre risas por teléfono, desde Nueva Orleans, donde le ha sorprendido el anuncio del premio. Bascombe, uno de los personajes literarios contemporáneos inolvidables, es un hombre que fracasó como escritor, triunfó como periodista deportivo, luego como agente inmobiliario y ahora vive su jubilación acompañado de tribulaciones. Alguien cuya vida transcurre en primera persona en las novelas El periodista deportivo (1986), El Día de la independencia (1995, Premio Pulitzer y Pen/Faulkner) y Acción de gracias (2006), y en el libro de relatos Francamente, Frank, último título publicado (todos en Anagrama).

Ford es un escritor para quien su vida es también la literatura, como lector y como creador. “No tienes que ser inteligente, más que inteligente, hay que ser imaginativo. Tener imaginación para vivir, para disfrutar, para amar, imaginación todo el tiempo”, recomienda el escritor. “Solo hay que creer que todo lo que hacemos en la vida es importante”, añade. “Cuando piensas que la literatura es lo más importante que puedes hacer, significa, en lo que a mí respeta, que tienes mucha ambición y no hay diferencia entre lo que hago e hicieron grandes autores. Yo no intento ser mejor que ellos; solo intento formar parte de la conversación”.
Según el jurado, Ford ha creado el “mosaico de historias cruzadas que es la sociedad norteamericana”. Escritos, donde “el cuidado detallismo en las descripciones, la mirada sombría y densa sobre la vida cotidiana de seres anónimos e invisibles conjugan la desolación y la emoción”.

Momentos vitales

Las narraciones de Ford describen a las personas en sus movimientos vitales, muchas veces encadenando finales de ciclos de vida con el comienzo y reinvención de nuevas oportunidades. Un mundo que se ve no solo en las novelas citadas, y otras como Canadá, sino también en los relatos de Rock Springs, De mujeres con hombres y Pecados sin cuento. Y, claro, Mi madre, una conmovedora composición memorialística sobre el poder de la ausencia. Sobre la perpetuidad de los sentimientos.


Son cuatro décadas en las que Ford ha recreado a un ser humano en la evolución de su carrera continua en pos del sueño de su vida, llamado “sueño americano”. Tal vez un espejismo. El galardón coincide con una doble fecha para Ford: los 40 años de la creación de su universo literario, con la novela Un trozo de mi corazón, y los 30 de la llegada a él de Frank Bascombe, con El periodista deportivo. Un personaje pasional, irónico y exitoso que expresa en alto lo que muchos no se atreven a decir al estar condicionados por lo políticamente correcto. A través de este, el escritor muestra la evolución del ecosistema de sueños, ambiciones y realidades de la sociedad estadounidense. Ford no solo ha crecido con él, desde que tenía 39 años, sino que su relación se mantiene igual y le ha servido de instrumento “para hablar de las cosas importantes de la vida y de la cultura”, ha dicho varias veces. Para no perderle la pista, el escritor siempre lleva consigo una libreta de notas donde escribe lo que cree que él diría: “Él me ayuda a prestar más atención al mundo, a la vida”.
Ford es uno de los autores más notables de nuestro tiempo. Es en lo que se convirtió aquel niño que nació y jugó en la misma calle de Jackson donde vivió William Faulkner. El joven que tuvo que lidiar con la dislexia, pero que le ha servido para prestar más atención a lo que lee y escribe. El adulto que se convirtió en periodista deportivo y de ahí pasó a crear a Bascombe.
Es el escritor mayor que conserva su elegancia, ironía y humor que considera que en su país a la gente no le interesa lo que digan de política sus autores. Pero, como padre de Bascombe, afirma que la inseguridad del mundo actual y “todo lo demás, tiene que ver, sobre todo, con la economía, no con la religión. Esa gente que destroza y crea terror, son criminales, pero lo que los motiva es la pobreza. Ilustrados o no, pero que en el fondo se aferran a un movimiento que no tiene sentido. El mundo necesita crear más empatía”.
Es Richard Ford, un novelista y cuentista que tiene como su obra favorita la novela Incendios, y que no se cree mucho lo de ser uno de los "grandes escritores vivos", porque, afirma: “Ya me complace, simplemente, con ser un escritor vivo”.

Junto a grandes autores

Por los retratos creados en sus novelas y cuentos, Richard Ford se une a una lista de escritores distinguidos con el Princesa de Asturias como John Banville, Antonio Muñoz Molina, Philip Roth, Amos Oz, Margaret Atwood, Leonard Cohen, Claudio Magris, Doris Lessing, Álvaro Mutis, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Francisco Ayala y Juan Rulfo. El galardón, que se entregará en octubre en Oviedo, está dotado con 50.000 euros y la reproducción de una escultura de Joan Miró.


viernes, 10 de junio de 2016

Los 10 mejores discos de 2015

Los 10 mejores discos de 2015
Richard Hawley, más romántico que la pinta de canalla que aparenta

Antes de que comencéis a poner a caldo la lista (sí, efectivamente, no están Adele ni Pablo Alborán ni Vetusta Morla ni Izal, todo muy respetable, pero este blog lo hago yo) que quede claro que son los discos que más me han gustado a mí. La siguiente relación no pretende sentar cátedra, pero si tenéis la curiosidad de escuchar algunos de los álbumes que detallo a continuación, quizá os gusten. Como no tenía a mano una nomenclatura de todos los discos que se han publicado en 2015, me he servido de varias publicaciones especializadas para hacer memoria. Algunos de ellos se incluyen en otras listas similares, otros no los encontraréis más que en ésta. Sólo espero que los disfrutéis como yo lo he hecho a diario a lo largo de estos doce meses.


10. Sufjan Stevens - Carrie & Lowell. Cuantos más años cumple uno, más se acerca a estos sonidos. Carrie & Lowell es un álbum doloroso, melancólico, triste, nostálgico, plagado de cuerdas, aunque su producción parezca simplista. Quien más quien menos ha tenido momentos bajos a lo largo del año. Si no has remontado el vuelo, estas 11 canciones no te convertirán en la bailarina del WhatsApp, pero te recordarán que siempre hay alguien con verdaderos motivos para sufrir. En el caso del artista que nos ocupa, la muerte de su madre. 


9. D'Angelo and The Vanguard - Black Messiah. El álbum salió en diciembre de 2014 y todo su recorrido ha tenido lugar en este año que acaba. Si queréis saber por dónde se mueve el R'n'B de siglo XXI, este es vuestro disco. Tiene muchos toques de soul, y esta pieza maravillosa debería servir para definir por qué caminos va la música negra. Imposible no contonearse con cada canción.


8. Leon Bridges - Coming home. Lo sé, la lista es muy negra y soulera, pero es el género que mejor ha sabido evolucionar en los últimos 60 años. El texano Bridges recuerda a veces a Otis Redding o a los Temptations y además resiste la comparación. Ponte este Coming home de principio a fin en un largo viaje y no querrás llegar a destino. Embriagador.


7. Jamie xx – In colour. James Smith no es otro que la tercera parte de The XX, ese grupo británico cuyas melodías reconoceréis al instante si el nombre no os suena. La tercera pata de ese grupo magnífico no recela de su procedencia y une a su nombre en solitario la marca de su banda matriz. El álbum no es muy distinto al que haría con sus compañeros. Te atrapa rápido y te causa la misma sensación que si te hubieras tomado un Valium. Apto para escuchas domésticas, aunque seguro que veremos al británico en algún festival (le viene como anillo al dedo el Primavera Sound).



6. Grimes – Art Angels. Llegó la hora de mover los pies. Pop facilito y sin muchas complicaciones. Se digiere muy bien y a tu pareja le va a encantar. 14 canciones que son pura delicia del synth pop.


5. Tame Impala – Currents. Cuando los australianos dejan a un lado la psicodelia grandilocuente y la sustituyen por composiciones más simples lo bordan. Currents peca a veces de cierta sobreproducción, pero sus canciones son tan buenas que se les perdona. Hace un par de años, el técnico de sonido les arruinó la actuación en Benicássim. Esperemos que si se dejan caer por aquí en 2016, presenten su nuevo trabajo como se merece.


4. Florence and the Machine – How Big How Blue How Beautiful. Si no habéis escuchado a esta banda británica ya estáis perdiendo el tiempo. Es secillamente maravillosa. A veces pop, a veces rock, a veces soul. Solo con escuchar el tema que abre el álbum, Ship to wreck, la voz de Florence Welch os acompaña por un delicioso paseo hasta el final del trabajo. Qué bonito es.


3. Elle King – Love stuff. La primera vez que escuché Where the devil don't go, la canción que abre este pedazo de disco, exclamé: “¡Madre mía!” Todo lo que pueda decir de este trabajo es superlativo. Cómo canta esta mujer, qué pedazo de voz, que actitud y qué chulería. Esto es rock and roll americano del bueno. Si os gustan Imelda May o Jake Bugg, abridle hueco ya a esta todoterreno que viene de Los Angeles.


2. Bunbury – MTV Unplugged. El Libro de las Mutaciones. Si pensábais que no iba a meter al maño en esta lista es que nunca habíais leído ¿Hay vida en Marte? Bienvenidos, si es así. Lo dejé por escrito: a Enrique Bunbury se le podrá discutir su histrionismo, su voz engolada, su pose impostada, pero es la única estrella del rock que tiene este país. Se reinventa en cada disco y en cada gira, la misma canción nunca suena igual y, además de componer auténticas exquisiteces, se deja la piel en cada trabajo que hace y en cada actuación. Este falso unplugged, ya lo dije, es una joya de orfebrerìa musical. Por muchos años.


1. Richard Hawley – Hollow meadows. Cada disco que publica el de Sheffield es mejor que el anterior. El ex Pulp ha vuelto a componer otra obra maestra del preciosismo. No tiene una canción mala. Corte a corte, Hollow meadows es un álbum arrebatador, sublime. Sin alharacas, sin una gran producción, esa voz que hipnotiza y los arreglos justos hacen de este trabajo una obra de arte difícilmente superable en los medios tiempos. Still I want you o Wich way son para enmarcar. Hawley no es ningún sex symbol, no pega berridos, no fuerza su guitarra, es sólo un tipo sobrado de talento por cuyo caudal brotan a chorros las emociones y los sentimientos. Un puto genio.




http://www.diarioinformacion.com/blogs/hay-vida-en-marte/los-10-mejores-discos-de-2015.html





Hellraiser (Clive Barker)

La tormenta convertía la casa en un tren fantasma. Julia estaba sentada en la planta baja y contaba los segundos que transcurrían entre cada relámpago y la furia que le pisaba los talones. Nunca le habían gustado los truenos. A ella, una asesina; a ella, la consorte del muerto vivo. Era otra paradoja que se agregaba a las miles que, como venia descubriendo últimamente, operaban en su persona. Más de una vez, pensó en ir arriba y extraer algún bienestar del prodigio, pero sabía que no era muy prudente hacer tal cosa. Rory podía regresar en cualquier momento de la fiesta de la oficina. Estaría ebrio, según le dictaban las experiencias pasadas, y rebosante de un cariño que ella no deseaba.
Lentamente, la tormenta se iba acercando. Encendió la televisión para tapar el ruido, pero apenas lo logró.
Rory llegó a las once, deshaciéndose en sonrisas. Tenía buenas noticias. En medio de la fiesta, su supervisor lo había llevado aparte para alabarlo por su excelente labor y hablarle de grandes cosas para el futuro. Julia escucho el relato de la conversación, esperando que la borrachera impidiera que Rory notara su indiferencia. Por fin, transmitida la noticia, éste se quito la chaqueta a los tirones y se sentó en el sofá junto a ella.
—Pobrecita —le dijo—. No te gustan los truenos.
—Estoy bien —dijo ella.
—¿Segura?
—Sí, bien.
Él se inclinó hacia ella y le frotó la oreja con la nariz.
—Estás transpirado —le dijo ella como al pasar. Pero él no suspendió las insinuaciones; no estaba dispuesto a bajar la batuta ahora que había comenzado.
—Rory, por favor —dijo ella—. No quiero.
—¿Por qué no? ¿Qué hice?
—Nada —dijo ella, fingiendo estar interesada en la televisión—. Todo está bien contigo.
—Ah, ¿en serio? —dijo él—.  estas bien. Yo estoy bien. Mierda, estamos todos bien.
Julia miraba fijamente la pantalla fluctuante. Acababa de comenzar el noticiero de la noche: la habitual copa de tristezas, llena hasta el borde. Rory siguió hablando, ahogando la voz del locutor del noticiero con su diatriba. A ella no le importaban mucho las noticias. ¿Qué tenia el mundo para contarle? Bastante poco. Mientras que ella, ella, podía contarle al mundo algunas noticias que lo harían tambalear. Noticias sobre la condición de los malditos, sobre el amor perdido y luego encontrado, sobre lo que tenían en común la desesperación y el deseo.

Los 10 coches más caros del mundo


Son los más deportivos, los más rápidos, los más exclusivos… y obviamente hay que pagar un alto precio para hacerse con cada uno de ellos.

 http://motor.elpais.com/supercoches/los-10-coches-mas-caros-del-mundo/

Las ediciones limitadas de superdeportivos dominan la lista.
Todos decimos que cuando nos toque la lotería nos vamos a comprar un coche de los caros, que sea cómodo y que corra mucho. Pero para poder hacernos con uno de estos necesitamos que nos toque el gordo de la primitiva, pero uno bien gordo, porque son (ordenados de menor a mayor precio)  los coches más caros del mundo.
10. KOENIGSEGG REGERA: 1.750.000 euros
Se trata de una edición limitada a 80 unidades de un modelo híbrido presentado hace menos de un año por la casa sueca, del que ya se ha vendido la mitad de la producción prevista. Su nombre deriva del verbo sueco “mandar” y fue creado con el objetivo de ser un superdeportivo práctico. Sus prestaciones son una locura. Cuenta con un motor V8 5.0 Twin Turbo gasolina, al que se le han añadido tres motores eléctricos, dos delante acoplados a las ruedas delanteras y el último atrás para añadir potencia al de combustión interna. En total son 1.782 CV y 2.000 Nm de par. Y para mayor fantasía mecánica, carece de caja de cambios. Una auténtica obra de ingeniería que pensándolo bien puede parecer hasta barata.
Los 10 coches más caros
9. LAMBORGHINI SESTO ELEMENTO: 2.100.000 euros
Recibe su nombre por la posición del carbono en la tabla periódica, el cual impregna gran parte de su carrocería y estructura. Gracias a esto se ha conseguido que su peso quede en solo 999 kg. Se trata de un superdeportivo con motor V10 de 5,2 litros y 610 CV. Nació como prototipo y fue tal el recibimiento que la dirección de la casa del toro se decidió a producirlo en una edición limitada a 20 unidades. Según se puso en la calle, su valoración subió como la espuma.
Los coches más caros Bugatti Chiron
8. BUGATTI CHIRON: 2.200.000 euros
No podía faltar en esta lista. Presentado hace escasas semanas, es el modelo llamado a romper todas las estadísticas: el coche de calle con más potencia (1.500 CV), mayor par (1.600 Nm) y mayor velocidad punta (464 km/h); y eso que está limitado electrónicamente. Miedo da pensar el precio que tendrán las futuras series especiales y evoluciones del Chiron que a buen seguro llegarán.
Los 10 coches más caros
7. FERRARI F60 AMERICA: 2.200.000 euros
Edición especial limitada a diez unidades que la firma italiana creó hace dos años como autohomenaje por los 60 años que llevaba vendiendo en Estados Unidos. Basado en la estructura de un Ferrari F12, pretende rememorar modelos descapotables legendarios como el 275 GTS. Comparado con el original, cuenta con varios detalles que le distinguen como es una carrocería nueva de color azul especial, los asientos de piloto y copiloto diferenciados por el color (rojo y negro) y la bandera americana en el respaldo de los asientos.
Los 10 coches más caros
6. KOENIGSEGG ONE:1: 2.500.000 euros
Solo se produjeron siete unidades, incluido el prototipo, de este vehículo destinado a superar en todo al Bugatti Veyron. Lanzado en 2014, tardó apenas el canto de un gallo en venderse. Bajo el portón trasero esconde un motor de 1.360 CV para un total de 1.360 kg, lo que supone una relación peso potencia superior a la de muchos monoplazas de competición. No en vano, su chasis emplea las técnicas utilizadas en la Fórmula 1, mientras que su aerodinámica emplea técnicas de los vehículos que compiten en Le Mans.
Los 10 coches más caros
5. PAGANI HUAYRA BC: 2.600.000 euros
Huayra en quechua significa viento, así que ya podemos imaginar el empeño que se ha puesto en su diseño. De hecho, su coeficiente aerodinámico queda en solo 0,31 Cx. Cuenta con un motor V12 biturbo de origen Mercedes que entrega 730 CV y un par superior a los 1.000 Nm. Su chasis es de fibra de carbono, así como un gran número de detalles internos. Llama la atención el doble alerón trasero así como la posición de sus retrovisores. Su producción se limitó a 100 unidades.
Los 10 coches más caros
4. W MOTOR LYKAN HYPERSPORT: 3.000.000 euros
Seguramente el modelo más exótico de todos los presentes de esta lista puesto que su origen es ¡libanés! Nacido bajo el paraguas de los petrodólares, monta un motor bóxer de seis cilindros biturbo que eroga 770 CV. Tal es su potencial que acelera de 0 a 100 km/h en solo 2,8 segundos, y eso que su peso es de 1.380 kg, lo que no le convierte precisamente en uno de los más livianos de la lista. No se comercializa ni en Europa ni en Estados Unidos, tan solo en los países árabes, argumento que suma a la propia extrañeza del modelo.
Los 10 coches más caros
3. BUGATTI VEYRON GRAND SPORT: 3.100.000 euros
Durante mucho tiempo fue el modelo de calle más rápido del planeta. Su velocidad punta se estableció en 431 km/h, aunque se creía que podía superarla. Su principal problema estaba en los neumáticos, porque era difícil encontrar un fabricante que desarrollara unas gomas que gestionaran bien una velocidad mantenida por encima de los 300 km/h y que pudiera alcanzar sin despeinarse los 400 km/h. Bajo su capó trasero se encuentra un motor de 16 cilindros en disposición W que rinden 1.001 CV. Durante mucho tiempo ha sido el emblema de la exclusividad en el mundo del automóvil, motivo por el que Floyd Mayweather tiene tres y presume de ellos en las redes. El Bugatti Veyron no es el coche más caro de comprar, pero sí el más caro de mantener.
Los 10 coches más caros
2. LAMBORGHINI VENENO ROADSTER: 4.000.000 euros
Una vez más hablamos de una edición limitada, pero en esta ocasión creada por un motivo especial. Sobre la base de un Aventador se creó un nuevo modelo que conmemoraba el 50 aniversario de una marca que nació para demostrar a Enzo Ferrari, fundador de la marca del ‘cavallino rampante’, que se podían hacer deportivos sin fallos. Y el tiempo le ha dado la razón, al menos en la parte de que también sabe hacer grandes superdeportivos, aunque hoy día pertenece al Grupo Volkswagen. El motor que porta es un V12 de 6,5 litros que rinde 750 CV y puede alcanzar los 355 km/h.
Los 10 coches más caros
1. KOENIGSEGG CCXR TREVITA: 4.250.000 euros
El coche más caro del mundo surgió por la intención de la dirección de la firma sueca de crear un vehículo para un mercado global. No lo hicieron pensando en el precio, solo apto para un puñado de abultadas carteras, sino en su mecánica y consumos. Preocupados por las regulaciones medioambientales de la mayoría de países donde podía circular, su motor se desarrolló con la posibilidad de funcionar con gasolina de solo 91 octanos. Eso sí, su potencia de 806 CV se rebaja en ese caso en un alto porcentaje. Su motor V8 de 4,7 litros ofrece un par de 920 Nm y es capaz de alcanzar los 300 km/h en solo 29,2 segundos.
Los 10 coches más caros
Y ADEMÁS: ROLLS-ROYCE PHANTOM SERENITY : 1.000.000 euros
Los coches más caros suelen ser vehículos deportivos, con grandes motores, altas prestaciones, velocidades puntas y aerodinámica muy afinada. Pero también se puede alcanzar un precio alto por su lujoso interior y la exclusividad de sus acabados. El primer vehículo de más de dos ocupantes que encontramos en esta lista sería el Rolls-Royce Phantom Serenity con un precio que ronda el millón de euros. Con un perfil similar a los que tradicionalmente ha utilizado la firma de origen británico, en su habitáculo se emplean los mejores materiales y sistemas para que sus ocupantes se sientan aquí mejor que en salón de su casa. Su motor es un V12 con una caja de cambios automática de 8 velocidades. Puede superar con facilidad los 250 km/h, pero esa es una cuestión secundaria en este tipo de modelos.