En el esquivo ambiente que aniquila,
nadan mis demonios de niño beato, esclavo
de otros grilletes, sarcasmo con el cual invitar
a esos presuntos lectores castigados.
Juntos, más allá de lo mío, en otro cuerpo,
exploro al orgullo, y sin embargo tuyo,
lleno de un día firme en el suelo,
justo en el marasmo cotidiano de la hipérbole.
El clérigo remedia un apodo de agua bendita,
en el cruce de odios salta el resorte,
va unido al reproche que no es protesta ni goce,
solo simple línea en la retina, catarsis
con la que amañar un diario falso, blanco
pero a la vez contrario a lo acordado.
Cae la verdad de oraciones sin misa,
estalla en una palabra sin lengua en tu saliva.
Quizás mar andante de la vida, muerte
del que todavia te quiere a su lado,
en ese lado de las caricias furtivas,
en el lugar de los duendes sin risa y con lloros.
Pero ahora ignoro dónde empecé,
que no acabo,
más lejos de ti,
sin ella rendido. Lejos
de lo cercano,
llego…, frío, humor agrio, limusina.
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