31.05.2013
Los excesos pasan factura, y la realidad se impone con el peso de John Goodman
En R3sacón no hay espacio para chupitos con Rohypnol: aquí, la realidad se impone. El desbordamiento de Zach Galifianakis ha dejado de ser una fuente de gags para convertirse en un gálibo decapitador de jirafas, y el ‘llaverito’ Ken Jeong aparece más peligroso que nunca desde que salió de aquel maletero. A la saga le toca emprender una ruta (hacia un sanatorio mental, nada menos) en la que renunciará a la estructura usual, abordará consecuencias a largo plazo que sólo reconocerán los fans, y dejará que el peso de John Goodman la arrastre hasta terrenos de chocante lobreguez.
Todd Phillips y su pandilla siguen haciéndonos reír. Menos mal. Pero en esta entrega se nota una pugna por no ceder ante los cliches, eludiendo así el destino de Loca academia de policía o Agárralo como puedas. El problema está, precisamente, en que esa lucha interior resulta demasiado evidente, como la de quien hace el propósito de quedarse en casita para después, sin remedio, batir récords de vergüenza ajena en el bar más cercano.
VEREDICTO: El esfuerzo por huir de los tópicos tiene un precio.
Yago García
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