Comancheria
es el título original de la obra: comanche, en la lengua nativa de esta tribu,
significa "enemigo de todos", como bien nos explican en una escena de
la película. En EEUU han preferido cambiar el título por el mucho más poético,
Hell or high water, que podría traducirse como "contra viento y
marea" y que refleja perfectamente esta aflicción que lleva a los
protagonistas a delinquir para poder sobrevivir.
Esta
película de forajidos ambientada en la actualidad habla de una lucha
encarnizada entre hombres que no conocen el descanso, los amigos o las
confianzas. Como los antiguos comanches, tienen enemigos allá donde vayan,
viven con la muerte a cada esquina. El
humor negro aparece como seña de identidad; y el paisaje tórrido y desolador de
la Texas rural actúa como telón de fondo de este western rústico y crepuscular
que combina el atraco a unos bancos aislados y cutres con el amor a la familia
o la fidelidad al terruño, que presenta provocadores poses racistas nada
complacientes y los subvierte con pinceladas de lealtad inquebrantable hacia el
compañero abatido y que había sido el blanco del agravio y las burlas de su
hosco superior.
El petróleo
y la pobreza separados por unas barreras invisibles que condicionan el devenir
cotidiano de unos personajes marginales que sobreviven entre la amargura, la
mugre, la infelicidad y la aspereza del infortunio. El drama de una fatalidad
ordinaria que se rebela y se revuelve y trata de salir adelante a golpe de revólver,
de conjura y de tesón. Y lo hace a través de una loca contrarreloj para evitar la espada de
Damocles de una deuda imposible y así hacerse un hueco entre los agraciados con
el sueño americano, los venturosos del fajo de billetes y la vida feliz, donde
el sol no solo ilumina sino que calienta un dulce porvenir al alcance de los
que viven en el desahogo y la despreocupación. Mejorar no es sólo una
intención, sino la necesidad del perjudicado en un juego de azar arbitrario e
indecente.
“Comanchería”
se nos presenta con coches y camionetas en lugar de caballos, utilizando
personajes complejos con estereotipos desgastados, donde la trma sigue la
estela de producciones de finales de los años 60 y principios de los 70 que
vieron en el western una oportunidad de difundir y extender su crítica sobre la
sociedad américana y sus valores, como “El Pequeño Gran Hombre” (1971) de
Arthur Penn o “Grupo salvaje” (1969) de Sam Peckinpah. Es una amarga y cínica reflexión sobre el
concepto arraigado existente en el viejo oeste sobre la tierra y la propiedad,
además del papel importante que juega como símbolo identitario de la sociedad
americana.
También es
curiosa y lograda su combinación en esta historia dramática las ciertas dosis
de humor, de crítica social y económica, con esos personajes que tienen un
mundo interior y sus razones para obrar como lo hacen. Para ello cuenta con un
buen guión articulado con pulso desde la dirección por David MacKenzie, un
director que ha ido progresando y que en “Comanchería” ha estado muy inspirado,
tanto, que parece más tejano que escocés.
Como suele ser habitual en muchos films de “autor” bien pensados y ejecutados,
destacar su selección de temas, con una muy buena banda sonora de Nick Cave y
Warren Ellis a los cuales nos alegraría que lograran ser nominados, quizás
para, a pesar de su “malditismo”, que sus carreras sean reconocidas de cierta
manera. Destacable es la labor en el montaje de Jake Roberts, y la dirección
artística y decorados de Steve Cooper y Wilhelm Pfau, aunque en apariencia no
llamen la atención. Además de la citada labor fotográfica de Giles Nuttgens,
también la elección de los actores ha sido un logro de lo más llamativo. Todos
destacan por ajustarse a los personajes propuestos y por ser buenos
profesionales. Quizás el más beneficiado del reparto haya sido un estupendo
Jeff Bridges, que de forma astuta ha resaltado más la edad que su atractivo,
llevando a su terreno al peculiar sheriff Marcus Hamilton que encarna. Un buen
actor que con el tiempo se ha convertido en un notable vino de reserva, sin
duda.
“Comanchería”, por todo lo dicho, es un ejemplo de cine con ambiciones logradas, con una base de inteligencia y sorna, que han hecho que deba ser tenida en cuenta como un cine a respetar y un modelo a seguir, nunca a imitar, porque eso es otro concepto que intentarían emular los más mediocres, y de eso no se trata.
“Comanchería”, por todo lo dicho, es un ejemplo de cine con ambiciones logradas, con una base de inteligencia y sorna, que han hecho que deba ser tenida en cuenta como un cine a respetar y un modelo a seguir, nunca a imitar, porque eso es otro concepto que intentarían emular los más mediocres, y de eso no se trata.
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