Habría cogido alguna vez un
hilván, el rasgo sesgado de un camino que se debía seguir. Las puntadas hacían
daño en el corazón, la burla pecaminosa de una mujer que no te merecía. El
modo salía orgulloso, el tiempo volvía inclemente y el lugar acababa entre tus
brazos. La borrachera parecía otro complemento circunstancial.
Cierro la maleta para el viaje, me esperan un par de parientes pacientes.
Paciente como el veneno de una flor que arde delante de mis ojos. Oigo tu voz y
luego rompo este cuento, así vendo mi alma. Mi alma muere debajo de la Luna y
encima de los retales.
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