Ahora no nos cuidan como antes, en su lugar intentan que
lleguemos a ser superhombres, a la vez también serviles artesanos de la
repetición, memorias llenas de cosas inútiles. Si no fuera bastante, encima nos
hablan de un Dios que no hemos podido elegir, que se nos ha impuesto por simple
costumbre. Sin embargo, lo peor, lo que no comprendo por más que me esfuerce,
es el habernos separado de las chicas. Cómo vamos a poder gobernar una familia
si no tenemos trato con miembros del género femenino, cómo vamos a aprender a
tratarlas si lo que nos enseñan es cómo murió un señor crucificado, al cual no
hemos conocido ni mucho menos visto, de qué forma van a darnos su confianza si
sobre lo que debemos preocuparnos es de las guerras que armaron unos que se
llaman los Austrias y que invadieron el país de donde supongo provengo. No, no
lo entiendo; a mí me gustaría que mis profesores nos contasen historias de
piratas o también enseñanzas que tratasen de la forma de manejar un equipo de
gente, quizás también de cómo arreglar cosas en casa, esa casa que no tenemos,
el hogar por el cual todos soñamos, y qué me decís de mandar una carta a una
persona importante en lugar de saberse cuál es el sintagma nominal y cuál el
predicado. Pero no, quieren que seamos serviles, por desgracia, a mis casi
trece años, empiezo a notar más la necesidad de gobernarme que la de ser
gobernado.
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