Olor trastabillado
al que esperas aspirado,
rompiendo barreras hirientes
por el apoltronamiento melificado,
duende que da y luego roba
más de lo pactado.
Pero el estímulo está
contraído
en el goce que asciende,
alzando un reino de risas
para los genitales
desatados,
¿por qué entonces tenemos
miedo?
Acaso no te veo trastocada
y todo me tiembla,
como un beso al aire perdido
que ahora está en tu mente
para romperte muy adentro.
Algo increíble ha sucedido,
no hay clemencia para las
condenadas,
aunque tú seas una de ellas,
lista negra, pero blanca en
las caricias
para nuestros últimos
amores.
Aun así, nos aislaremos del
resto
para así a pocos
alcanzarlos,
con la corteza de sauce
quemado,
alcaloide de los desatinos
que cambia nuestro destino.
La enfermedad no existe
o quizás sea lo que siempre
tuviste:
congoja de tornillo
antes de ajustar su tuerca,
ahora oxidada y perpleja.
El primer paso es suicida,
las promesas traen desfalco,
reniego de ti otra vez
para luego acabar a tus
pies,
pisa pues mi cabeza.
Hasta a Jesús lo
abandonaron,
así será el momento crucial,
cruz que llevamos dentro
para quemar la última
hoguera viva
y tragar siempre la ceniza.
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