Busco un poco de calma, somos multitud para esta fiesta. En este antro no se respira nada que no sea macabro e iluso, tan solo aspiramos el acero, única materia dentro de nuestras tripas. Me gusta comer sándwiches los domingos por la tarde, sentir el olor de la mantequilla fundida; tal placer compensa mis pocas dotes como cocinero.
A las diez quedamos con Pepe, ese gran ser subversivo, ese
gran negociante, lo hacemos en el peor barrio de la ciudad. Acaba de montar un
restaurante, aunque no deja de lado los negocios que le permiten vivir. Es un
farsante, le tenemos cariño, qué duda cabe de que cuenta los chistes como
nadie, aparte de saber todos los chismorreos que circulan por los bajos fondos.
Pese a las expectativas que hay en cualquier encuentro con Pepe, la verdad es
que esta noche no tengo ganas de hablar, tampoco de escuchar.
Papá Noel ya ha dejado su regalo de ceniza, ha hecho su
labor dentro de una chimenea que no nos pertenece. Son las ocho de la tarde,
ahora la esperanza nace de unos ojos vacíos: ¿Quién podrá apoyar nuestra causa?
¿Quién dejará una donación en la oficina de objetos perdidos? Quizás el vecino
del quinto.
Sobre la alfombra, que le acaricia los pies, se desatan los
acordes de una canción no deseada, no por ello menos bailada. ¡Seré imbécil!,
todavía no hemos comido y el gran fanfarrón nos espera para dentro de un par de
horas. No encuentro nada, Joaquín solo compra cerveza y Ulises canibaliza la
autosuficiencia no compartida, necesito algo que echarme a la boca, necesito tu
boca de gata cuidando mis gatitos inquietos de tanta hambre y ducha fría. Los
gatos negros me representan, son mis abogados para los pleitos que caigan en
martes y trece.
Hablando de aprovisionamiento, la única que compra algo
para este falso hogar es Rita, pero Rita lleva dos semanas en casa de su novio.
¡Qué buena está Rita! No te atrevas a negarlo, tienes que ser objetiva. Tú
también te las traes; sin embargo, no te voy a engañar: Rita es más guapa.
Por desgracia no puedo elegir, extrañas tretas me conducen
siempre a ti. Tú y solo tú eres mi única musa, también la última opción; mantén
la calma, de eso hablaremos más tarde; ahora quiero contarte un cuento con una
reina mala, aparecen también una campesina y un caballero, los dos son muy
guapos, pero incluso más valientes; aunque a lo mejor no quiero, hagamos un
tributo de silencio al Dios de los desesperados.
Estoy en silencio, solo ahora me he dado cuenta, este suceso
es, ante todo, una indicación para seguir hacia delante. Tengo que ir al pueblo
y hacer acopio de provisiones. Incluso aquí, hacen falta los otros, los grandes
mercaderes se convierten en los mejores amigos.
Siempre estamos ante una situación que no conocemos. Las ganas, en exceso o en defecto, no deberían llevarnos al infierno o al paraíso; de todas formas, nos llevan. Lo que nunca se debe hacer es estar quieto, como mucho esperar sin quedar pasivo. El deseo es el alimento de nuestra vida. Sin coraje no hay nada. Es necesario buscarlo donde esté, aunque eso signifique dejar todo conocimiento detrás de nuestras expectativas.
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