Visión nocturna de la emblemática Puerta de Brandemburgo de la capital alemana.
La noche del 9 de noviembre de 1998 interrumpió al mundo y le hizo
mirar hacia Berlín. Estaba cayendo el Muro. Aquello sería el definitivo
fin de la Historia, como poco antes había proclamado Francis Fukuyama;
y, sin embargo, para esta ciudad magnética era sólo el comienzo. La
política podrá levantar barreras, pero los hombres son capaces de
derribarlas. Por eso el Muro, a pesar de las cicatrices de hormigón, es
un mensaje de esperanza. Por eso Berlín, 25 años
después, será siempre una ciudad necesaria. Lo tiene todo. De hecho,
posee algo con lo que muchas metrópolis ya no cuentan: se parece
únicamente a sí misma. Persiste en Berlín esa ambivalencia que llamaron Guerra Fría. A
veces, a modo de festiva memorabilia, a veces como pesaroso escenario
urbano. Es quizás ese contraste, esa anacronía, lo que le concede un
aura única, de superviviente. No falta vida en esta
ciudad monumental, política y cultural como pocas: Nada más vital que su
gente, llegada de cualquier parte; y eso que el aliento institucional
ha sido generoso con ella.
La Isla de los Museos
Ya lo suplicó su alcalde, Ernst Reuter, ante las ruinas del Reichstag
durante el bloqueo de Berlín occidental: «¡Mirad esta ciudad y
reconoced que no debe ser abandonada!». Es la impactante sede del
Bundestag el testigo de los vaivenes históricos de
Berlín. Del mismo modo que también fue su espejo. Asistió a la victoria
de la democracia y de Weimar, pero también al ascenso del nazismo.
Devastada tras la II Guerra Mundial, después vería
levantarse el Muro aquella noche del 13 al 14 de agosto de 1961, por su
parte oriental. De nuevo Parlamento desde que en 1991 Berlín volvió a
ser la sede del Gobierno, hoy impacta la majestuosa cúpula diseñada por Norman Foster,
versión moderna de la originaria de Paul Wallot. Puede subir (y debe),
pero recuerde que aunque es de acceso gratuito hay que reservar plaza
con antelación. Un fragmento del Muro.Desde aquí podrá encaminar sus pasos hacia la Puerta de Brandemburgo,
que lleva 200 años siendo el símbolo de Berlín. El próximo 9 de
noviembre será el epicentro de las celebraciones del 25 aniversario de
la Caída del Muro. Para ese fin de semana se instalará desde la calle Bornholmer hasta la East Side Gallery,
siguiendo el curso del Muro, una instalación de luces en grandes
globos. Cuando caiga la noche, como cayó el Muro, se soltarán al
infinito mientras suena el último movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven, interpretado por la orquesta de la Ópera de Berlín con Daniel Barenboim al frente. La sede de la Ópera no puede visitarse porque está en
obras, como también lo está Unter den Linden, la majestuosa avenida que
parte de la Puerta de Brandemburgo. No importa. Nada resta
monumentalidad al bulevar de los tilos que concluye en la magnífica
Catedral (Dom), junto a la Isla de los Museos. Conjunto
museístico de primer orden, a pesar de que el Altar de Pérgamo (que da
nombre al museo) estará cerrado hasta 2019, vale la pena acercarse a
este oasis artístico aunque solo sea por visitar a Nefertiti en el Neues Museum, por ver la Rotonda del Altes, o la Puerta de Ishtar del Museo de Oriente Próximo.
La ruta del Muro
No queda lejos Alexanderplatz, punto de encuentro de la Berlín
oriental con su carismática Torre de las Telecomunicaciones, que en su
día fue el edificio más emblemático para el régimen de la RDA. A sus
pies está el Rotes Rathaus (Ayuntamiento Rojo) así
llamado por el color de sus ladrillos. Pero suba a la torre y podrá ver
desde las alturas todo Berlín. Para ver el Muro de cerca conviene
acercarse a la East Side Gallery, donde pervive en pie
su muestra más larga. Son 1,3 km a lo largo el río Spree en el barrio
multirracial de Kreuzberg (en esté también se enclava, por cierto, el
imprescindible Museo Judío que firmó Libeskind). El cauce de la separación discurre por Mühlenstrase hasta Stralauer Platz. La Torre de las Comunicaciones.Cruzado el río, la ruta prosigue por un Berlín que poco tiene que ver con la grandeza de Mitte, y que por momentos parece retroceder a un tiempo que no fue mejor. Lo supo bien Peter Fechter,
el joven que, al ser disparado por la policía oriental en su intento de
fuga, cayó en el corredor de la muerte, donde lo dejaron agonizando.
Aquí está su memorial. Continuando por Zimmerstrasse llegamos al más
afamado de los puntos de control, el Checkpoint Charlie
(los otros dos eran Alfa y Bravo). Allí hoy, repleto de turistas, se
respira un ambiente festivo y divertido, entre soldados estadounidenses
de pega, McDonalds y coches Travi de alquiler, que por un momento
suspenden la tragedia que supuso el Muro. Para entender el alcance de su gravedad basta con acercarse al Mauermuseum (Museo del Muro), la Cold War Black Box
o la Topografía del Terror, con 200 metros de Muro original, que se
congregan en esta zona. En el otro extremo, en Bernauer Strasse, se
encuentra el Memorial del Muro, un centro de
documentación y la iglesia de la Reconciliación. Más alejado queda la
antigua prisión de la Stasi, como muestra de las cárceles de la antigua
RDA.
Arquitectura contemporánea
Desde el Checkpoint Charlie habrá que caminar hasta la bulliciosa
Potsdamer Plazt, el símbolo del nuevo Berlín, con sus dos estandartes de
la arquitectura contemporánea: el Sony Center de Helmut Jahn y el Daimler Chrysler Quartier,
de Renzo Piano y Christoph Kohlbecker. Desde aquí, en lugar de seguir
el Muro, se puede descubrir la parte occidental, donde aguarda el
fabuloso Tiergarten, el pulmón de esta ciudad verde, con su
inconfundible columna de la Victoria, y cuyo ambiente bucólico contrasta
con el cercano frenesí de la hipercomercial Kurfürstendamm. El mítico Checkpoint Charlie.Allí habrá que pasarse por KaDeWe, los grandes almacenes más emblemáticos; y contemplar la iglesia
Conmemorativa, símbolo de Berlín Occidental en los tiempos del Muro,
cuyo violento perfil en ruinas recuerda los terribles acontecimientos
que ésta presenció a lo largo del siglo XX. Recién nacido está Bikini Berlín, justo enfrente. Se autodescribe como un concept mall, y lo cierto es que es un paraíso de tiendas para los cazadores de últimas tendencias, que mantiene el nombre del edificio de postguerra que lo alberga. A pocos pasos queda la Amerika Haus, que a partir de este jueves acogerá a la prestigiosa galería
de fotografía C/O Berlin Foundation. Los amantes de ésta tienen también
muy cerca (detrás de la estación del jardín zoológico) el Museo de Fotografía con la Fundación Helmut Newton en dos de sus plantas. Nacido en 1920 como Helmut Neustädter,
huyó de Berlín cuando comenzó la persecución de los judíos. Sin ellos
tampoco se entendería la historia de esta ciudad que tanto ha vivido al
caer la noche. Noches de tragedias pero también de esperanzas.
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