Dedico este texto a los que no les
gusta el sexo. Entre extraños vericuetos, caricias y sudarios mortuorios he
logrado comprenderlos. La vida es corta para aún por encima complicarse la
vida. Nadie importa lo suficiente y deberíamos ser más agresivos. El egoísmo de
la dama escondida levanta marañas de escombros llenos de algas, y una rata pasa
deprisa camino de casa. No, no hay sitio
para lograr la ansiada dependencia. Debemos ser libres de la carne del
deseo, sin escrúpulos lloramos y no despertamos. Vayamos pues a la práctica
cultural, al cadalso de los pecados que se justifican. No, no hay clemencia
para los condenados, el niño llora y a nadie le estorba. Hace frío, mucho frío,
tiemblan las piernas cuando vemos que no hay ninguna luz encendida.
Hoy no vinieron todos, algunos quedaron en el lado
equivocado de la frontera, esa línea que nunca se agota.
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