Estábamos lejos de casa, alguien
había logrado impresionarla, todas las versiones coincidían en que yo tenía la
culpa, cobré el precio estipulado por contar un mal chiste, pagaste contenta,
con una felicidad llena a sabor a cerveza mejicana mezclada con un toque de
limón. No eras la que peor estabas, tampoco la más serena. Tus padres se
asustaron con tantas ínfulas de macho. Todo salió mal, pero hoy no voy a pasar
por nuestra calle, la calle de los presagios cumplidos, la calle que
compartimos entre apuntes, platos sin lavar e inocencia corrompida, pero aún
así todavía inocencia.
Éramos felices y todo salió mal o
simplemente no salió. Llego la hora y decidimos decirnos adiós. No sabíamos si
fuimos amantes, amigos o compañeros, recuerdo tu risa y el primer beso… Ahora sustituyo aquella
felicidad por el placer sin más.
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