Entrada destacada

Libros de Juan Carlos Pazos desde 0,99€

  https://www.amazon.com/author/juancarlospazosrios "EL EXPEDIENTE 47" https://a.co/d/cejm5hA "PARANOIA" https://www.ama...

viernes, 7 de noviembre de 2025

Crítica literaria de "El expediente 47"






 “El expediente 47” es una novela negra de conspiración, memoria y trauma, que destaca por la estructura de thriller psicológico y por una exploración profunda de los límites éticos de la justicia y el poder.​

Argumento y temática principal

La trama sigue a Ricardo Varela, exdetective marcado por la desaparición de niños en los años noventa y la manipulación política, quien tras recibir pruebas secretas debe enfrentarse a su propio pasado borrado y a una red criminal dirigida desde las más altas esferas del gobierno y la judicatura. El eje es el llamado Proyecto Mnemsine, un programa clandestino español para la manipulación de memoria infantil, reemplazo de identidades y creación de “sustitutos” humanos. La investigación —con tintes de road movie y espionaje— avanza en diálogo tenso, archivos ocultos, grabaciones y enfrentamientos con los responsables. El conflicto ético (“¿exponer la verdad aunque destruya vidas inocentes?”) da profundidad y ambigüedad moral a la narración, actualizando debates clásicos sobre el poder.​

Personajes y desarrollo psicológico

Los personajes principales —Ricardo, Lucía, Sergio, Luna y Elena Ruiz— destacan por su complejidad psicológica y motivaciones torturadas. Ricardo es un héroe fallido, cincelado por la culpa y el remordimiento, que debe reconstruirse al descubrir que fue manipulado para cometer un asesinato. Lucía funciona como agente de cambio y testigo, su relación con un padre ausente (Sergio Mena) añade otro eje dramático. Elena Ruiz, la “Arquitecta”, es el gran antagonista: una jueza íntegra corrompida por el dolor y la obsesión por el control. Los personajes secundarios (niños sustituidos, padres cómplices y víctimas, políticos, policías) ejemplifican el carácter sistémico y multigeneracional del trauma.​

Estilo narrativo y estructura literaria

El estilo apuesta por el realismo sucio, ágil y directo, con diálogos intensos y ritmo cinematográfico. Alterna descripciones densas, monólogos internos y pasajes de acción tensos, logrando transmitir angustia y urgencia. El uso de documentos, archivos, audios y vídeos intercalados en la narración aporta verosimilitud y una textura fragmentaria, cercana a la novela de dossier o nueva novela negra española. La estructura es coral, moviéndose entre espacios urbanos y rurales, y vinculando pasado y presente mediante saltos temporales y la reconstrucción de memoria borrada.​

Contexto y aportaciones

La novela se inscribe en la tradición de los thrillers políticos contemporáneos con influencias evidentes de Javier Sierra (misterio y conspiración), Vila-Matas (metaficción y juego con el archivo), y el noir anglosajón y español de los años recientes. Actualiza el género mezclando corrupción institucional, espionaje tecnológico, y una reflexión sobre el poder del Estado y la fragilidad de la verdad en la era digital. El desenlace abierto, con la verdad filtrándose a los medios y los protagonistas debatiendo los límites éticos de la denuncia, ofrece al lector una experiencia reflexiva e incómoda.​


En resumen:
“El expediente 47” es una novela negra contemporánea notable por el manejo de la tensión, la ambigüedad moral y la introspección psicológica, con una escritura ágil y austera, que plantea preguntas profundas sobre la responsabilidad, la justicia y la identidad en la sociedad actual.

Ana Ríos 


Sinopsis de “El expediente 47”

 



https://a.co/d/cejm5hA

Tras veintitrés años de retiro, el exdetective bilbaíno Ricardo Varela recibe una nota anónima —«El caso 47 no terminó»— y, al intentar recordar, descubre un vacío quirúrgico que lo empuja a reabrir un pasado que alguien quiso borrar.

 

La muerte dudosa de su compañero Sergio Mena, un comisario llamado José Luna y la pista de una finca en Sierra Mágina abren una cadena de desapariciones infantiles, archivos ocultos y memorias borradas con anestésicos.

 

Con la periodista Lucía Mena, hija de Sergio, Varela sigue un rastro de taquillas, fotografías con fechas imposibles y un informante callejero, hasta destapar el Proyecto Mnemósine: una red de control cognitivo al servicio del poder.

 

La investigación los conduce de Bilbao a los sótanos de Jaén, donde la verdad golpea.

 

En un giro devastador, se revelan pruebas destinadas a dinamitar el sistema y señala a un personaje intocable como el Arquitecto que perfeccionó décadas de desapariciones, reprogramación y obediencia.

 

Con el reloj en contra, intentan filtrarlo todo a la vez para que nadie pueda silenciarlo jamás.

Crítica Literaria: "El Libro Verde (versión autorizada)" de Juan Carlos Pazos

 


Construcción Textual y Fragmentación Narrativa

El Libro Verde se presenta como una obra radicalmente antiliteraria que deconstruye a sí misma mientras se constituye. El texto de Pazos opera desde una lógica del colapso formal: cada sección se erige para ser inmediatamente demolida por el propio autor, quien reconoce constantemente la futilidad de su empresa. Esta estrategia metatextual confiere a la obra una calidad de confesión compulsiva donde la sinceridad deviene en arma de autoagresión. El autor no intenta conquistar al lector con coherencia narrativa, sino mediante la exposición de sus propios escombros emocionales.

Voz Autoral y Desprecio Estilístico

El tono de Pazos combina la franqueza destructiva con la erudición esporádica: alterna referencias a David Foster Wallace, Billy Wilder, Cortázar y Borges con confesiones obscenas sobre masturbación y borracheras. Esta violencia estilística —ese constante cambio entre lo sublime y lo repugnante— se constituye como el verdadero tema de la obra. El autor sabotea deliberadamente su propio discurso cuando está a punto de adquirir consistencia, reiniciando ciclos de negación y reafirmación que generan una sensación de claustrofobia narrativa.

La frase recurrente "nada importa" opera como mantra que no termina de consolidarse como convicción genuina. Por el contrario, la constante repetición de una angustia profunda que desmienta la indiferencia proclamada.

Temáticas Recurrentes: Depresión, Culpa y Venganza

El Libro Verde gira obsesivamente alrededor de traumas específicos que nunca logran completarse narrativamente: la humillación infantil a manos de un amigo; la relación fallida con una mujer cuyo nombre jamás se revela completamente; la sospecha de haber sido desplazado de su propia historia. Estos traumas no se resuelven sino que se reiteran con variaciones, como si el texto fuera una versión de repeticiones compulsivas de Freud encarnada en prosa.

El sexo aparece constantemente, pero nunca como goce consumado, sino como frustración encarnada: "¿Qué se puede hacer cuando el orgasmo te alcanza, aunque a la vez no lo hace?" Esta pregunta resume la economía emocional del libro: promesa permanente e incumplimiento constante. La sexualidad viene en metáfora del fracaso existencial.

Estrategia Confesional y Suplantación de Autoridad

Pazos comete la audacia de redactar un prólogo donde anticipa las críticas a su obra: "que el texto no avanza, que al final no dice nada, que resulta una mezcla rara entre poesía y pornografía". Esta precrítica funciona como un acto paradójico de humildad y soberbia simultáneas. Al confesar sus limitaciones con antelación, el autor intenta neutralizar la crítica externa, convirtiéndola en parte de su programa compositivo. Sin embargo, esta estrategia contiene un riesgo formidable: si el propio autor desconfía de su obra, ¿por qué seguir leyendo?

La Religiosidad Distorsionada

El concepto de "religión casera" que Pazos introduce desde el inicio actúa como eje espiritual deformado. No es catolicismo tradicional ni ateísmo claro, sino una mezcla caótica donde Dios coexiste con el demonio y la redención permanece inalcanzable. Los símbolos religiosos protegen la ruina de la casa pero no la salvación del habitante. Esta teología doméstica deviene en metáfora de la arquitectura psicológica del narrador: construcciones inestables que se sostienen mediante amuletos desesperados.

La narración abandona constantemente la cronología: pasados ​​remotos se actualizan abruptamente, futuros hipotéticos se relatan como presentes consumados. El lector nunca posee certeza sobre cuándo ocurrirán los eventos. Esta fragmentación temporal replica la experiencia de la depresión y la obsesión: la mente deprimida no viaja en línea recta sino en círculos que regresan indefinidamente a los mismos traumas, ampliándose y contrayéndose como un acordeón existencial.

Crítica Social y Resquebrajamiento Ideológico

Pazos inserta críticas sociales puntuales —sobre la prensa rosa, el conformismo de clase media, el consumismo— pero estas interrupciones resultan tangenciales respecto al verdadero conflicto que es interno. La sociedad aparece como decorada de su desdicha personal; la política proviene del ruido de fondo. Esto constituye una limitación: la obra privilegiada tanto la introspección que la crítica social jamás logra adquirir peso específico. El Mesías colectivo que el autor evoca nunca llegará porque el verdadero ídolo que busca es el ego propio.

Valor Literario y Legibilidad

El Libro Verde desafia cualquier clasificación genérica convencional: es poema en prosa, ensayo confesional, narrativa fragmentaria, monólogo patológico. Su valor no reside en la innovación formal —la técnica es deliberadamente torpe, como corresponde a su voluntad de destrucción—, sino en la intensidad visceral con que comunica la experiencia del hundimiento emocional. No es una obra cómoda de leer; es, de hecho, casi intencionadamente incómoda. Requiere un lector que tolere la falta de resolución, el circularismo argumentativo y la sensación permanente de que el texto está a punto de colapsar sobre sí mismo.

Conclusión

El Libro Verde es un testimonio de la depresión literalizada: una obra que niega su propio valor mientras lo reivindica, que se burla de sus lectores mientras implora ser entendido, que proclama la futilidad mientras sigue escribiendo compulsivamente. Su principal logro radica no en haber creado un objeto estético coherente, sino en haber capturado con brutalidad la experiencia del fracaso creativo contemplado desde adentro. Es una obra que únicamente puede ser "buena" si se acepta su propia tesis de ser principalmente mala; únicamente coherente en su incoherencia radical.

El mérito de Pazos consiste en haber convertido la desesperación narrativa en su tema central, generando así una paradoja que sustenta la lectura: un libro sobre la imposibilidad de escribir libros que, sin embargo, existe.


Ana Ríos 

miércoles, 5 de noviembre de 2025

Declaración de principios. De “El libro verde (versión autorizada)”



 


https://amzn.eu/d/7QcJaIV


Empecemos por aclarar ciertos detalles. Este libro se llama El libro verde, y he cometido la osadía de bautizarlo con este color no porque milite en un grupo ecologista, tenga perversiones sexuales o vanas esperanzas de gloria. Quizá tenga ese nombre debido a que su origen se remonta a una libreta de ese color. Compré tal artículo, para mi uso y disfrute, durante una mañana hecha a medida: fue en esos papeles donde escribí originariamente estas letras. 

En lugar de «escribí», puedo poner «escribo» o «escribiré», pues lo hago posteriormente, aunque también ahora. Cuando lo pase (lo paso) a ordenador, tendré el homenaje —o recurso— de recordar su origen lleno de pesadillas; lo cual, por otra parte, contamina las intenciones con el veneno de la farsa especulativa que consiste en plantar árboles espirituales para luego cortarlos o quemarlos. Por fortuna, los tiempos están cambiando: aún queda esperanza para el hombre. Como prueba, no hay mejor testimonio que atreverse a leer divagaciones, obsesiones y demás engendros que habitan en nuestra literatura contemporánea. 

Para los curiosos diré que el tema de mis divagaciones constituye un asunto sin importancia, pues parece un sucedáneo de mi paraíso particular. Lo esencial, a estas alturas, es imbricar las ideas en torno a los espacios vacíos del papel, donde la forma importa más que el fondo. Con ella procuraré una efímera conexión, y ya os puedo decir que aquí hallaréis lo que concierne a mi propio homenaje. Por eso carece de dedicatoria: está dedicado a su mismo autor; un autor que tejerá su discurso con la ayuda de un público que ya está buscando la salida de incendios ante esta fogosa pero inútil explicación. No os asustéis por mi osadía y procurad recordar aquel momento de cariño que, desde este instante, intento provocar. 

En cuanto a mi persona, mi vida se condensa en un intento de salir adelante. Fruto de ese esfuerzo son las dos carreras que he concluido: la primera, una licenciatura sanitaria; la segunda, una diplomatura, como tantas, relacionada con las ciencias sociales. Luego aprobé una oposición y, en la actualidad, soy un empleado público que ha cometido el insulto de no ejercer ninguna de sus dos carreras. Entre medias quedaron los años perdidos y sufridos por culpa de una severa depresión. De ella he extraído conclusiones que vuelco en mis escritos, con los que intento ofrecer un simple alivio esperanzador: donde habitó la oscuridad, nace ahora también la luz. 

Luego, el polvo borra mi cuerpo. Algo diferente ocurre momentáneamente: en mi lugar aparece una forma cuyo sentido no podía percibir; constituye el fantasma de mis perversiones. Una representación que al mismo tiempo era y no era yo, degenerando poco a poco en algo humano. Aunque prometí callarme como un muerto, voy a desdecirme: lo que cuente será como soltar un grito avergonzado. 

Después me retiraré asfixiado, tambaleándome de la escena de la película que protagonizo; como un milagro, mientras mi alma rompe una pared y luego abre una puerta. Tan solo os pido una cosa: que la tormenta bramadora que protesta no os asuste al dejaros en el silencio del palacio de la nada. En verdad os digo que esta ausencia forma parte del infierno de los precavidos. 


Clase de gimnasia. De “Muerte y orfandad”

     La cabeza empieza a dar vueltas, no para. ¿Dónde estoy sino ante mi propia sombra sobre el pupitre? No la pienso vender, aunque las ofertas son tentadoras. Durante unos días, se investigó la procedencia, pocos en realidad, el caso se cerró sin ruido, como si hubiese sido algo sin importancia el no tener padres. No, no lo entiendo.

Debería haber apagado la luz del flexo porque a los cuidadores no les gusta que estemos despiertos hasta tan tarde. He aprendido a distinguir sus pasos más pesados y lentos, al menor indicio apago y me desplazo con sigilo hasta mi cama dispuesta. Soy más listo que ellos, aunque alguna vez me han cazado. Después de ser interrogado, la escena cobra tintes macabros, te sientes como si le hubieras hecho daño a alguien, no es cierto, niego todos mis falsos pecados, soy inocente, no veis que soy tan solo un niño, exijo el derecho a la asistencia de un abogado; además, no me habéis leído los derechos. ¿Qué pensabais? ¿Acaso me tomáis por un negro ignorante?

El cadáver fue encontrado en la playa, sin ropa, con una sonrisa de felicidad en la cara, no me valoréis por lo que digan todos ellos, soy el mejor detective que haya ideado Conan Doyle. La foto salió en todos los periódicos, sus padres se habían ido de compras al centro comercial de las afueras, el niño quedó jugando al fútbol con unos amigos. Dijo que necesitaba un helado y no volvió, tenía la mirada perdida, todavía creía en Dios. No tenía ningún papel que lo hubiese identificado, los forenses quedaron extrañados con su boca abierta, quería tragarse toda el agua del mar, nadie lo entendía, ni siquiera sus compungidos padres, parecía mentira, justo ayer le habían comprado unas gafas nuevas, estaba tan guapo. En realidad, hay algo oculto en este caso, puede que sea el primero que no resuelva, el primero de los últimos.

Para el fin de semana se espera que empeore el tiempo en la Comunidad Autónoma, va a llegar un temporal, por ello se aconseja a los ciudadanos de nuestra querida patria que no salgan a la calle. Y no olviden: días de borrasca víspera de resplandores.

No me atrevo a moverme, encerrado entre las cálidas mantas todo parece banal, por eso lo demás puede esperar. La vida se retuerce sobre sí misma para conseguir protestar; por mi parte, intento levantar el peso de lo que todavía me queda aquí, lo hago mínimo ignorante de eso que otros llaman alma, solo para divisar un pedazo de piedad en la lejanía. Distingo así que la conjura acaba desatada en mi rumor de gato abandonado.

No me atrevo, ahora, con la lectura de «La isla del tesoro», odio el Quijote y me encanta Julio Verne. Todas las citadas lecturas son obligatorias en nuestra hora semanal de lectura. Los llaman clásicos; de cualquier forma, no me atrevo a mover, encerrado entre las cálidas mantas todo parece banal. También puedo escribir que aparece un pájaro rosa con un gusano amarillo en el pico, dispuesto a suicidarse contra un camión lleno de leche de vaca argentina, puedo y lo hago sin saber muy bien el porqué de tanta hipocresía. La Luna entonces me guiña un ojo que no ve, estoy perdido en un mar de locura, espero que esta noche no me dé otro ataque de asma, espero sin esperar la espera esperada. ¿Por qué me liaré en tantos pensamientos? ¿Por qué no escapo de esta espiral que me atrapa?

No sé para qué anoto todo este mejunje de reflexiones vanas, también ignoro cuál es su presunto destinatario y, por supuesto, que conseguiré después de tanto observar y deducir conclusiones obvias, aunque no por ello menos peligrosas. No me considero un héroe ni creo que tenga una misión importante en la historia que me ha tocado sufrir. Lo único que busco es estar entretenido para no deprimirme con la lluvia que en estos lugares no para de caer. Quizás alguien se entretenga a su vez, cuando llegue el momento en que mis pensamientos entren dentro de su mente, entonces habré quedado atrapado en sus huesos craneales, allí, entre sus sesos, cautivo de las buenas intenciones. Quizás, en esa momentánea cárcel, podamos llegar a ser amigos, quizás mis comeduras de coco le sirvan de ayuda para sus problemas; si es así, no pido contraprestación, tu felicidad es la mía.

Lo que me parece más improbable, en mis conjeturas sobre el destino y causas de mi diario, es que este llegue a crear una escapatoria, una forma de darme un poco de libertad. Las palabras no van a derribar las paredes de este orfanato, al menos no las que me pertenecen, ya sean de cemento o de órdenes MAYÚSCULAS. PARA ESO NECESITARÍA SER FUERTE Y HÁBIL, MANEJAR EXPLOSIVOS O SER UN GIGANTE DE GRAN FUERZA. Un

GIGANTE como el que soñaba habrá unos dos o tres años, uno que llevase por delante las delgadas paredes de cemento, los tabiques tras los cuales nos oyen los cuidadores o vigilantes, que desconozco la razón de que a este recinto lo llamen como lo llaman y escamoteen su verdadero nombre: esto es una CÁRCEL, otra vez con mayúsculas.

Lo que me faltaba, mañana a primera hora clase de gimnasia y yo respirando mal, además de sufrir catarro o rinitis, si nos atenemos a los conceptos extraños que maneja el médico que nos atiende a todos nosotros; a mí más que los demás debido a mis ahogos nocturnos.

En definitiva, nunca seré un GIGANTE y aunque me ponga a crecer a ritmos acelerados, solo me quedaré en un enclenque negrito que se fatiga a la más mínima carrera.  Óscar, en cambio, resulta ser casi como un hermano antagónico, aunque mal estudiante tiene la capacidad física de todo un atleta. Quizás por ser tan diferentes en constitución acabamos como grandes amigos, quizás porque buscamos en el otro lo que nos falta en nosotros mismos.

En vista de las condiciones atmosféricas, Protección Civil desarrollará un servicio de atención a situaciones de emergencia. Aconsejamos a los ciudadanos que colaboren en todo lo que puedan y que no se dejen llevar por los nervios. El Estado vigila por su bienestar.

Seguro que, a estas horas de la noche, Óscar ya ansía que llegue la mañana, sobre todo para tonificar un poco sus músculos y, cómo no, para ganar el partido de fútbol que a veces Manrique, rey magnánimo donde los haya, nos permite jugar.

Nos tratan como esclavos, Óscar está por encima de todos esos odios y frustraciones, espero que nunca vea su fuerza dedicada a un trabajo indigno de su estampa griega. Él ahora aparece y desaparece en mi pensamiento, lo hace desde su altura física y espiritual; después de todo, a Óscar siempre lo veré como alguien atento y educado, como una persona que sabe llevar las riendas, un chico responsable. Sería una pena que su sonrisa acabe picando piedra; eso es, en concreto, lo que Manrique quiere porque él sí está frustrado al dar clases en un colegio de segunda fila, a unos alumnos que ni siquiera tienen padres, a unos alumnos que se merecen lo peor, a unos seres débiles que piden limosna. Además, a los que tenemos más de once años ya no hay quien nos adopte, estamos destinados a navegar por el Planeta Tierra, desterrados de todo lo que se llame hogar y, según Manrique, por nuestra culpa. Si hay alguien que lo entienda, le agradecería que me lo explicara; si resulta lógico, por favor, que alguien me meta en otro tipo de manicomio, mi alma está muerta entre mis casi certezas.


https://amzn.eu/d/2g1KFzR





Una diatriba. De “Paranoia”

     Estoy tan sorprendida, tan llena de preguntas y cosas por investigar. Dios mío, cómo ha podido suceder, ahora que paso de los treinta y siete. Desde siempre lo he deseado, no tan vehemente como otras, aunque siempre he tenido ganas.

Por un momento pienso que tal vez no sea lo mejor. Ahora que casi soy una señorona cansada y canosa, es en este preciso momento de declive cuando de repente van a irrumpir sus cariños y deseos.

Hasta ser aceptado aquí, te queda un largo camino, mi pequeño. Por otra parte, nunca había pensado en el futuro igual que ahora. Reconócelo, Lucía, vives tan paralizada con el pasado, que no se te ocurre pensar en lo que queda por delante.

La alegría de la doctora parecía superior a la tuya, ella no te conoce, Miguel tampoco, han pasado muchos años. Te preparó una fiesta en la que no va a sacarte a bailar. Queda delante un período sombrío, incierto a pesar de las necesarias esperanzas, lo único concreto hace que no pares de pensar

Quedan detrás años de mucho trabajo, no solo físico. Tus padres te avisaron hace tiempo respecto a este asunto, es lo que más desean, por otra parte, saben que el dinero no llega. Para hacer frente a las necesidades hay que acabar con las horas libres. Dejar de leer novelas, abandonar las horas de televisión después de la siesta, hacer trabajar a quien te propuso matrimonio.

Recordé el momento en que le pedí que buscase lo perdido. Sabía lo que iba a decir, no quise escucharlo, parecía como los otros; nunca mancha su camisa con el trabajo de un obrero, siempre busca aventuras o sueños.

Parece mentira lo sumiso que contesta ahora, con un tono que incluso podría interpretarse como de ruego o disculpa. Para conocerlo bien, habría que verlo hace unas pocas horas, apestaba a alcohol y estaba hecho una piltrafa.  Encima, cuando se dio cuenta de que estaba despierta, se mostró latosamente descortés. El sumiso parecía entonces un ogro malhumorado en los gestos y en el tono. Para fastidiarla más, tuvo la desfachatez de decirme que no me quejara por su estado, ni tampoco por la hora. Al fin y al cabo, solo había bebido un poco, apenas para desconectar. Él sí que está desconectado, de mí, de su vida, de todo.

Mejor no pensar en lo mal que vivimos con su temporal subsidio de desempleo y lo poco que le saco a la señora. Luego dirá que no lo atosigue, pues el trabajo no tardará en caer. Lo que tenía que caer es una maceta en su cabeza, lo ideal sería que ocurriese cuando va por la calle mirando a otras mujeres. Por eso no quiere llevarme, luego aduce que ando a una velocidad muy lenta. El lento es él para encontrar trabajo y satisfacerme.

Parece mentira la humedad que ha acumulado el cuarto de baño debido al acto de limpieza de mi marido. Cómo se nota que le ha llevado su tiempo. Es una de las pocas cosas buenas que tiene: la pulcritud y limpieza exterior. Para él son necesarias, pues significan armonía con la pureza del alma. De ahí ha quitado su slogan, en él dice «mi estética es mi ética», o algo así.

En su ética no entra, de cualquier forma, la colaboración en las tareas domésticas. Para demostrarlo, solo hay que mirar lo mojado que ha dejado el suelo. De tan encharcado, no sería raro que resbalase para lastimarme o incluso romperme algún hueso. Entonces no habría ni ética ni estética, quedaría el miserable dolor, tanto en el cuerpo como en el alma, también aparecería el malestar por otro desengaño respecto a las labores hogareñas de Miguel, desengaño no por previsto menos afectado.

Si resbalase, debido a que mi marido no tiene la delicadeza de pasar la fregona, con gran probabilidad me rompería un hueso, entonces no quedaría otra alternativa que no ir a trabajar, eso sí que sería un desastre. Tendría que llamar a mi madre, pues mis dos hermanas se desentienden de mis problemas desde que estoy casada. Si les pido ayuda, dirán que están muy ocupadas, casi sin tiempo libre por culpa de sus compromisos laborales.

Además, alegarán, en su justificación de buenas abogadas, que puedo recurrir a mi marido, lo cual parece lo más normal y lógico. Mi señor esposo puede cuidarme, constituye su deber por la promesa sagrada que nos hicimos (la verdad es que, con lo poco que tiene que hacer, debería formar parte de su dedicación exclusiva). Para más oprobio, y por quedar bien, se mostrarán solícitas, así ofrecerán su hermandad más tierna para visitarme el fin de semana; además pondrán como último o quizás primer recurso a nuestra madre, el gran tótem de nuestra infancia perdida.

Con rabia, imagino a mi anciana progenitora dedicada a corretear preocupada por el apartamento, dispuesta para limpiar la suciedad que genera su despreocupado yerno, mientras su más joven hija yace postergada debido al inútil de Miguel que olvidó secar el piso del cuarto de baño.

Él, al igual que cualquier buen hombre, no aguantaría ni un minuto encerrado con nosotras dos. El odio que tiene hacia lo que sea mi familia le instaría a prorrogar sus paseos, también a aumentar las salidas en todo lo que la cartera permita. ¿Qué me quedaría?, pues soportar sola los reproches de mi madre, aguantar un discurso monocorde causado por nuestra mala vida.

A mi madre no le falta un ápice de razón. Debo darme cuenta del estilo de vida de mi marido. Ya lo dice el refrán: a quien madruga Dios le ayuda, y quien se despierta tarde se acuesta con el diablo. Aunque hoy el primero ha sido él, he de reconocer que con nosotros esta consigna se cumple. También se cumplen otras paradojas, tales como que la que estudió letras lleve las cuentas y que el que peleó con los números, durante más de seis años, ahora busque quimeras espirituales.

No, en definitiva y a diferencia de Miguel, lo mío no son las matemáticas; de cualquier forma, no hacen falta calculadoras para ver que, si mantenemos el actual rumbo, vamos directos a la bancarrota. Nadie va a mirar por nosotros; afirmo esta frase llena de pesimismo porque me doy cuenta de que el mundo cotidiano procura mantenernos al margen ya sea por desconfianza, orgullo o pereza. Resulta injusto, deberíamos tener a alguien que nos proteja, un ángel de la guarda que conceda una segunda oportunidad mediante un golpe de suerte.

Lo único cierto es que la suerte está echada, por lo que, si todo sucede como espero, habrá que tomar medidas. Quizás desestimar el ampliar conocimientos y dejar el curso de informática. Aprovechar ese tiempo para emplearse en lo que sea. Hay que dejar de holgazanear, aunque eso una lo lleva haciendo desde hace bastante tiempo. Y sin protestar, solo requiriendo un poco de colaboración, cosa que no consigo ni en cariño ni en dinero. Es más, creo que este energúmeno estudió una carrera por la inercia de no dedicarse a nada y dejar pasar el tiempo.

 Pero ese problema debemos dejarlo en el pasado, hoy en día la angustia principal viene por lo otro, lo afirmo con rotundidad debido a que ya sé cómo va a reaccionar ante lo que va a caernos de regalo. Tal acontecimiento sí que va a revolucionar nuestra vida; incluso así, no penséis mal, una desea el regalo del destino; a pesar de que su ternura puede hundirnos definitivamente, cosa que por otra parte a Miguel no le importa.

Mi marido no vive para perder el tiempo y la paciencia. Seguro que pide lo imposible. Por otra parte, no puedo aguantar la incertidumbre y ocultarlo más tiempo. Considero normal el estar nerviosa, casi puedo aseguraros, con gran certeza, que al final va a ser también positivo el que venga (parece curioso que positivo suene más a una enfermedad que al resultado por el cual se sabe que vas a traer un ser humano al mundo).

Quizás con él pueda renacer la luz, aunque traiga más gastos. Eso no debería importar, menos aún con las rebajas ahí al lado. Pero, tal como estamos, la falta de dinero va a constituir nuestra principal diatriba, además de objeto de discusión. Por otro lado, con el odio que tiene por los niños lo rechazará como si fuese de otro.

Tengo que prepararme para esa cuarentena en que se cría el amor, también debo sacar apoyos de donde sea. Seguro que traerá felicidades, aunque también malos humos. Incluso así, lo querré más que mi propia vida. No importa que llegue a parecerse a su padre, cosa que, por otra parte, procuraré evitar instruyéndolo adecuadamente.

Uno de los motivos de alegría lo constituye el hecho de poder ver las reacciones alegres de mis familiares ante la llegada de uno más a nuestra casta. A los suyos mejor sería no decírselo por el momento, que ya imagino sus malas caras. Al final, como casi siempre, estaré sola ante el peligro, pues en este hogar la única que intenta la normalidad es una servidora, así actuaré igual que una Gary Cooper contra su tribu, por otro lado, con más deseo que por algo nací mujer.

Con tanta preocupación, empieza a dolerme la cabeza, tal vez el dolor venga también por olvidarme de la maldita pastilla, ahora hay que tener valor. Por veces, hasta el propio pensamiento trata de ocultarse. Mis padres estarán contentos, la suya con las cuerdas vocales en el infierno. Sí, la culpa viene solo de la nuera, aunque no en el sentido que considera ella. La culpa llega por seguirles el rollo y no romper de una vez por todas, el único delito surge por tenerlo malcriado.

Luego dirá que está apagado, que nunca lo dejo en paz. A mí me apetecen ciertas cosas, pero tengo que hacer de esclava. Él, en cambio, merece más atención, que por algo acabó una carrera, aunque casi sin esfuerzo, digo realmente sin esfuerzo, pues sé que dedicó más tiempo al exceso juerguista que a dedicarse a estudiar e ir a clase; así no me extraña que no se acuerde de nada, hay demasiada información sin valor en su memoria.