Sólo escribo basura, errores que se aplastan por si
mismos. Lo que ocurre no es que nadie me entienda sino que uno no entiende
nada. El mundo gira, la gente se queda como siempre y el autor busca una muerte
recompensada. Recompensada con la fama, con el dinero y el reconocimiento.
Seguro que hay personajes que buscan doble significado en mis palabras,
mensajes ocultos en los cuales se muestran las grandes verdades, las verdades
oscuras en definitiva; no los hay. Soy un ser simple, en su día pendenciero y
sinvergüenza, ya hoy en día sin
respuesta y perruno, acomodado al fin y al cabo. No busques, pues, grandes
recompensas en mis escritos.
Si te fijas, lo que hago se reduce a un baile a
través del cual repito siempre los mismos pasos y notas. Un poco de mi vida,
unas nociones de religión casera (sí, existe la religión casera, la inventé yo)
y mucho de la mujer que más me odia. Con eso, y con la ayuda de la música que
me acompaña cuando escribo, todo está hecho. Ante la mezcla mágica, hasta el
propio creador se queda perplejo. Desde el punto de vista productivo, la
fórmula tiene éxito: dos novelas y cuatro poemarios acabados dan
muestra de ello. Desde el punto de vista de la calidad quizás flojea. No
debiera ejercer la autocrítica, cualquiera se da cuenta de que mi opinión nace
desde el meollo de la subjetividad, aún así hoy quiero castigarme, flagelarme
con mis trucos baratos de comediante y exhibicionista.
Como cantan Barricada “ninguna bandera me pone
carne de gallina” ni tan siquiera la propia. Si quieres leerme (al final lo
estás haciendo) no te sofoques pues. Aquí no buscamos grandes metas, aunque
tampoco ponemos en duda la capacidad intelectual de los compañeros de viaje,
todos necesitamos literatura liviana, aunque venga acompañada de un exceso de
metáforas.
Llegado a este punto del texto aparece el momento
en que el autor ya no sabe que escribir y escribe lo primero que se le viene a
la cabeza, algo así como que no se le ocurre nada. Otra forma de encontrar una
salida viene al recoger una palabra del disco que escucha en este momento; o
mejor todavía, agarrar un libro de otro autor y no soltarlo hasta haberle
sacado la esencia al transponer con otras palabras su ritmo interno. Sí, estáis
en lo cierto, todo vale.
Se prepara la gran explosión para crear el universo
que algo, alguno, quizás tú, ha creado para nosotros. Seamos felices con lo
dado aunque nos rodee la tristeza; aún podemos respirar aire, aún podemos hacer
el amor, forniquemos entonces como posesos hasta que el mundo se acabe, la
causa merece la pena (yo también lo intento).
Ahora la pregunta parece obvia: ¿por qué seguir
adelante? Sólo para pasar el tiempo, para quedarse estancado en el punto de
salida. No lo sé; ya os dije, entrelíneas, que soy un ignorante. Tan sólo
espero la caridad o el compadreo o las dos cosas a la vez; nada importa,
tampoco mi religión casera (a mí sólo me ha dado quebraderos de cabeza), y sin
embargo sigues leyendo: ¿será magia?
Seré breve porque los textos largos parecen una
cárcel, muy bien decorada pero cárcel después de todo. Ignoró si compraría un
libro mío si fuese de otro, digo ya uno porque estoy leyendo las próximas críticas
distanciadoras: el texto parece que no avanza y al final no dice nada, resulta
una mezcla rara entre poesía y pornografía, un títere sin pies ni cabeza, un
engendro del malestar. No os cortéis, es lo que pensáis, nada importa.
David Foster Wallace se ha suicidado, creo con una
escopeta o rifle (no sé si son lo mismo, sí, soy un ignorante), pero nada
importa. He leído algo de él, algún ensayo, y me ha cautivado, ¿soy yo su
sucedáneo? La canción dice que “he perdido mi apuesta por el rock and roll” y
para los ávidos de señales o datos diré que la estoy escuchando en el disco grabado
en directo “pequeño cabaret ambulante” de Enrique Bunbury; ya lo sé, está mal
mostrar los engranajes, pero estoy harto de lo que está bien y lo que está mal,
soy un iluso y sólo escribo esta línea para darle una línea más a un párrafo en
el que salen dos grandes autores.
Me gusta mencionar nombres y asociarlos con
sensaciones, nace así otro recurso, muchas veces repetido pero no por ello
menos odiado. No voy a abandonar, así como así, este barco que se hunde,
necesito un poco de sal para mi rodaballo (otro recurso: mencionar algo que no
tiene nada que ver con lo que se escribe: rompe el ritmo y despierta).
Entretanto podéis poner la sartén en el fuego y empezar a calentar el aceite,
ya tengo hambre y necesito vitaminas para continuar.
Continuaremos con una referencia a la actualidad,
ésa que sale en los telediarios y en los periódicos: “los alumnos del C. F. I.
P. Compostela se manifiestan por el uso del tolueno, compuesto tóxico que usan
en sus clases prácticas”. En el disco Enrique brama: “El va pidiéndole a Dios
que se lo lleve con ella…. Por eso va buscando la muerte” Ya no sé lo que digo,
llega el momento de desvarío, esos momentos que ponen de los nervios a mis
detractores, di algo más Enrique, te necesito.
La escritura parece ya entrecortada, como si el
autor se hubiera tomado algo para sacar palabras de donde no las hay, la
canción acaba pero no las palabras, ha llegado el momento de la verdad y ya
está pensando un final, un final sobre el cual nunca hasta ahora habría llegado
a pensar que llegaría (y perdón por repetir el verbo, me gustan los juegos de
palabras). En el disco el público pide “otra” repetidamente, “bravo, bravísimo”
(esto lo digo yo).
Llega el tango final, agarrate a mis michelines
objeto de comida basura como mis escritos. No esperéis peras del olmo, todo se
acaba, el ensayo está completo y ha llegado a su punto de inicio. ¿A qué no he
añadido nada que no hubieras sabido antes?
Muchísimas
gracias por haber llegado hasta aquí, de todas formas, ya os espero en el
próximo ensayo. Ahora necesito descansar y olvidar que no he hecho nada,
necesito pensar en objetivos, en falsos logros, en creerme un artista, por todo
lo que me empeño, y no llegar ni tan siquiera a simple artesano: Sólo escribo
basura, errores que se aplastan por si mismos casi como una buena película
porno de ésas que tanto nos gustan y que abandonamos a los quince minutos por
lo que nos provoca.
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