La princesa no es de sangre azul, ha abdicado y hace la calle
en las afueras de la capital. No gana mucho, sólo lo suficiente para vivir.
Nunca se ha encontrado con ningún príncipe o caballero galante, su vida está
llena de gañanes, sinvergüenzas o meros cobardes. Lucha cada día por alimentar
a su único pero desesperado hijo.
En noches aciagas piensa en su antiguo pasado lleno de
riquezas y placeres, queda lejos la imagen, hoy le han escupido en la calle,
son gajes del oficio, todo el mundo lo sabe. A veces tiene atisbos de
felicidad, algún cliente respetable, un regalo de los nuevos tiempos. No, no
hay salida, todos la queremos.
Princesa que te llamamos España, por ti lloramos y peleamos.
Tú eres nuestra senda, nosotros somos tu arrastre.
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