No me digas que ya lo sabías. No hay clemencia para los
perdedores. La competencia es abrumadora. Hay un concurso de celebridades en un
poblado gitano. Ya no crees en Dios, tampoco en la Virgen. Rezas al becerro de
oro, lloras de rodillas y suplicas otro duples de rayas. No te olvido.
Recuerdo un círculo mágico en tu vientre, la postura del misionero
y tu padre protestando. No hay clemencia para los perdedores. La lista de
caricias se marca a fuego en tu espalda. Somos los amos del planeta de mis
versos. La aspiración de un poeta corrompido por las palabras que no son mías.
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