Rotterdam puede llegar a gustar mucho, o todo lo contrario: no admite
medias tintas. Es un caso “raro” entre las ciudades de Holanda, no se
parece a las demás. Es tan vieja como las otras, desde luego. Su origen
se remonta al siglo XIII, cuando unos pescadores apañaron un dique (
dam)
en el río Rotter. Y aventajó a las demás en opulencia y tráfico
comercial gracias a su puerto, que es hoy día uno de los mayores de
Europa. Pero el 14 de mayo de 1940, las bombas nazis destruyeron casi el
80% de su casco antiguo. Tuvo que renacer, reinventarse. Y no lo hizo
restaurando el pasado, sino mirando al futuro. Rotterdam es un
laboratorio, un experimento (no siempre logrado) de cómo serán las
ciudades del porvenir. Por su arquitectura, en primer término. Pero
sobre todo por su perfil abiertamente verde y ecológico, acuático,
cosmopolita (la mitad de sus 600.000 habitantes no son holandeses de
origen), joven, dinámico; sus inquietudes artísticas, culturales y
sociales hubieran encantado a su vecino más ilustre, que parece que
siguiera vivo, el humanista Desiderius Erasmus.
9.00 Nueva puerta de entrada
La renovada
estación central (1) (estará acabada en
unos meses) acoge a quienes llegan por tren o avión (conexión directa
con el aeropuerto de Schiphol), dándoles la bienvenida bajo una especie
de arco triunfal que recuerda a construcciones de las antiguas colonias
de Indonesia y apunta como una flecha a la vanguardia que nos espera. En
el vecino
Rotterdam Info Café (Stationsplein, 45) se
pueden obtener folletos (en español) sobre rutas temáticas de arte y
arquitectura, así como adquirir la Welcome Card (un día, 10 euros), que
permite moverse en metro, tranvía o autobús y obtener descuentos en
museos y locales. Si preferimos avanzar a pie hacia el centro, nos van a
escoltar enseguida los primeros edificios llamativos, como las
torres-espejo de
Nationale Nederlanden (2), o
De Calypso
(3), un conjunto de apartamentos, oficinas y tiendas de gran colorido y
movimiento, a punto de inaugurarse. Y toparemos con el Singel o canal
que se abrió en 1859 para mejorar la higiene urbana. Nos dirigimos al
Museumkwartier
o barrio de los museos y, como aperitivo, en el parque lineal que
arropa al Singel iremos encontrando piezas de Rodin, Picasso (
Sylvette, 1970) y otros escultores.
10.00 El barrio de los museos
De obligada visita es el
Museo Boijmans Van Beuningen (4), el mejor de la ciudad. Sus colecciones de arte antiguo y moderno son de lo mejorcito del país. Justo enfrente, el
NAi
(5) (Nederlands Architectuurinstituut) se muestra con paños de cristal
reflejados en una lámina de agua; es, desde hace una década, referencia
obligada como museo pionero de arquitectura, pero también como punto de
encuentro para debates, comprar libros o tomar un café o almuerzo
ligero. El mismo billete de entrada sirve para visitar
Huis Sonneveld
(6), extraordinaria vivienda de 1933 que conserva intacto el mobiliario
de época. En los jardines que enlazan ambos museos, un edificio
racionalista de 1939 aloja la obra de Henk Chabot y algunos coetáneos
afines al expresionismo. Cruzando el Museumpark (trazado por el paisano
Rem Koolhaas) se llega al
Kunsthal (7), que no tiene
colección permanente (solo hace muestras temporales), pero es en sí una
obra de arte, de lo mejor de Koolhaas en su ciudad. Para rematar este
paseo cultural se puede regresar a
Blaak (8), el
bulevar eje del trajín comercial, para dar allí con otros dos museos
notables, la Schielandshuis, edificio del siglo XVII restaurado tras un
incendio, y el
Maritiem Museum, levantado en 1986 por otro de los arquitectos más pródigos en la ciudad, W. G. Quist.
12.00 Un rascacielos pionero
Siguiendo por Blaak se alcanza Oude Haven (viejo puerto), tras
atravesar una explanada convertida en nudo de transportes y aprovechada
los fines de semana para un mercado callejero en torno a la
iglesia de San Lorenzo
(9), el único edificio gótico que aguantó las bombas de 1940; a sus
pies, la estatua más antigua del país dedicada a Erasmo. El Oude Haven
es uno de los rincones más plácidos y gratos de Rotterdam, con terrazas
asomadas a los muelles, barcos de atrezo (y otros, más retirados, que se
usan de vivienda) y edificios singulares. Por un lado,
Witte Huis
(1898) (10) fue uno de los primeros rascacielos levantados en Europa,
con ladrillo, mosaicos y figuras modernistas; enfrente, el complejo
Kij-Kubus
(11), viviendas en forma de cubos amarillos inclinados que P. Bloom
proyectó en 1984; se puede visitar el interior de una de ellas. Para
comer algo ligero, rodeados de periódicos, revistas y gente guapa,
Café Brasserie Dudok
(12), antigua sede de seguros del XIX; o, algo más alejado, De Unie M,
un café de 1925 destruido por las bombas y reconstruido (su fachada es
un prodigio) según los planos de su artífice, J. J. P. Oud.
15.00 La aventura americana
Es hora ya de cruzar el río Mosa por el
puente Erasmus (1996) (14), apodado “el cisne” por su forma y convertido en icono, para así llegar a
Kop van Zuid,
el barrio portuario del sur donde almacenes y tinglados se transmutan
en pura vanguardia arquitectónica. Junto a un edificio de Renzo Piano
cuya fachada es toda ella una pantalla O (sede de
KPN Telecom)
se está levantando una mastodóntica “ciudad vertical” de vidrio, obra
de Koolhaas, y, como suele ocurrir, no exenta de polémica. Norman Foster
firmó el
World Trade Center, y Álvaro Siza, una torre de viviendas (New Orleans) cuyos bajos alojan
LantarenVenster,
centro de música y cine que te permite estar como en el salón de casa.
En el extremo de esa plataforma portuaria estaba la terminal de buques
que partían hacia América a finales del XIX y principios del XX; las
antiguas y elegantes oficinas son ahora el delicioso
Hotel New York (16).
17.00 Postal para la nostalgia
Mucho antes, en 1620, partieron otros barcos y otros “peregrinos” desde los muelles de
Delfshaven
(17), barrio que conserva en su dársena el aroma épico y marino de
aquel siglo de oro. Allí sigue la iglesia de entonces; la cervecería más
vieja de la ciudad,
De Pilgrim (Aelbrechtskolk, 12);
la casa de Piet Heyn
(un héroe que ayudaba a aliviar peso a los navíos españoles, llevándose
el oro), hasta el típico molino de postal, que sigue funcionando. Es un
barrio tranquilo y evocador, tomado ahora por gentes llegadas de todo
el planeta (en Rotterdam conviven 166 nacionalidades) que reflejan en
pequeños comercios su rica diversidad.
19.00 Cocinas exóticas
El pulso más bullicioso de Rotterdam late en
Centraal District (18), en torno al ayuntamiento (neorrenacentista, 1920), el
Schouwburg (teatro municipal) y la
Lijnbaan,
la primera arteria peatonalizada para el comercio en Europa. Allí las
tiendas de marca alternan con bazares populares, las coctelerías más de
moda, como
Blender (Schiedamse Vest, 91), con locales
tradicionales. Dada la diversidad étnica, es posible encontrar cocinas
exóticas de gran calidad, como
Asian Glories (Leeuwenstraat 15-17), o sitios que recuerdan con glamour el pasado marino, como
De Matroos en het Meisje (“el marinero y la chica”; Delistraat, 52) o
Las Palmas (Wilhelminakade, 330). La vida nocturna se concentra en torno a las calles
Nieuwe Binnenweg y
Witte de Withstraat (19); en la primera se encuentra
Rotown, y en la segunda,
De Witte Aap, dos de los locales más recomendables.
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