FAUSTO (Solo.)
Espíritu
sublime, tú me has dado todo cuanto te pedí. Tú no has hecho que
volviera en vano mi rostro hacia el fuego. Me has dado a la magnífica
naturaleza por reino y fuerza para sentirla y disfrutarla. No sólo me
concedes una visita fría y pasiva. Me permites mirar en su hondo pecho
como en el pecho de un amigo. Haces pasar ante mí el conjunto de lo
viviente y me enseñas a conocer a mis hermanos en las tranquilas
frondas, en el aire y en el agua. Y cuando en el bosque brama y gime la
tormenta, cuando los enormes pinos, agitándose, aplastan y tumban las
ramas y los troncos vecinos, cuando con su caída retumba sorda y hueca
la colina, tú me llevas a una segura caverna y allí me muestras a mí
mismo y se me desvelan los secretos prodigios de mi corazón. Al subir
ante mi núrada la suave luna, que todo lo apacigua, flotan sobre mí, por
el húmedo bosque, en las laderas rocosas, formas plateadas que
dulcifican el deseo de contemplación.
Ah,
ya noto que no hay nada perfecto para el hombre. Además de este placer
que me acerca a los dioses cada vez más, me diste el compañero al que no
puedo renunciar, por más que, frío y descarado, me humille ante mí
mismo y, con su palabrería, reduzca a nada todos tus dones. Él atiza en
mi pecho el fuego salvaje que quiere atrapar esa bella imagen.67 Así me tambaleo yendo del deseo al placer y, una vez en el placer, ansío el deseo.
MEFISTÓFELES
¿Ya
has vivido bastante este tipo de vida? ¿Cómo puede gustarte por tanto
tiempo? Es bueno probar; pero después hay que volver a buscar lo nuevo.
FAUSTO
Preferiría que tuvieras otra cosa que hacer que molestarme en un precioso día.
MEFISTÓFELES
¡Bien!
¡Con gusto te dejo descansar! No hace falta que te pongas tan serio
para decírmelo. No se pierde mucho dejando a un acompañante tan
ineducado, loco y melancólico como tú. ¡Ya estoy bastante ocupado el día
entero! Por la cara nunca se le adivina al caballero que es lo que le
gusta y que no hay que tocar.
FAUSTO
¡Así es como hay que tratarte! ¡Aún quieres que te agradezca que me estorbes!
MEFISTÓFELES
Pobre
hijo de la tierra, ¿cómo podrías haber vivido sin mí? Te he curado hace
mucho tiempo de los devaneos de la imaginación y si no fuera por mí ya
habrías sido barrido de la esfera terráquea. ¿Por qué vas a sentarte en
las cavernas y en las grietas de las rocas como un búho?, ¿qué alimento
absorbes como un sapo del blando musgo y de las rocas húmedas? ¡Valiente
pérdida de tiempo! Aún llevas dentro al Doctor.
FAUSTO
¿Comprendes
qué nueva fuerza vital me concede este caminar por el desierto? Si lo
supieras serías suficientemente diabólico como para quitarme esta dicha.
MEFISTÓFELES
¡Un
placer sobrenatural! Tenderte en los montes por las noches, al relente;
abarcar la tierra y el cielo con deleite y crecer hasta convertirse en
un dios; penetrar con el impulso de un presentimiento el tuétano del
mundo y sentir en el pecho los seis días de la creación; disfrutar con
no sé qué orgulloso poder; fundirse con todo disfrutando de emoción y
luego concluir la alta intuición (Hace un gesto.) inefable.
FAUSTO
¡Qué vergüenza!
MEFISTÓFELES
No
te place esto, entonces bien podrías decir un educado: «¡Qué
vergüenza!». No se debe mencionar ante oídos castos aquello a lo que los
castos corazones no pueden renunciar. Para abreviar: te dejo tu placer
de engañarte de vez en cuando, pero no ha de durarte mucho tiempo. Estás
otra vez a la deriva y, si sigues así, encallarás en la locura o en el
miedo y el horror. Basta ya. Si tu amada entra ahí, todo le parecerá
angosto y turbio. No sales de tus pensamientos y te amas sin medida. Al
principio se desbordó la furia de tu amor como crece un arroyo en el
deshielo, y después de verterlo en el alma, tu arroyuelo fluye
tranquilo. Creo que después de ser entronizado en los bosques, el gran
señor bien podría premiar por su amor a ese pobre animalito adolescente.
El tiempo se le hace insoportablemente largo, se asoma a la ventana, ve
las nubes sobre las antiguas murallas de su ciudad. Ella canta «¡Si yo
fuera un pajarillo!» el día entero y hasta medianoche. De pronto está
animada, casi siempre triste. A veces llora hasta no poder más, luego al
parecer se tranquiliza y siempre está enamorada.
FAUSTO
Ah, serpiente, serpiente.
MEFISTÓFELES (Para sí.)
De acuerdo, con tal que pueda atraparte…
FAUSTO
¡Malvado!
Aléjate y no te atrevas a pronunciar el nombre de esa bella mujer. No
vuelvas a despertar en mis sentidos medio trastornados el deseo de
poseer su tierno cuerpo.
MEFISTÓFELES
¿Qué lograrás con esto? Ella cree que has huido y más o menos tiene razón.
FAUSTO
Estoy
cerca de ella y, aunque estuviera lejos, no podría olvidarla ni
perderla. Incluso envidio el Cuerpo de Cristo cuando al tomarlo lo roza
con sus labios.
MEFISTÓFELES
¡Muy bien, amigo! Yo muchas veces te he envidiado por esos mellizos que pacen entre las rosas.68
FAUSTO
¡Apártate!, ¡alcahuete!
MEFISTÓFELES
¡Bien!
Me insultas y tengo que reírme. El Dios que creó al muchacho y la
muchacha reconoció como el más noble oficio buscarles la ocasión. ¡Pero
menuda calamidad te espera! Tienes que ir al cuarto de tu amada, no a la
muerte.
FAUSTO
¿Qué
gozo celestial siento entre sus brazos? Déjame que me abrigue en el
calor de su pecho. ¿No siento siempre su tribulación? ¿No soy el
fugitivo sin refugio, el monstruo sin objetivo ni descanso que, en
cascada y de roca en roca, cae al abismo, iracundo y lleno de deseos? Y
ella, a un lado, con su sensualidad infantil y apagada vivía en su
chocita de los Alpes con todos los cuidados domésticos reunidos en su
pequeño mundo. Y yo, el odiado de Dios, ¿no tenía suficiente con
llevarme conmigo las rocas y convertirlas en escombros? ¡Tuve también
que sepultar su paz! Infierno, querías este sacrificio. Demonio, acorta
el tiempo de mi angustia. Lo que ha de ser, que sea ahora mismo. ¡Que su
destino caiga sobre mí y ella sucumba conmigo!
MEFISTÓFELES
¡Cómo
vuelves a hervir y a arder de nuevo! Ve a consolarla, demente. Cuando
un imbécil no ve la salida, se imagina que todo ha concluido. ¡Bravo por
aquel que no pierde el valor! Tú ya estás bastante endemoniado y no he
visto nada más ridículo que un demonio presa de la desesperación.
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