Abrió la bolsa que parecía un estuche de supervivencia con todo lo necesario para pasar un día de juerga, hachís, un par de condones, una navaja de supervivencia, una foto manoseada de su hijo, una memoria usb con vete a saber que archivos, un paquete de tabaco negro,… la vida se nos iba.
Bajo aquella ducha empezamos a manosearnos, como quien manosea sustancias prohibidas, con ganas de acabar con todo. Fuimos descubiertos por el agua que caía, la tarde quedaba lejos, la mañana del día siguiente aún más.
Le expliqué que probablemente estaría muerto dentro de poco. Sí, supongo que a veces me pongo gracioso sin ningún motivo, sólo para reírme de mi mismo, se acababa el año, y todo me importaba una mierda. Por un momento contuve la risa floja que me caracteriza, esa risa de niño tan querida y a la vez odiada, me dijo cosas que hasta ahora nadie más me ha dicho, que quizás nunca más nadie me dirá en lo que me queda, ¿Cuánto me queda?
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