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lunes, 14 de mayo de 2018

50 aniversario Mayo del 68

La Revolución de Mayo del 68 no fue neoliberal: era marxista, radical y libertaria

“Las autoridades han hecho todo lo posible para separar la dimensión cultural de la política de esa revolución, y así hacerla inofensiva", explica François Cusset, profesor de la Universidad de Nanterre, "era un movimiento anarquista-libertario".


Estudiantes y trabajadores durante una de las manifestaciones de mayo del 68. / AFP





“No seáis como corderos”. “Está prohibido prohibirse la comodidad de una berlina”. “Liberaos. Dejad el volante”. La compañía francesa de trasporte privado Chauffeur Privé ha inspirado su última campaña publicitaria en la Revolución del Mayo del 68 en Francia. No es ninguna novedad esta reapropiación por una empresa privada de algunos de los lemas de esa revuelta libertaria, que tuvo lugar hace cincuenta años. A principios de la década de los ochenta, el economista liberal Michel Albert ya presumía de que “debajo de los adoquines, había la empresa”, en lugar de “la playa” y otra forma de vida más feliz con la que soñaban los soixante-huitards.
“Prohibido prohibir”. “Disfrutemos sin obstáculos”. “Como más hago la revolución, más me apetece hacer el amor”. Los eslóganes más conocidos del Mayo del 68 evocan un movimiento hedonista, que quería romper con las normas demasiado estrictas y las costumbres demasiado conservadoras de las sociedades de la postguerra. Una movilización liberal-libertaria que supuestamente habría facilitado el auge del individualismo, el capitalismo desregulado y la globalización financiera.


“Tenemos que olvidar el Mayo del 68”, ha asegurado en reiteradas ocasiones el ecologista Daniel Cohn Bendit, quien considera que la mayoría de las reivindicaciones de esa revuelta, sobre todo la liberación sexual y de las costumbres, ya han sido satisfechas. De hecho, Cohn Bendit es visto como uno de los ejemplos más célebres del giro conservador de los soixante-huitards. Tras haber sido uno de los portavoces más carismáticos del Mayo del 68, Cohn Bendit reivindicó el carácter liberal-libertario de esa revuelta para justificar su afiliación a un ecologismo reformista y moderado. Y ahora es un ferviente adepto del presidente francés, Emmanuel Macron.

Todavía más radical resultó la conversión ideológica de Denis Kessler, otro célebre militante francés del Mayo del 68. Este joven maoísta abrazó una década más tarde el neoliberalismo y terminó siendo elegido como vicepresidente del Medef, la patronal francesa. Casi cuarenta años después de la revuelta, Kessler defendía en 2007 que hacía falta “desmantelar metódicamente el programa del Consejo nacional de la Resistencia”, fundamento del avanzado modelo social francés. En la lista de soixante-huitards convertidos al neoliberalismo, que es bastante larga, también ocupan un lugar destacado los nouveaux philosophes, como André Glucksmann, Alain Finkielkraut o Bernard-Henri Levy. 

¿Una revolución liberal-libertaria?

 

La tesis de que el Mayo del 68 facilitó la ola neoliberal ya fue defendida en Francia por el heterodoxo intelectual Régis Debray en 1978. De vuelta al país galo tras su paso por la Revolución Cubana al lado del Che Guevara, Debray, que no participó en la revuelta francesa, denunciaba entonces que “Mayo del 68 había sido la cuna de la nueva sociedad burguesa” y que “había satisfecho los deseos del capital, dispuesto a violar sus tabúes”. Una idea también defendida por otros actores de la izquierda francesa como el ensayista homosexual Guy Hocquenghem que en su Carta abierta a aquellos que han pasado de Mao a Rotary, denunciaba de forma satírica a aquellos izquierdistas del Mayo del 68 que traicionaron sus ideales por oportunismo.

“La idea de que el Mayo del 68 favoreció el neoliberalismo fue construyéndose a partir de finales de la década de los setenta. Pero esta no se corresponde con la realidad, puesto que fue una revuelta emancipatoria”, explica en declaraciones a Público François Gèze, antiguo director de la editorial progresista La Découverte. “Todos aquellos soixante-huitards que luego se erigieron en defensores del neoliberalismo fueron una minoría, que se correspondía con los militantes más dogmáticos de los grupúsculos leninistas o maoístas. Pasaron de un dogma a otro”.

Gèze tenía veinte años en 1968 y participó en la revuelta como un estudiante en un instituto en Toulouse, donde hicieron huelga, lo ocuparon y los estudiantes se hicieron cargo del establecimiento a través de la autogestión. “Todo el mundo hablaba con todo el mundo. Habían desaparecido las barreras de clase y la verticalidad en la sociedad. Fue un momento de una gran generosidad”, recuerda Gèze, quien considera que el espíritu de esa revuelta tenía poco que ver con el individualismo neoliberal.
“No es cierto que la Revolución del 68 favoreciera la ola neoliberal. En realidad, lo que sucedió es que el nuevo capitalismo del espíritu emprendedor y de Silicon Valley se reapropió de los logros culturales de esa revuelta, como la revolución sexual y la exaltación de la juventud y de la creatividad”, explica a este diario el historiador de las ideas François Cusset, autor del libro Contre-discours de Mai (Contra-discursos de Mayo). Este profesor de la Universidad de Nanterre, donde se originó la revuelta de 1968, considera que “las autoridades han hecho todo lo posible para separar la dimensión cultural de la política de esa revolución, y así hacerla inofensiva. Pero en realidad no se trató de un movimiento liberal-libertario, sino anarquista-libertario”. 

Una mujer se manifiesta por los estudiantes y trabajadores en mayo del 68. / AFP

La mayor movilización social del siglo XX en Francia

 

Según el politólogo Boris Gobille, la etiqueta de que el Mayo del 68 fue un movimiento liberal-liberario “es fruto de las reinterpretaciones que algunos de los actores más conocidos de la revuelta, como Cohn-Bendit o Serge July, antiguo director de Libération (diario fundado bajo el espíritu revolucionario), hicieron en función de sus trayectorias personales”. “Esta visión daba a entender que el Mayo del 68 sólo fue una revolución de las costumbres y a favor de la liberación sexual, pero ignoraba el gran impacto que tuvo entonces la movilización social más importante en la historia del siglo XX en Francia”, añade Gobille, quien ha publicado recientemente la obra Mai 68 par celles et ceux qui l’ont vécu (Mayo del 68 para aquellas y aquellos que lo vivieron) que recoge más de 300 testimonios de soixante-huitards anónimos.

Difíciles de englobar en una sola etiqueta, los hechos del 68 francés empezaron el 3 de mayo con la evacuación policial de los estudiantes que ocupaban la universidad de Nanterre, en el norte de París. Desde entonces, se fueron sucediendo las manifestaciones de los universitarios, las confrontaciones violentas en las calles de París con las fuerzas del orden y la construcción de barricadas en el Barrio Latino de París, que rememoraban la Comuna de 1871. La movilización de los estudiantes convergió rápidamente con la de los obreros y los campesinos. Esto desembocó el 13 de mayo en la mayor huelga general de la historia de Francia: siete millones de personas participaron en ella.

Las ocupaciones en las fábricas, los secuestros de patrones industriales y las confrontaciones entre revolucionarios y los militantes gaullistas de los Comités de defensa de la república (CDR), partidarios del gobierno del general De Gaulle, se fueron repitiendo hasta finales de junio. Los jóvenes revolucionarios sufrieron una contundente derrota con la holgada mayoría absoluta que el gaullismo logró en las elecciones legislativas convocadas de manera anticipada el 23 y 30 de junio. Sin embargo, ya consiguieron entonces significativos avances sociales, como un incremento del salario mínimo del 37%.
“El Mayo del 68 supuso una revolución integral provocada por el desborde que comportó la movilización masiva de estudiantes, obreros y campesinos. Se trata de la última de las revoluciones marxistas en las que se cuestionaba el poder establecido, aunque los revolucionarios de entonces tampoco mostraron un gran interés para asaltar el Elíseo”, explica Cusset, quien considera que “las revueltas de finales de los sesenta representaron el final de los treinta años de avances progresistas y sociales después de la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial”.

En la obra 1968. Des grands soirs en petits mains (1968. Grandes noches en pequeñas manos) —una de los libros más destacados publicados en Francia durante este cincuenta aniversario—, la historiadora Ludivine Bantigny describe el motor del Mayo del 68 en uno de sus eslóganes a menudo olvidados: “Todo es política”. “Hacer de la política una cosa compartida, el bien común de todas y todos, aquello en que cada uno puede expresarse y debatir. Durante esas semanas de primavera, se reanudó con la democracia de lo cotidiano, como se hacía en la Grecia antigua, pero liberados de la esclavitud, la muleta trágica de la Atenas clásica”.En definitiva, la revolución del Mayo del 68 resultó sinónima de radicalidad democrática, nada que ver con el individualismo y el dejar la política en manos de profesionales, como propugna el neoliberalismo.