Entrada destacada

Libros de Juan Carlos Pazos desde 0,99€

  https://www.amazon.com/author/juancarlospazosrios "PARANOIA" https://www.amazon.es/gp/product/B09RTN9R15/ref=dbs_a_def_rwt_hsch_...

jueves, 17 de octubre de 2019

Felicidad y tristeza







Felicidad y tristeza - Literatura

Estábamos lejos de casa, alguien había logrado impresionarla, todas las versiones coincidían en que yo tenía la culpa, cobré el precio estipulado por contar un mal chiste, pagaste contenta, con una felicidad llena a sabor a cerveza mejicana mezclada con un toque de limón. No eras la que peor estabas, tampoco la más serena. Tus padres se asustaron con tantas ínfulas de macho. Todo salió mal, pero hoy no voy a pasar por nuestra calle, la calle de los presagios cumplidos, la calle que compartimos entre apuntes, platos sin lavar e inocencia corrompida, pero aun así todavía inocencia.
No me digas que ya lo sabías. No hay clemencia para los perdedores. La competencia es abrumadora. Hay un concurso de celebridades en un poblado gitano. Ya no crees en Dios, tampoco en la Virgen. Rezas al becerro de oro, lloras de rodillas y suplicas otro duples de rayas. No te olvido.
Recuerdo un círculo mágico en tu vientre, la postura del misionero y tu padre protestando. No hay clemencia para los perdedores. La lista de caricias se marca a fuego en tu espalda. Somos los amos del planeta de mis versos. La aspiración de un poeta corrompido por las palabras que no son mías.
Éramos felices y todo salió mal o simplemente no salió. Llegó la hora y decidimos decirnos adiós. No sabíamos si fuimos amantes, amigos o compañeros, recuerdo tu risa  y el primer beso… Ahora sustituyo aquella felicidad por el placer sin más.

Caballo regalado




Caballo regalado - Literatura
Ninguno de mis colegas conoce los verdaderos problemas que tengo con la bebida. Nunca parezco estar ebrio, pero los errores que perpetro los identifico bien, habrían podido producirse sin estar bebido; aunque esta afirmación no sirve de disculpa, en el fondo me doy cuenta de que el aborrecimiento contra mí mismo me incita a beber todavía más. Tanto alcohol me deja atolondrado y torpe en mis reacciones, todos mis amigos lo pueden ver, pero incluso así lo ignoran porque creen que es culpa mía, que no les incumbe los errores ajenos.
Aún con la boca amarga, decido examinar mi rostro en el espejo para confirmar mi identidad. Tengo ojeras, legañas y el pelo engrasadamente desordenado; pero a grandes rasgos puedo afirmar que tengo el mismo careto. Por mi reflejo, deduzco que estoy decaído, pero solícito de tentaciones que alumbren los últimos destellos de mi juventud. Sin embargo, ante la propia incredulidad, saco la lengua buscando quizás una reacción repulsiva. Palpo luego la papada de este animal amancebado por el tedio, lo hago como si de verdad estimara ese símbolo excelso de mi buena vida. Mi ojo con legañas guiña una complicidad a mi aparente felicidad. Para acabar el espectáculo, examino los dientes a la vez que entrecierro los párpados.
Mis músculos faciales son los de un caballo regalado que se encabrita para golpear mi insondable insignificancia. Todos sus gestos son meras presunciones, simples mascaras cotidianas que acuartelan las realidades verdaderas. Este ensayo esta desquiciado por la indiferencia del sujeto pensante, él le obliga a languidecer en su absurdo. No obstante, mi faz desprende, cínicamente, una última sonrisa, después de ser lavada y antes de que apague la luz del espejo.
De regreso a mi lugar de descanso, y a la vez de guerra, pongo un albornoz sobre mi cuerpo propio pero ajeno. También ajusto la correa del reloj que me regalo mi madre hace un par de cumpleaños. Protegido del frío y de la perdida de tiempo, superviso de nuevo el sueño de Lucía. Que sea real o fingido importa poco. Lo mejor es dejarla tranquila para evitar que se dispare la representación de la víctima, agravada en su caso por la ingenuidad y confianza en un ser tan deleznable. Además de en su inocencia, últimamente está asentada en la presunción de que todo lo que yo intente está condenado al fracaso. Que no valgo nada en definitiva.

Letra en español de la canción de Simon & Garfunkel, The boxer (letra traducida)


Solo soy un chico pobre,
aunque mi historia raramente se cuenta.
He derrochado mi resistencia,
por un bolsillo lleno de murmullos (pocketful)
así son las promesas,
todo mentiras y burlas.
Aún así, un hombre escucha lo que quiere escuchar,
e ignora el resto.
Cuando dejé mi hogar y a mi familia,
no era más que un chico,
en compañía de extraños.
En el silencio de una estación de tren,
corriendo asustado.
Manteniéndome apartado,
buscando los barrios más pobres,
a donde va la gente más andrajosa,
buscando los lugares que solo ellos conocen.
Pidiendo solo un sueldo de obrero,
vengo buscando un trabajo,
pero no recibo ofertas,
solo un "vamos" de las prostitutas de la 7ª avenida.
Tengo que declarar que hubo momentos
en los que estaba tan solo,
que me tomé un descanso allí.
Luego, dispuse mi ropa de invierno
y deseando irme,
ir a casa,
en donde los inviernos de Nueva York
no me partiesen el corazón,
llevándome a casa,
yendo a casa.
En el claro, hay en pie un boxeador,
y un luchador por su oficio,
y lleva a cuestas lo que queda
de cada guante que le tumbó
y le cortó hasta que gritó,
con su furia y su remordimiento
"me voy, me voy",
pero el luchador todavía permanece.
Simon & Garfunkel - El boxeador

Letra de la canción The boxer, de Simon & Garfunkel, en inglés (english lyrics)


I am just a poor boy
Though my story's seldom told
I have squandered my resistance
For a pocketful of mumbles
Such are promises
All lies and jest
Still, a man hears what he wants to hear
And disregards the rest
When I left my home and my family
I was no more than a boy
In the company of strangers
In the quiet of a railway station
Running scared
Laying low
Seeking out the poorer quarters
Where the ragged people go
Looking for the places only they would know
Asking only workman's wages
I come looking for a job
But I get no offers
Just a come-on from the whores on Seventh Avenue
I do declare there were times
When I was so lonesome
I took some comfort there
Then I'm laying out my winter clothes
And wishing I was gone
Going home
Where the New York City winters
Aren't bleeding me
Leading me
Going home
In the clearing stands a boxer
And a fighter by his trade
And he carries the remainders
Of every glove that laid him down
And cut him till he cried out
In his anger and his shame
“I am leaving, I am leaving”
But the fighter still remains
Simon & Garfunkel - The boxer