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miércoles, 28 de diciembre de 2016

Placer del hambriento

La luz que ciega levanta mi alma en el callejón de los milagros. Veo lo obtuso, lo magro, y aun así reviento. Tendré salvación, no lo sé ni lo intento. Vendrán otros a levantar la bandera caída. Qué mi placer les sirva de escarmiento.

3 frases reflexivas: La Navidad

Comete el niño, qué no queda nada, ha aparecido la policía, corre mientras puedas. En los medios han puesto fin a la resurrección de los muertos, los viejos ríen su suerte. Si quieres ser feliz no leas esto, pero quizás ya es demasiado tarde.

Haiku de un fuego

Enterradas entre el barro
las cenizas encienden insensatas
el ahora tu brillo en sus ojos simple Sol.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Novela negra para Navidad: 15 recomendaciones esenciales

'Thrillers', reediciones, grandes series, nuestros héroes preferidos y alguna grata sorpresa en una variada selección de lo mejor del año

Getty
La Navidad es una excusa tan buena como cualquier otra para regalar libros. A la espera de un 2017 que empezará fuerte (Dennis Lehane, John Connolly o Bnejamin Black regresan en los primeros meses del año), vamos con un repaso a algunas de las mejores opciones negrocriminales para regalar. Va el mismo aviso de siempre: estos consejos y sugerencias son personales e intransferibles. No está ni de lejos todo lo que hay. Está lo que, desde mi modesto punto de vista, puedo recomendar con pasión: aquello que me he leído y me ha gustado.
Reediciones de clásicos, policías malencarados, maravillas con sangre en los estantes, un par de obras que me han dejado de piedra y thrillers de los buenos son algunas de las elecciones de este año. Pasen, lean y disfruten.

Reediciones que nunca están de más

La piedra lunar, Wilkie Collins (Navona). Esta novela es tantas cosas que uno no sabe por dónde empezar. Uno de los libros fundacionales del género, una proeza narrativa a varias voces, a todos los estilos. Una boutade del opiómano Collins, un libro que todavía es venerado y copiado. La versión que ha sacado Navona, en su colección de Ineludibles, cuenta con la excelente traducción de José Luis Piquero y una edición de lujo: buen papel, bonita encuadernación. Hablaremos más sobre esta joya.
La selección cumple con tres requisitos esenciales: son libros que he leído; hay un poco de todo y están en las librerías
El caso del asesinato de Benson, S.S Van Dine (Reino de Cordelia). Estamos ante una reedición más que justificada de un clasicazo: no solo recupera a un personaje tan irritante como atractivo, un tipo brillante, pedante y eficaz a partes iguales, un Sherlock Holmes en millonario, sino que además, gracias al trabajo de la editorial y de la traductora María Robledano, tenemos por fin una versión íntegra, con toda la gracia y todas las alusiones culturales que hasta ahora se habían sustraído de la edición en español.
La Dalia Negra, James Ellroy (Literatura Random House, traducción de Albert Solé). Entré de adolescente en el universo de este loco de las letras norteamericanas gracias a su interpretación del caso real de la tortura y muerte de Elisabeth Short, una excusa como otra cualquiera para desplegar su maestría y hundir las raíces de su narrativa en los efectos que para siempre ha dejado en él la muerte de su madre. Una novela que vuelves a leer ahora y sorprende todavía más por su fuerza y lo bien que envejece. Una excelente idea la de recuperarla en las librerías. Si no han leído al perro rabioso de las letras estadounidenses pueden empezar por este. Si lo han leído, pueden hacer como yo y volver a chutárselo.
Pueden leer también esta entrevista con Ellroy si quieren saber más sobre el personaje.
Caza al asesino, Jean- Patrick Manchette (Angrama, traducción de Joaquín Jordá). Les voy a dejar aquí con la acertada visión que Carlos Zanón nos regala en el prólogo de esta edición: “Fue un éxito de público y crítica; incluso los adversarios de Manchette la apreciaron. A priori esta novela es, en hechuras y reparto de papeles prototípicos, el traje más clásico del vestuario de Manchette. Pero con los buenos escritores nada es lo que parece ni tan sencillo como se pueda asemejar. El guiso argumental bebe aquí tanto del western crepuscular como de la novela del siglo XIX y principios del XX. Del primero toma la balada del pistolero que vuelve a casa (...) Pero nadie quiere al ser humano bajo la bestia feroz, sino que ésta se inmole o sea condenada”. No se puede decir mucho más. Déjense llevar por la voz del verdadero renovador del género negro en la década de los setenta del siglo pasado, por un escritor valiente y distinto, con todo lo que eso significa cuando se dice de verdad.
Nemesis, Jo Nesbo (Roja y Negra, traducción de Carmen Montes y Ada Bersten). El cuarto caso de Harry Hole llega ahora a las librerías de mano del sello de Penguin Random House, que está teniendo el detalle de publicarlas en orden. El inicio incluye una de las mejores narraciones sobre atracos a bancos que he tenido la suerte de disfrutar. El resto es la primera gran historia de Hole, la novela en la que su verdadero carácter eclosiona. ¿No han leído ninguna? Pueden empezar por esta y seguir adelante, no se van a arrepentir.
Les dejo un post, OJO, con spoilers, sobre mi devoción por el personaje.

Una joya que merece un capítulo aparte

Sangre en los estantes, Paco Camarasa (Destino). Un libro necesario, un diccionario personal, un anecdotario brutal sobre las últimas cuatro décadas del género negro, una apuesta extraña y lúcida, un artefacto a veces excesivo, único. Con inteligencia y humor, el que fuera libero de Negra y Criminal y factótum de la novela negra en España repasa la historia de la ficción criminal. Echarán en falta cosas y les sobrarán otras, pero les aseguro que leerán muchas historias que no sabían y saldrán de la lectura de este compendio imprescindible siendo un poco más sabios.

Cracks de distinto orden

Rey de Picas, Joyce Carol Oates (Alfagurara, traducción de José Luis López). Entre los escritores fuera de serie de EE UU esta dama neoyorquina destaca por su pericia a la hora de usar cuantas voces y géneros desee. En este caso se pone en la piel de un escritor de éxito, no tanto como le gustaría, con un lado oscuro que va ganando terreno. Un ejercicio de estilo entretenido y brillante; una pequeña muestra del reverso oscuro de la creación; una sátira sobre el mundo literario.
En Elemental publicamos esto hace unos días sobre el libro.
Redención, John Hart (Pàmies, traducción de Cristina Alegría). Lo más seguro es que estén entre los miles de fans del género que no han disfrutado de la literatura de este escritor estadounidense, el único que ha ganado dos veces seguidas el Edgar de novela negra, un poderoso constructor de historias, un caminante del lado oscuro de la vida. Pueden leer esta o No hay cuervos, de la que ya hablamos por aquí. Pueden dejarse llevar por su prosa, por sus historias tristes, por sus policías hechos polvo, por los niños, siempre los niños, que aparecen en sus novelas maltratados por un mundo que no terminan de comprender.
No he contado mucho sobre la historia. Les dejo aquí más para los que quieran seguir.
Sangre helada, Ian MacGuire (Roca, traducción de Santiago del Rey). La confianza en mi criterio se revaloriza cuando leo un libro, apuesto por él, la gente alucina, algunos se dejan llevar, otros ponen cara de “ya está Galindo con sus exageraciones” y de repente está entre los diez mejores libros de 2016 elegidos por The New York Times. Situada en un ballenero en el inicio del declive de esta industria, La sangre helada es un retrato vívido, crudo y brutal sobre un viaje a la nada, sobre la ambición y la miseria del ser humano. Violenta, tensa y con momentos que recuerdan al mejor Cormac McCarthy, la novela gira en torno a dos personajes (un médico sin nada que perder y un psicópata inhumano) y un ambiente claustrofóbico . Violencia, emoción y complejidad para mi libro del año.
Exagerado o no, aquí está lo que escribimos en Elemental (antes que The New York Times, jejeje) opiniones del autor incluidas.

Órdenes sagradas, perros salvajes, samuráis y estepas

No puedo escribir un post de estos sin hablar de algunos de mis policías preferidos, qué le vamos a hacer. En las librerías pueden encontrar los últimos libros de tres de ellos. Añado una de las grandes sorpresas del año para completar el cuadro.
Órdenes sagradas, Benjamin Black (Alfaguara, traducción de Nuria Barrios). La sexta entrega de la serie del patólogo forense Quirke, uno de mis personajes preferidos, para algunas cosas el predilecto con diferencia. El ritmo elegante y pausado de siempre, los personajes complejos marca de la casa y una prosa excelente para una novela que se lee sola y que deja mal sabor, como la vida. La investigación llega a Quirke, además, a enfrentarse a los peores momentos de su infancia. Si no han leído a Black, empiecen por el principio, merece la pena. Si lo han leído y no han llegado a esta, no sé a qué esperan.
El paso de Banville- Black por Segovia en septiembre estuvo lleno de clase y distinción. Les dejo la entrevista con los dos y con el personaje que los encarna por si quieren seguir leyendo.
Perros salvajes, Ian Rankin (RBA). Es tremendo que alguien que lleva 30 años con un personaje a cuestas no se canse, y los lectores tampoco. Es verdad que la serie de John Rebus tuvo sus momentos álgidos y alguna recaída, pero en esta novela, que ganó el X Premio RBA de Novela Negra, Rebus, uno de esos personajes sin los que algunos chalados como quien esto escribe no entenderíamos la novela negra contemporánea, vuelve por sus fueros. Para incondicionales y para aquellos que no han leído todas pero sí varias de la serie.
Nunca vuelvas atrás, Lee Child (RBA, traducción de V. M. García de Isusi). Jack Reacher es un fantasma, un tipo solitario, un samurai vagabundo, un crack. En sus historias hay de todo (mamporros, politiqueo, mala leche, algo de amor, a veces) y nunca decepciona. En esta ocasión vuelve al cuartel general de su antigua unidad en el Ejército de los EE UU, lo más parecido a una casa para esta alma errante. Y, como siempre, se va a meter en buenos líos. Un libro divertidísimo escrito por un señor que tiene en su mano el dominio de las herramientas necesarias para que esto funcione.
Les dejo aquí una entrevista con el autor.
Yeruldegger, muertos en la estepa, Ian Manook, (Salamandra, traducción de José Manuel Fajardo). ¿Un libro escrito por un francés sobre crímenes en Mongolia? Lo que cautiva de Yeruldegger no es el exotismo de la propuesta, del que el autor huye, sino todo lo demás: la belleza y la miseria de ese país; la brutalidad de Ulan Bator; la complejidad de los personajes; el hecho de que consigan darle otra vuelta a la figura del policía atormentado; el ritmo; el relato de la violencia. Todo en Yeruldegger empuja al lector, lo envuelve, le deja satisfecho.
Uno de los libros del año del que añado aquí una crítica y una entrevista algo peculiar con el autor y su compatriota Emmanuel Grand, del que ya hablaremos.

Dos rarezas, dos apuestas sociales y radicales

Hay dos libros publicados este año y que por distintas razones me han dejado una huella marcada por el desasosiego. Son distintos, son novela negra en los márgenes, pero no quiero dejar de recomendarlos.
Madrid: frontera, David Llorente (Alrevés). Tardé en leer Te quiero porque me das de comer (Alrevés) y siempre me voy a arrepentir de haber llegado con retraso a ese radical y turbio relato sobre la violencia y el ser humano, sobre la vida, la muerte y las esperanzas. Por eso quizás me eché encima de Madrid: frontera en cuanto salió para constatar que es una nueva apuesta de un autor al que no le basta con quedarse en las líneas establecidas para el género. Una distopía social, una pesadilla con trasfondo criminal, un Madrid destrozado, futurista, próximo, quizás este Madrid con un poco de exageración. Todo un hallazgo.
Les dejo, que este año hemos entrevistado mucho, mi charla con el autor. Sus opiniones, como verán, son muchísimo mejor que mis preguntas.
La escena, Clarence Cooper Jr. (Sajalín, traducción de Guido Sénder). Algún día hablaremos de la excelente labor de los locos que llevan esta editorial para acercarnos lo mejor de toda una corriente narrativa a la que no se ha prestado la atención suficiente. No me refiero solo a Edward Bunker, al que ya hemos rendido pleitesía aquí, sino a toda una pléyade de autores excelentes, duros, que miran a la sociedad estadounidense desde la basura de las aceras. En este caso se trata de una novela escrita por un joven afroamericano en la década de los sesenta, un libro terrible sobre la adicción a la heroína, maleantes sin oficio, policías corruptos y otros seres, atados todos a La escena, un lugar en cualquier lugar de una ciudad sin nombre. Una novela de extraña relevancia y vigor más de 50 años después de su publicación.
Podríamos seguir un buen rato, querido lector. Pero si ha llegado hasta aquí creo que es más que suficiente. Sé que me dejo mucho, pero lo que pongo lo hago con el corazón y con las pestañas chamuscadas.

lunes, 19 de diciembre de 2016

El Sacrificio/ Andrei Tarkovsky



por Guillermo Samperio

http://www.literatura.bellasartes.gob.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=1765:el-sacrificio-andrei-tarkovsky&catid=184:samperinas 


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Sacrificio narra, en principio, la historia de Alexander, un hombre al parecer agnóstico pero lo acompañan otras ideas. Es escritor, crítico de arte, ex actor; vive aislado con su hijo de unos 6 años. Se presume que cohabita con su esposa, una hija de unos 20 años y una sirvienta. Además, hay otra sirvienta de entrada por salida de nombre María. Habitan una agradable casa de madera de una isla sueca cercana al mar. El día del cumpleaños de Alexander, éste se encuentra plantando un árbol con su hijo enfermo de la garganta, lo cual no le permite  hablar; la fecha es 18 de junio de 1985. Lo visita un amigo suyo, Otto, cartero y recolector de historias extrañas (hasta el momento lleva 284 reunidas), un tanto del “más allá”. Mientras la familia se reúne para celebrarlo (la esposa, al parecer la hija y un médico que llega con ellas), Alexander está afligido por la pérdida de espiritualidad que asola al mundo contemporáneo (estamos hablando de 1985, fecha de la película, aunque la idea y buena parte del guión lo tuvo Tarkovsky quizá unos diez años antes).

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Los temores del protagonista demuestran estar fundados cuando, durante el día, llega la noticia por la televisión de un imperioso conflicto nuclear a nivel mundial, lo cual implicaría un desastre global. A partir de ese momento, Alexander está dispuesto a sacrificarse por toda la humanidad. Promete a Dios que abandonará sus bienes y renunciará a su propio hijo si concede otra oportunidad al mundo. El final definitivo e irreversible está cerca. Su peculiar amigo el cartero acaba convenciéndolo de que una de sus criadas (María) es una mujer con poderes extraordinarios y que tiene la potencia mágica de salvar el momento mediante la unión carnal con ella.

Vale decir que el día se oscurece de forma parcial, alguien, algún presidente, o una autoridad mundial, anuncia por la televisión que la catástrofe es irreversible. La noticia afecta a cada uno de forma distita: la esposa de Alexander se pone histérica y el médico (seguro amante de ella; en una escena d se los ve besándose) le aplica una inyección en el brazo, lo mismo que hace con la hija, pero ésta se encuentra tranquila, pero acepta la inyección (hay entre el doctor y ella una forma de complicidad semejante entre éste y la madre), semejando, de forma simbólica, ser la doble de su madre.
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La destrucción de la Tierra horroriza a Alexander. Ante el inminente fin de todo, parece perdido, no hay forma racional de detener lo que la razón y las ciencias provocaron. Él recurre a la oración e implora; en forma doliente reza “El padre nuestro” y otorga  en sacrificio a su familia y a su adorado hijo (aquí nos remite, de alguna manera al sacrificio de Abraham); pero no es suficiente y tiene que ofrendar su formación lógica-intelectual y creer en algo mucho menos sofisticado, básico y tradicional.

La unión con María (sus cuerpos flotan mientras hacen el amor) salvará a la humanidad. Después de esto, Alexander quema su casa con el fin de cumplir su ofrecimiento y renuncia a su hijo como prometió (“padre, ¿por qué me has abandonado?”), a pesar de su gran amor por él. María va corriendo detrás de una pequeña ambulancia blanca con cruces rojas a los lados; lleva a Alexander cautivo por un médico y sus enfermeros. 

El sacrificio es una película sobre la ausencia de espiritualidad en el mundo y el predominio tiránico de las ciencias y la tecnología.

En la cinta, los personajes deambulan como conciencias extraviadas y obsesivas. Lo notamos al ver que no hay planos cercanos a ellos, sino sólo en crisis, en un disturbio. La cámara se sitúa a distancia, las expresiones de ellos son lo que menos importa, es el momento lo que nos mantiene atentos para percibir el transcurso del filme y su desenlace. El rodaje de la película ocurre en la casa y su entorno cercano. Por ello, hay momentos semejantes a una excelente representación teatral, nada rígida, sino con la plasticidad fílmica necesaria.

El suceso del árbol seco que florece, con el cual Tarkovsky inicia la película (los japoneses lo llaman ikebana) es muy importante porque nos remite a la humanidad sin espíritu, que sólo florecerá cuando sus individuos con fe y profundo misticismo cambien. Y ellos, en rigor, serán los que permuten la dirección que lleva la humanidad hasta nuestros días. En sí las religiones establecidas, como el catolicismo, el judaísmo o el protestantismo, entre no pocas, forman parte del sistema destructivo de la Tierra; son cómplices de la concentración de capital y de las construcciones monstruosas, de las que incluso los árabes, el Islam, son cómplices (piénsese sólo en Dubay).

El componente esencial del largometraje es, sin duda alguna, la Espiritualidad en lo fundamental de dos manifestaciones religiosas: una de oriente y otra de occidente. La antigua tradición religiosa japonesa junto con tal vez un cristianismo primitivo predominan, aunque hay instantes que podrían calificarse de mágicos (el momento en que Alexander hace el amor con María y la cama levita cerca de un metro).

Los 284 acontecimientos extraordinarios que colecciona Otto, el Cartero (como en la foto que una señora se hizo y a la que, al entregársela el fotógrafo, ella se da cuenta de que aparece a su lado su hijo muerto veinte años antes en la guerra). De esta forma vemos que el Cartero, el que trae “la buena nueva”, funciona entre enviado y arcángel, descubridor de sucesos fuera de la lógica mundano-científica. Alexander sacrifica su formación lógica-intelectual inducido por Otto, quien lo induce a Alexander a hacer el Amor con María, aludiendo a que ella es bruja benigna y que con su unión salvarán al mundo (no tiene caso hablar del obvio simbolismo del nombre “María”). Este momento es sublime y se muestra una escena muy hermosa: los cuerpos flotan, haciendo una alianza intelectual, religiosa y pagana. Esta unidad conducirá a una humanidad genuina, única como anhela Alexander con el fin de poder salvarla. Aquí nos remite al nacimiento de Jesús en el nuevo surgimiento (véase citas bíblicas Juan 18:38, Mateo 6:9-13). 

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El silencio: en la cinta percibimos un silencio prolongado en la mayoría de las escenas. El principal silencio se presenta en la mudez provisional del hijo, debido a una operación de garganta. Alexander, en cambio, está condenado a las palabras y por tanto a la angustia. Fue actor y, en esa profesión, al ser los otros sentía que cada vez más no era él; era los otros y se alejaba cada vez más de sí mismo, especie de locura, quizás; ahora es crítico de arte y habla de forma extensa con el niño. Esto lo vemos claro en las constantes pláticas-monólogos de Alexander con el pequeño. El padre se mete tan de lleno en su pensar, externando “que el desastre del  mundo es inminente y que el hombre ha perdido su espiritualidad en pos del raciocinio y la ‘civilización”.  Incluso, de momento se sienta contra un árbol, sigue hablando sin darse cuenta de que su hijo ya se distanció de él. En el momento en que se da cuenta de ello, lo empieza a buscar y, al no encontrarlo, se desmaya y aparece la primera escena onírica de El sacrificio. En ella vemos dos escaleras de piedra, una a cada lado de la pantalla y, bajo ellas hacia el centro, el piso blanco con trapos y objetos sucios y revueltos de manera desordenada entre la humedad. Esta escena aparecerá más adelante invadida de personas que se mueven de modo errático, chocando unas con otras. La primera alude a la ausencia; la segunda a un posible caos debido a que se está hablando ya de una guerra definitiva en el mundo.

Un cierto pensar existencialista ciega a Alexander ante el silencio de su hijo, quien es el único que, en rigor, lo escucha. Vale decir que aunque los familiares de Alexander, el médico y una de las sirvientas, tienen una relación entre ellos e incluso conversan, Tarkovsky trabaja las escenas con cierta intención de que el silencio predomine en los personajes, dando la sensación de que las relaciones entre ellos son demasiado procaces. La sutil música japonesa que aparece en el filme  refuerza la sensación de oquedad . Aquí vale la pena mencionar la música de Bach, la cual contrasta con la melodía de Oriente e incluso es utilizada por el director de El sacrificio en momentos relativamente cotidianos.  La combinación de música, diálogos y silencio ésta muy bien equilibrada. Los silencios cobran importancia ante las escenas de importante dramatismo (la escena en que el protagonista se escapa en la bicicleta facilitada por Otto, en la que llega a media noche a casa de María, cuando él y María levitan en la cama de ésta). 
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El tiempo: El tiempo no se define con nitidez en la cinta; las tomas son largas, atemporales. Todo sucede, en la práctica, en 24 horas. Mas la semi- lentitud de la película parece alargar su temporalidad.  Hay planos fijos, los personajes utilizan monólogos extensos, combinados en ocasiones con silencios importantes, el color en la fotografía (extraordinario) hace uso de tonos apagados, texturas muy marcadas y claroscuros. Escenas importantes transcurren en el exterior: las escenas del árbol sin raíces en el día o las de la familia en la semi-oscuridad de la tarde, además de la fuga del protagonista hacia la casa de María durante la noche clara. Cada toma casi hipnotiza y hace que separemos el sueño, el momento que vemos y lo real. Pero la fotografía es la única que nos da el tiempo transcurrido en las escenas de El sacrificio. La profundidad del campo captada por los movimientos suaves de la cámara nos provoca un estado de contemplación ajena al tiempo, pero a la vez un vacío, algo de depresión. Y el tiempo se detiene hasta el momento del sacrificio. Como el nuevo amanecer, la cinta toma un color claro, normal. 


Simbolismo: Desde el inicio de la película encontramos varios símbolos: uno de ellos aparece en el comienzo y en varias escenas del largometraje: es el cuadro de “La adoración de los Reyes Magos” de Leonardo da Vinci. Durante los créditos, se mantiene la figura de un niño de pie cuyo rostro es horrendo-cadavérico; cuando están terminando los créditos sube la cámara y al fin vemos al “niño” bello, lo cual crea serio contraste entre ambos pequeños (luego aparecerá el hijo de Alexander, en quien su padre tiene puestas las expectativas de un nuevo mundo, una nueva humanidad). El simbolismo podría apuntar a que de la “maldad” de los judíos y, por tanto, de los romanos, advendrá una época de serenidad para los humanos. Además, en torno de la adoración del niño dios, se está generando una batalla a caballo, en la que la cámara no se detiene, sino que sólo la registra. Sin embargo, casi terminando los créditos de inicio aparece la fronda de un árbol en realidad hermoso, además del cielo límpido y de inmediato se ve a Alexander al lado de su hijo pequeño plantando un árbol que no tiene raíces. El padre le dice al niño que si durante más 7 años se riega a diario tal árbol en una hora exacta, éste echará raíces y vivirá, lo cual implica una disciplina del espíritu, del amor por la naturaleza, el respeto y la trascendencia de sí mismo, fusionándose el espíritu del hombre con el del árbol, y por tanto con el de la naturaleza.

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En el inicio, el proceso anterior parece una locura, pero al final sabemos que dándole respeto, amor y disciplina a la naturaleza, la humanidad sobreviviría largo tiempo. Pero resulta obvio que Tarkosky nos está trasmitiendo la idea de que para sobrevivir resultaría bueno seguir la disciplina japonesa y, por lo tanto, el mundo no habría quedado en manos de políticos siniestros, religiosos fulleros y científicos arrogantes.

La música resulta muy importante a lo largo del filme: escuchamos "ErbarmedichmeinGott" de Johann Sebastian Bach, “Señor ten piedad de mí”, la cual en el contexto resulta medio horrenda, aunque no es lo mejor de Bach y con seguridad Tarkosky la eligió en este sentido. Ésta se liga al nacimiento del cristianismo (el cual, en sus últimos momentos no deseaba Jesús) y al principio de una nueva era. También oímos a Watazumido-Shuso con su flauta de bambú japonesa, la verdadera espiritualidad que, con su constancia, hace surgir las  creencias que emergen de la tenacidad y la rectitud, ligadas al árbol seco que llega a echar raíces. Además, un canto tradicional sueco vinculado con la autenticidad de la tradición popular.

Se cita a Nietsche de quien se puede deducir que el silencio de Jesús es la retirada de los ideales que estaban promoviendo él y los apóstoles, en especial Pablo. Resulta creíble que Jesús haya hablado con Pablo (no con los romanos ni los judíos cuando fue juzgado) para que se cancelara el movimiento apostólico con el fin de que Roma siguiera dominando y pudiera someter y por lo tanto acabar con los judíos. Resulta obvio que la ambición de Pablo lo dominó y junto con los demás auto-nombrados apóstoles crean el nuevo testamento, que en rigor es un plan de guerra contra Roma a tal grado que hoy en día la basílica de San Pedro está en territorio romano. Pablo creo el nombre de Cristo, su resucitación y que hasta voló, como los personajes de García Márquez, es decir una serie de fábulas que seguimos sufriendo hoy en día. La guerra que propone Tarkosky y que va a ser exorcizada por la juntura de la sirvienta (bruja romano-sueca) con Alexander quien renuncia a todo poder en la Tierra, a lo que se negó Pablo, logra la salvación del mundo y todo regresa al orden que se había perdido con la supuesta guerra. Digo supuesta porque en El Sacrificio priva la ambigüedad: no sabemos si los sueños que atribuimos a Alexander sean sueños del niño que se encuentra dormido y, por los tanto, los sueña y los hace realidad y quienes los experimentan son los adultos.

Tras haber repasado, de alguna manera, los símbolos de la película, vale la pena referirse a los personajes: María, Alexander, su hijo mudo, el cartero, Víctor, la esposa y su hija  El nombre de María, la unión de ella y Alexander, el silencio ,el orar y el creer que con su fe salva a la humanidad.

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En la escena de la quema de su casa, Alexander se ha puesto una especie de kimono negro con el símbolo del yin y el yan a la espalda dentro de círculo que corresponde, y con ello borra todo pasado con el fin de que la familia tenga o tome una determinación de su vida junto con Víctor, el cínico doctor de la familia, pero no de Alexander, quien en su aparente locura también sacrifica a su hijo, quien simboliza el estado más natural cercano de él y del nuevo mundo. Ese fuego purificador en el que convierte la casa que inmola Alexander al final del filme, arde al mismo tiempo toda su vida anterior, pero poco importa, pues el mundo vuelve a caminar y se ha salvado gracias a un solo hombre, que ahora, en consecuencia, debe cumplir la promesa hecha a Dios y a la antigua religión japonesa que funda la resurrección del árbol sin raíces y renuncia a todo, incluso a su hijo.

El niño, acurrucado en el árbol seco (que rechaza a la humanidad marchita con fe sin fe), mientras él representa el nuevo humanismo; con el acto de fe de regar el árbol seco recupera la voz y las palabras de su progenitor salen de su boca infantil: “Y primero fue el verbo ¿por qué papá?” La emoción emana y es en este momento en que  la cámara capta todos los símbolos y nos muestra los momentos únicos de la película: la copa del árbol, el agua, la humanidad y la naturaleza. El metraje empieza y acaba en un mismo espacio; junto al lago la cámara se desplaza hacia los lados y vemos lo terrenal, mientras en un segundo plano vemos lo espiritual: el árbol que renace y se eleva.

El niño se convierte en adulto al asumir el papel del monje mencionado por su padre, invirtiendo los papeles en el que el niño se vuelve adulto. Por lo tanto el niño es el padre de su padre vuelto niño.

La locura  aparente de Alexander concluye con el sentir de que gracias a su sacrificio el mundo tendrá espiritualidad y la esperanza de ver otro amanecer. 

El sacrificio es una obra maestra (de las pocas del siglo XX) que nos permite explorar la espiritualidad del alma. Es un momento alucinado, entre la vigilia y el sueño y, sobre todo, que nada parece real. Cada personaje juega un papel importantísimo para comprender “el sacrificio”. Cada personaje tiene un rol importante de interpretación: hay desolación, añoranza y deseos de un cambio en cada uno; en la familia de Alexander y el médico su salvación es irse a Australia a partir de un aparente pesimismo del doctor.

FICHA
Año de producción: 1986
País: Francia, Reino Unido, Suecia
Rodada en Gotland, Suecia
Dirección: Andrei Tarkovsky
Intérpretes: Erland Josephson, Susan Fleetwood, Allan Edwall, GuòrúnGísladóttir, Sven Wollter, Valérie Mairesse, Filippa Franzén
Guión: Andrei Tarkovsky
Fotografía: Sven Nykvist
Duración: 149 min.


Ganó cuatro premios en el Festival de Cannes, algo que nunca había sucedido: el Gran Premio del Jurado, el Premio del Jurado Ecuménico, el premio FIPRESCI y un premio especial a la contribución artística para Sven Nykvist.

Suecia: Premio Escarabajo de Oro a la Mejor Película del Año (1986).

Valladolid: Espiga de Oro (ex aequo), junto a un premio especial a Sven Nykvist por la mejor fotografía, XXXI Semana de Cine de Valladollid (1986).

Sacrificio es el único guión que Tarkovski escribió sin la colaboración de otro coguionista. El descubrimiento de cierta fe es el tema principal de la película. Fue su última película. Muere a la edad de  54 años de cáncer pulmonar el 29 de diciembre de 1986, en París, el mismo año en  que terminó la película.

Hablar en público según Isaac Asimov

Gladia se sintió pequeña (y no por primera vez en su vida) al mirar al escenario. Los hombres que estaban allí eran todos mucho más altos que ella, y lo mismo las otras tres mujeres. Sintió que, aunque estaban todos sentados y ella de pie, seguían dominándola. En cuanto al público, que esperaba ahora en silencio, un silencio que parecía amenazador, estaba compuesto seguramente por gente más alta que ella.
Respiró profundamente y dijo:
–Amigos... –pero le salió un hilo de voz, casi un silbido jadeante. Se aclaró la garganta (con lo que le pareció un carraspeo atronador) y volvió a empezar.
–Amigos... –Pero le salió un hilo de voz, casi un silbido jadeante.
Y volvió a empezar: ¡Amigos! Esta vez el tono tenía una cierta normalidad–. Todos vosotros sois descendientes de los hombres de la Tierra, todos y cada uno de vosotros. Yo también, desciendo de ellos. No hay ningún ser humano en ninguno de los mundos habitados, ya sean espaciales, colonizados o de la propia Tierra, que no sean de la Tierra por nacimiento, o por descendencia. Todas las demás diferencias se desvanecen frente a este hecho tan importante.
Sus ojos parpadearon hacia la izquierda en busca de D.G. y se encontró con que sonreía ligeramente y que uno de sus párpados temblaba como si estuviera haciéndole un guiño. Prosiguió:
–Esto debería servirnos de guía en cada acto y en cada pensamiento. Os doy las gracias a todos por considerarme como otro ser humano y por aceptarme entre vosotros sin tener en cuenta ninguna otra clasificación en la que pudierais sentir la tentación de incluirme. Por esto y con la esperanza de que algún día, muy pronto, cuando los dieciséis mil millones de seres humanos vivan en paz y armonía, se consideren así y nada más que así... y nada menos que así... pienso en todos vosotros no solamente como amigos, sino como verdaderos parientes.
Estallaron los aplausos ensordecedores y Gladia entrecerró los ojos, con alivio. Permaneció de pie para permitir que continuaran y la envolvieran en su bienvenida indicación de que había hablado bien, y lo que era más, suficiente. Cuando empezaron a ceder, sonrió, se inclinó a derecha e izquierda y empezó a sentarse,
Entonces, de entre el público, una voz dijo:
–¿Por qué no nos habla en solariano?
Se quedó helada, a pocos centímetros de la butaca. Sobresaltada, miró a D.G., que movió ligeramente la cabeza y articuló en silencio "Ignórelo". Luego disimuladamente le indicó que se sentara.
Lo miró por espacio de uno o dos segundos, e inmediatamente se dio cuenta del mal efecto que les haría, con su posición semiagachada porque estaba a mitad de camino de sentarse. Se enderezó al momento y dirigió una sonrisa al publico, moviendo la cabeza de uno a otro lado.
Por primera vez se percató de ciertos objetos, al fondo de la sala cuyas lentes brillantes estaban enfocadas a ella.
¡Claro! D.G. había mencionado que el acto iba a transmitirse por hipervisión. Y, curiosamente, ya no le importaba, había hablado y había sido aplaudida y se encontraba delante de un público que podía ver, erguida y sin nerviosismo. ¿Qué podía importar la invisible adición?
Sin dejar de sonreír, respondió:
–La pregunta me parece amistosa. Queréis que os muestre lo que sé hacer. ¿Cuántos deseáis que os hable en solario? No vaciléis. Levantad la mano derecha.
Unas cuantas manos se alzaron. Gladia prosiguió:
–El robot humanoide de Solaria me oyó hablar en solariano. Esto fue lo que al final venció. Vamos..., dejad que vea a todos aquellos a los que les gustaría una demostración.
Más brazos se alzaron y, al momento, el público fue un mar de brazos levantados. Gladia sintió que una mano daba un ligero tirón a la pernera de sus pantalones y, de un rápido manotazo, la apartó.
–Muy bien. Podéis bajar los brazos ya, amigos y parientes. Tened en cuenta que lo que utilizo ahora es galáctico estándar, que es también vuestro idioma. Pero yo, claro, lo hablo como una aurorarna y sé que todos me comprendéis aunque mi acento, la forma de pronunciar mis palabras, os parezca divertida y la elección de las mismas pueda a veces desconcertaros un poco. Observaréis que en mi forma de hablar hay como notas que suben y bajan, casi como si cantara mis palabras. Esto parece siempre ridículo a cualquiera que no sea aurorano, incluso a los otros espaciales. Por el contrario, si paso al estilo solariano, como estoy haciendo ahora, observaréis al momento que el canto cesa y que las palabras se vuelven guturales, con unas "erres" que se arrastran... especialmente si no hay "rrrr" en ninguna parrrrte del panorrrrama verbal.
El público se echó a reír y Gladia lo observó con expresión seria.
Al fin, levantó los brazos e hizo un movimiento cortante hacia abajo y hacia afuera y las risas cesaron.

Robots e imperio (Isaac Asimov)