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miércoles, 17 de marzo de 2021

LOS PARAGUAS (RENOIR)

 



 

Mil mares sobre mí, Dios de los improperios que rotan
sobre el punto final de un cuento interminable,
no necesitarás más ayuda que la que te doy, te lo juro,
algunos quedarán confusos, allí, en el rencor,
no importa, otros llegarán después,
y sin querer olvidaremos la impresión sucedánea,
como si no fuésemos los invitados a la fiesta de los niños.

 

Dejad que los niños se acerquen a mi estatua de agua,
dejad que beban la sangre, únicamente la mía;
deseo que sacien su caída, que lloren por mí,
infierno de hielo, caída, dicen que anda por ahí.

Luego llegará la vejez y el último partido televisado,
las presentadoras han desertado de los informativos, llora,
aunque no sea por mí, te lo permito. ¿Tú también lo conoces?

 

El pintor francés, el impresionista, el aledaño
en el que entras para conocer, para conocerte mejor,
y te quedas pasmado ante el juego de paraguas azules,
desearías que estuviese en tu casa, pero la agenda está completa:

En la patria de los suicidas una persona se ha lastimado,
justo en el momento en que Renoir ha terminado su cuadro,
los paraguas comienzan a parar la última lluvia: ¿Qué tal te va?

Hells Bells



 

Hoy es jueves santo,
un ateo trabaja,
escribiendo poemas,
herejías de tres al cuarto
mientras suena un disco de ACDC.
Se confunden los ritmos,
por la calle una procesión,
necesito un par de latigazos
para despertar al animal.

 

Las campanas del infierno,
la autopista que frecuento,
estoy durmiendo y me comen
ávidas hormigas que son termitas
dentro del estomago que reclama,
pues no, no estoy de ayuno.

 

Tendré que levantarme,
me duele la espalda
de jugar al padel.
Estoy demasiado gordo,
no hubiera debido empezar a hacer deporte,
lo mío es la poesía
esa pólvora que te revienta
cuando la oyes
y pides más,
¿qué es lo que buscas?,
¿acaso qué te quite el vestido
oscuro como el luto
por el borracho ahogado?
Sí, te hablo de Bon Scott.

 

Pero tú no sabes quién es Bon Scott,
nadie nos comprende,
damos tanta lastima
que empezamos a vender libros, discos,
quizás alguna película,
todo lo que me pueda inventar
entre siesta y siesta
mientras escucho a ACDC
y tú ya no estás.

Alma rota

 




 

Un paso más, te lo pido por favor,
acércate, no tengas miedo,
puedes confiar en lo que hago,
ya llevo muchos años haciendo
este no hacer nada
que no sea dar vueltas
sobre mi istmo,
sin parar.

 

Te prometo todo lo que se puede prometer,
todas las riquezas de corazón,
toda la buena voluntad,
no debes tener miedo,
uno escucha detrás del cristal,
y hoy llueve,
sin parar.

HIROSHIGE (poema)

 


 


En la penumbra de una canción de Placebo permanezco,
mínimo de mí, como Neruda en un cielo estrellado
que ahora contemplo en el libro, única ocasión.
Gente revoleteando, otros gritan al cerezo en flor,
blanco, tan blanco que hubieras podido estar muerto,
nadie lograría comprenderlo, sólo el autor
que ahora duerme su siesta, no holgazanea
sino que espera a la inspiración,
a revolotear como mariposa, sumida en sombras,
ahora vienen, ahora se van.

 

Simples líneas, simple sentimiento
que resulta al afrontar el peligro
del honor insinuado en la profundidad,
estilo que revolotea, rosa y azul
se encuentran en un bar. ¿Quién invita?

Otros se postran ante el mar,
pero el mar está ausente de mis escritos,
me ahogo en su nómina barata, lloro
y empiezo de nuevo. ¿Qué más da?

 

La serie se repite, desolada la erupción
de lo taimado. Madre que revolotea,
alguien grita, y empiezo de nuevo,
alijo en el recoveco; miradas
que nacen y mueren entre láminas;
no hay principio ni final, sólo muero
y empiezo de nuevo. ¿Qué más da?

Muerte y orfandad: El detective

 

Cambiemos de tema, ya casi ha entrado el invierno y no para de llover. Odio este clima que me ha tocado vivir, no te deja ni un poco de alegría, tan solo un mísero mes al año en el que luzca el Sol y, para eso, nos llevan a la playa solo uno o dos fines de semana. En julio el encargo acorta las distancias, por desgracia no las elimina, los cadáveres de los niños desaparecen descompuestos en el agua salada, en verdad ignoro lo que digo. ¿Hacia dónde me llevará mi tontería? La discusión fue breve, en la primera semana de agosto desapareció otro niño, quizás por culpa de alguna de esas mafias que hay en el mundo. Del caso se encargó el investigador privado más famoso de la historia, Sherlock salió de los libros dispuesto a ganarse el respeto, no lo consiguió, aunque sus interesantes descubrimientos habrán quedado en la historia de la deducción; por otro lado, Conan Doyle no existe como tal en la imaginación de los huérfanos, al final resulta que al escritor lo inventaron una agrupación de detectives que necesitaban divulgar sus casos sin perder su vida privada, que por algo se llaman, desde entonces, detectives privados.

La cabeza empieza a dar vueltas, no para. ¿Dónde estoy sino ante mi propia sombra sobre el pupitre? No la pienso vender, aunque las ofertas son tentadoras. Durante unos días, se investigó la procedencia, pocos en realidad, el caso se cerró sin ruido, como si hubiese sido algo sin importancia el no tener padres. No, no lo
entiendo.

Debería haber apagado la luz del flexo porque a los cuidadores no les gusta que estemos despiertos hasta tan tarde. He aprendido a distinguir sus pasos más pesados y lentos, al menor indicio apago y me desplazo con sigilo hasta mi cama dispuesta. Soy más listo que ellos, aunque alguna vez me han cazado. Después de ser interrogado, la escena cobra tintes macabros, te sientes como si le hubieras hecho daño a alguien, no es cierto, niego todos mis falsos pecados, soy inocente, no veis que soy tan solo un niño, exijo el derecho a la asistencia de un abogado; además, no me habéis leído los derechos. ¿Qué pensabais? ¿Acaso me tomáis por un negro ignorante?

Muerte y orfandad (por Juan Carlos Pazos) - Ediciones Atlantis
EDICIONESATLANTIS.COM
Muerte y orfandad (por Juan Carlos Pazos) - Ediciones Atlantis
Muerte y orfandad, una novela de Juan Carlos Pazos, publicada por Ediciones Atlantis en noviembre de 2020.