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sábado, 14 de septiembre de 2019

Para un escritor que se suicidó

Para un escritor que se suicidó - Literatura
Antes de empezar un pensamiento que me persigue, esto es que, una vez que hayas leído mis esfuerzos de escritor, quizás tengas la sensación de que solo has encontrado escombros, desperfectos de una construcción que se aniquila, simples errores que se aplastan a si mismos. Lo que ocurre no es que nadie me entienda, sino que uno no entiende nada. El mundo gira, la gente se queda como siempre y el autor busca una muerte recompensada. 
Recompensada con la fama, el dinero y el reconocimiento. Seguro que hay personajes que buscan doble significado en mis palabras, mensajes ocultos en los cuales se muestran las grandes verdades, las verdades oscuras en definitiva; no los hay. Soy un ser simple, en su día pendenciero y sinvergüenza, ya hoy en día sin respuesta y perruno, acomodado al fin y al cabo. No busques, pues, grandes recompensas en mis escritos.

Para muestra las historias y los sueños que os cuento, lo que hago con las palabras se reduce a un baile a través del cual repito siempre los mismos pasos y notas. Un poco de mi vida, unas nociones de religión casera (sí, existe la religión casera, la inventé yo) y mucho de la mujer que más me odia. Con eso, y con la ayuda de la música, que me acompaña cuando escribo, todo está hecho. Ante la mezcla mágica, hasta el propio creador se queda perplejo. Desde el punto de vista productivo, la fórmula tiene éxito: dos novelas y diez poemarios acabados dan muestra de ello. Desde el punto de vista de la calidad quizás flojea. No debiera ejercer la autocrítica, cualquiera se da cuenta de que mi opinión nace desde el meollo de la subjetividad, incluso así hoy quiero castigarme, flagelarme con mis trucos baratos de comediante y exhibicionista.

Como cantan Barricada «ninguna bandera me pone carne de gallina», ni tan siquiera la propia. Si quieres leerme (al final lo estás haciendo) no te sofoques pues. Aquí no buscamos grandes metas, aunque tampoco ponemos en duda la capacidad intelectual de los compañeros de viaje, todos necesitamos literatura liviana, aunque venga acompañada de un exceso de metáforas.

Llegado a este punto del texto aparece el momento en que el autor ya no sabe qué escribir y escribe lo primero que se le viene a la cabeza, algo así como que no se le ocurre nada. Otra forma de encontrar una salida viene al recoger una palabra del disco que escucha en este momento; o mejor todavía, agarrar un libro de otro autor y no soltarlo hasta haberle sacado la esencia al transponer con otras palabras su ritmo interno. Sí, estáis en lo cierto, todo vale.

Se prepara la gran explosión para crear el universo que algo, alguno, quizás tú, ha creado para nosotros. Seamos felices con lo dado, aunque nos rodee la tristeza; aún podemos respirar aire, aún podemos hacer el amor, forniquemos entonces como posesos hasta que el mundo se acabe, la causa merece la pena (yo también lo intento).

Ahora la pregunta parece obvia: ¿por qué seguir adelante? Solo para pasar el tiempo, para quedarse estancado en el punto de salida. No lo sé; ya os dije, entrelíneas, que soy un ignorante. Tan solo espero la caridad o el compadreo, o las dos cosas a la vez; nada importa, tampoco mi religión casera (a mí solo me ha dado quebraderos de cabeza) y sin embargo sigues leyendo: ¿será magia?

Seré breve porque los textos largos parecen una cárcel, muy bien decorada, pero cárcel después de todo. Ignoro si compraría un libro mío si fuese de otro, digo ya uno porque estoy leyendo las próximas críticas distanciadoras: el texto parece que no avanza y al final no dice nada, resulta una mezcla rara entre poesía y pornografía, un títere sin pies ni cabeza, un engendro del malestar. No os cortéis, es lo que pensáis, nada importa.

David Foster Wallace se ha suicidado, creo con una escopeta o rifle (no sé si son lo mismo), nada importa. He leído algo de él, algún ensayo, y me ha cautivado, ¿soy yo su sucedáneo? La canción dice que «he perdido mi apuesta por el rock and roll» y para los ávidos de señales o datos diré que la estoy escuchando en el disco en directo «pequeño cabaret ambulante» de Enrique Bunbury, ya lo sé, está mal mostrar los engranajes, pero estoy harto de lo que está bien y lo que está mal, soy un iluso y solo escribo esta línea para darle una línea más a un párrafo en el que salen dos grandes autores.

Me gusta mencionar nombres y asociarlos con sensaciones, nace así otro recurso, muchas veces repetido, pero no por ello menos odiado. No voy a abandonar así como así este barco que se hunde, necesito un poco de sal para mi rodaballo (otro recurso: mencionar algo que no tiene nada que ver con lo que se escribe: rompe el ritmo y despierta). Entretanto podéis poner la sartén en el fuego y empezar a calentar el aceite, tengo hambre y necesito vitaminas para continuar.

Continuaremos con una referencia a la actualidad, esa que sale en los telediarios y en los periódicos: «los alumnos del C. I. F. P. Compostela se manifiestan por el uso del tolueno, compuesto tóxico que usan en sus clases prácticas». En el disco Enrique brama: «Él va pidiéndole a Dios que se lo lleve con ella…. Por eso va buscando la muerte». No sé lo que digo, los hechos no están relacionados, llega el momento de desvarío, esos momentos que ponen de los nervios a mis detractores, di algo más Enrique, te necesito. La escritura parece entrecortada como si el autor se hubiera tomado algo para sacar palabras de donde no las hay, la canción acaba pero no las palabras, ha llegado el momento de la verdad y ya está pensando un final, un final sobre el cual nunca hasta ahora habría llegado a pensar que llegaría (y perdón por repetir el verbo, me gustan los juegos de palabras). En el disco el público pide «otra» repetidamente, «bravo, bravísimo» (esto lo digo yo).

Llega el tango final, agárrate a mis michelines, objeto de comida basura como mis escritos. No esperéis peras del olmo, todo se acaba, el ensayo está completo y ha llegado a su punto de inicio. ¿A qué no he añadido nada que no hubieras sabido antes? 
Muchísimas gracias por haber llegado hasta aquí, de todas formas esto solo acaba de comenzar, os espero en el próximo sueño. Ahora necesito descansar y olvidar que no he hecho nada, necesito pensar en objetivos, en falsos logros, en creerme un artista para todo lo que me empeño, y aun así no llegar ni tan siquiera a simple artesano: Solo escribo basura, errores que se aplastan por si mismos, casi como una buena película erótica de esas que tanto nos gustan y que abandonamos a los quince minutos por lo que nos provoca.

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