Me asombra tu sonrisa caprichosa
que pronuncia maldades
al borde de esta locura,
enmascara así en la templanza
las oscuridades de tu ternura.
Acometiendo la cuestión
por los vericuetos indecisos,
tropezamos una y otra vez
contra aquella esperanza maldita
que grita en la grima de lo acatado.
El ideograma de mentiras suplicadas
desdibuja la tinta de las bendiciones
en el escueto dictado de un señor
que por esmero acaba desatinado
junto a un pozo de limones y trozos de otro sabor.
Ese pozo es la quincalla escasa
que adorna los últimos desesperos
tras la maltrecha estación perdida
de nuestros corazones defraudados,
ellos siempre con agujetas.
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