Entrada destacada

Libros de Juan Carlos Pazos desde 0,99€

  https://www.amazon.com/author/juancarlospazosrios "PARANOIA" https://www.amazon.es/gp/product/B09RTN9R15/ref=dbs_a_def_rwt_hsch_...

lunes, 10 de junio de 2013

'Juego de tronos' también habla español

Arrastra audiencias de televisión millonarias y ostenta el récord de descargas en Internet

Al final de la tercera temporada, 'El País Semanal' reúne a las dos actrices españolas de la exitosa serie basada en los libros de George R. R. Martin

La actriz española Natalia Tena, Osha en 'Juego de Tronos. / Fotografía David Dunan / Estilismo Rebecca Corbin-Murray
Se conocieron en un universo fantástico y muy intenso, trufado de conflictos familiares, intrigas políticas, ansias de poder, mucho sexo y más violencia, y desde entonces son aliadas y cómplices. Natalia Tena y Oona Chaplin nunca han compartido plano en ese Juego de tronos erigido en un fenómeno televisivo que arrasa audiencias millonarias, aunque sí muchas veladas preparando juntas sus personajes de ficción en la serie que ha marcado un antes y un después en sus carreras. La de dos jóvenes actrices que, gracias a su bagaje familiar y vital, pueden transitar con completa soltura desde el español hasta un inglés que abre la llave del mercado internacional. Ellas son las caras españolas de una serie con tantos personajes y frentes abiertos que hace casi imprescindible tener buena memoria.
Para la legión de fanáticos de la serie producida por la cadena estadounidense HBO, ellas son Osha y Talisa, dos mujeres con resolución de acero envueltas en una trama de constantes giros que sigue sin tener un atisbo de piedad a la hora de aniquilar a sus protagonistas. Las actrices tienen vetado hacer cualquier comentario sobre los personajes que pueda desvelar pistas sobre la intriga, que quedará algo más resuelta para los espectadores de EE UU con la emisión hoy del último capítulo de la tercera temporada (que en España se emite el martes en Canal +). Una serie generadora de tal impaciencia que muchos intentan anticiparse con las armas tecnológicas, contribuyendo a que Juego de tronos haya batido récords de descargas ilegales (un millón del estreno de la tercera temporada en menos de un día, según el control realizado por TorrentFreak).
Primero fueron los libros de George R. R. Martin, que llevaron a muchos de sus fans a la serie. Y después, la producción –con grandes pretensiones, que divide su rodaje entre Islandia, Irlanda del Norte, Croacia, Marruecos o Malta– ha convertido los cinco libros ya publicados (faltan dos) en best sellers, y son muchos los que no pueden esperar los nuevos capítulos. En España, según su editora, Gigamesh, tras la primera temporada, las ventas de los libros se multiplicaron por ocho. Una legión de seguidores que convirtieron a Juego de tronos en la serie más pirateada de 2012 con 4,2 millones de descargas por capítulo, según datos de la web especializada TorrentFreak.
Y el fenómeno crece. Si el episodio piloto de la primera temporada fue seguido en HBO por 2,2 millones de espectadores, en 2012 lo hicieron 3,8 millones. Este año, más de 4,4 millones siguieron el reinicio de una trama que también se ha ganado a la crítica. En su palmarés, una veintena de premios desde su estreno; entre estos, Globos de Oro o seis creative arts emmys en 2012.
Natalia ya había logrado afianzar a la salvaje Osha como uno de los personajes más cool –según el veredicto de las redes sociales– cuando una nueva compañera desembarcó en Belfast para encarnar a una doncella de origen noble que acabaría siendo reina. “Me fascinó desde el primer momento”, relata Oona Chaplin sobre aquel primer encuentro en una habitación de hotel donde corrió el champán al ritmo del inseparable acordeón de Natalia, quien suma su talento musical al de la interpretación. Los dos últimos años han compartido muchas experiencias, tanto entre las bambalinas de los Siete Reinos como en el mundo real, pero sobre todo las ha unido el “regalo” de participar en un gran proyecto que “abre muchas puertas y te procura un peso en los castings”.
Si sus sosias de la ficción vienen habitando los tonos grises y ocres de un reino del norte llamado Invernalia, la multiculturalidad de Londres –donde se han encontrado con El País Semanal– es el marco de las vidas de dos artistas cuyas carreras se han desarrollado principalmente en el mundo anglosajón. Ciudad donde nació y tiene su elemento bohemio Natalia Gastiain Tena (Londres, 1984), hija de una pintora extremeña y un carpintero vasco instalados en Reino Unido, pero que Oona solo define vagamente como “el lugar donde quizá he pasado más tiempo”. El recorrido de la vástago de la actriz británico-americana Geraldine Chaplin y del director de fotografía chileno Patricio Castilla arranca desde su ciudad natal (Madrid, 1986) hacia Cuba, Estados Unidos, Francia y Suiza, en un periplo familiar que le ha legado el dominio de varias lenguas (español, inglés, francés e italiano) y la noción de que cualquier residencia es en el fondo temporal.
A los dos únicos rostros de Juego de tronos que hablan español fuera del plató les cuesta definirse en términos de patria. Coinciden en la contradicción, son españolas, pero no tanto. “Cuando llego a Madrid”, explica Natalia, “me siento más inglesa, pero aquí en Londres me veo más española, o mejor como una londinense pero diferente de mis amigos británicos. En España tampoco soy como ellos, aunque cuando voy a Extremadura y puedo oler la sierra, también pienso: ‘He llegado a casa”. Oona sorprende con un deje cubano que, si bien casa con su dulce personalidad, no suele aflorar en las entrevistas, en las que resuena una veta más castiza: “Mi acento no es de ninguna parte, me cambia constantemente, tanto cuando hablo español como inglés”. Dice tener de española “el pasaporte y mi amor al chorizo, o que me gustan el flamenco y Almodóvar”, pero “la gente me pregunta de dónde soy y no les puedo responder, no me gusta pertenecer a ningún club”.
Natalia decidió prescindir con fines artísticos de su primer apellido (Gastiain) “porque aquí nadie es capaz de pronunciarlo bien”, mientras que en el caso de Oona los motivos resultan evidentes cuando se trata de una Chaplin. Hija de gentes del cine y nieta por parte materna de esa figura inmensa que fue Charles Chaplin, asegura que durante la adolescencia intentó resistirse a la vocación de la saga, pero su encuentro con el teatro mientras estudiaba en Escocia le inoculó “el virus”. Cursó una solicitud en la prestigiosa escuela de interpretación RADA, con sede en Londres, y tras conseguir el ingreso, la suerte estaba echada. Comenzó arañando pequeños papeles (incluido su “minuto y medio de gloria” como extra en una película de James Bond, Quantum of Solace) y fue ganando presencia en algunas de las mejores series británicas, como Sherlock o The Hour.
El pedigrí de los Chaplin, admite, “despierta la curiosidad de la gente”. Incluso su nombre de pila es una herencia de su abuela Oona, no solo esposa del eterno Charlot o madre de Geraldine –inolvidable protagonista de Cría cuervos o Doctor Zhivago–, sino también hija del dramaturgo y Nobel de Literatura Eugene O’Neill. “No sé si he conseguido algún trabajo por ello, pero de ser así no me importaría. Porque me inspira pensar especialmente en lo que hizo mi abuelo Charles Chaplin con una sola vida, tan completa y llena de amor”. Tuvieron que mediar, en cualquier caso, dos pruebas para que Oona consiguiera encarnar a la Talisa de Juego de tronos, un personaje que en los libros aparece con otro nombre (Jeyne Westerling) e intenciones manipuladoras. El cambio hacia una Talisa que en la pequeña pantalla resulta una suerte de santa entre tanto villano no ha gustado a algunos de los seguidores más puristas de la serie: “Entiendo la reacción, pero a mí me resulta más simpática que la del libro: es una mujer fuerte y la única que vive una historia de amor verdadero, porque todo lo demás es cálculo político y ego”, defiende completamente identificada con su papel.
Oona Chaplin, caracterizada como Talisa, en una escena de la serie.
Natalia no había leído los libros publicados de la saga Canción de hielo y fuego y apenas sabía nada de Osha cuando se presentó con la melena cubierta de flores a un casting en el que someramente “pedían a alguien salvaje”. La prueba fue un flechazo para George R. R. Martin, como él mismo proclamó coincidiendo con el arranque de la serie: “Al principio (ante la imagen fija de Natalia en el vídeo) me dije que era completamente inadecuada para el papel, demasiado joven y guapa. Luego vi su actuación y estaba increíble. Ha creado un personaje mucho más interesante que el que yo describo en los libros”. Tremendo elogio que ella acoge con mucha timidez, a pesar de ser una veterana del oficio y de contar en su currículo con cuatro títulos de la serie cinematográfica de Harry Potter, donde interpretó a la bruja Nymphadora Tonks.
Dotada para la música y otras vertientes artísticas, sus padres acabaron enrolándola en la escuela Bedales, donde se forman muchas jóvenes promesas, y que en su caso le abrió el acceso a su primera gran película, Un gran chico, protagonizada por el británico Hugh Grant: “A los 16 años, mis amigos me decían que ya tenía el futuro resuelto, pero las cosas pueden cambiar, y yo acabé consiguiendo una beca de música en Boston y otra de filosofía y teología en Australia. Al final dije que no, porque estaba enamorada por primera vez, y fue así como realmente me cambió la vida”. Natalia se quedó en Londres y decidió seguir buscando su espacio en el cine y la televisión, sin abandonar nunca la música.
Juego de Tronos le ha brindado proyección y poder prácticamente “inventarse” a un personaje que destaca mucho más en la adaptación televisiva que en los libros que lo inspiran (“yo no tenía que estar en la tercera temporada, Osha había desaparecido”), y que concibe como “una ratita del bosque que siempre va a sobrevivir”. La descripción se antoja también como una metáfora de su hipotética continuidad en la producción, a tenor de los capítulos previos al desenlace de la tercera entrega y de las declaraciones de Martin, el padre de la criatura literaria, sobre cómo Natalia le ha conducido a repensarse el juego que todavía puede dar en su papel. La aludida no suelta prenda cuando se le inquiere si este verano estará filmando una cuarta temporada, ni siquiera cuando Oona interviene para dejar muy claro que “George [R. R. Martin] ama a Natalia”. Lo dice con cariño, y completamente compenetrada con su compañera de aventura laboral, de trances sentimentales (“me ayudó mucho cuando me rompieron el corazón…”) y de más de una juerga.
“En la vida real, las dos son muy diferentes de los personajes que retratan en la serie, pero formar parte de un espectáculo tan grande como Juego de tronos se parece mucho a ser miembro de una banda en la que sus músicos pasan mucho tiempo juntos. Cuando Natalia y Oona regresan del plató, hasta hablan y gesticulan del mismo modo…”, dice divertido Sirius Flatz, mánager del grupo Molotov Jukebox, sexteto en el que Natalia es la única mujer y la estrella del cartel. Solo unas horas después de la sesión de fotos, le espera una sala abarrotada en Madame Jojo’s, un conocido local del Soho londinense donde su voz sensual y su acordeón arroparán la presentación del primer single (Something for the weekend) de su nuevo álbum, que entremezcla desde el gypsy y el ska hasta la samba o el swing, con el principal y sano propósito de sacar al personal a bailar. En junio tienen cita en el reconocido festival de Glastonbury.
En un plan muy informal, Oona ha llegado a compartir escenario con Molotov Jukebox, incluso a cantar, aunque lo suyo es el baile por formación (clásica) y temperamento. La perfecta dicción en la lengua de Shakespeare y esos genes anglosajones que le permiten emular en la ficción a una En­glish rose, paradigma de un ideal muy clásico de la mujer británica, quedan pulverizados en cuanto se pone en movimiento el volcán latino. “Bailo mucho, incluso cuando paso la aspiradora, y sigo con mis noches de salsa; ayer estuve con la rumba”. Espíritu inquieto que entiende el cine como un mundo abierto (“hoy puedes hacer una película con el iPhone”) y que estudió edición siguiendo el ejemplo de su padre, proyecta revertir en un largometraje su pasión por el baile como una de las grandes expresiones de la historia de Cuba.
“Oona es muy abierta y te abraza a los pocos segundos de conocerte”, confirma vía e-mail el actor Will Mellor, uno de los rostros más populares de la televisión británica, cautivado por esa inmediata ruptura del hielo antes de ponerse ambos en la piel de una pareja en Dates, apuesta estival del Channel 4 británico. “Poco convencional”, “imponente” e incluso “mágica” son los epítetos que elige para describir a una actriz que acaba de rodar en Canadá la primera película en inglés de la directora peruana Claudia Llosa –Oso de Oro del Festival de Berlín de 2009 por La teta asustada– y que, en su vocación multifacética, confía en reenganchar este verano con la producción de Juego de tronos como ayudante de sonido.
Natalia también está llena de proyectos, aunque admite que le cuesta situar por primera vez el equilibrio entre sus dos carreras, la interpretación y la música. Una nueva serie de la BBC, junto al celebrado dúo de cómicos británicos David Mitchell y Robert Webb; las promociones de Juego de tronos y la propia incógnita sobre el futuro de Osha la han convencido de ir resolviendo esa dualidad sobre la marcha para no agobiarse. Sus colegas de Molotov Jukebox lo entienden, su imagen también tiene réditos. “A veces han intentado publicitarnos como la banda de la actriz que sale en una serie de éxito, aunque siempre hemos intentado ganarnos nuestro propio mérito. Pero existe esa curiosidad, y es verdad que algunos fans de Nat nos han descubierto después de verla primero a ella en la pantalla”, reconoce su compañero de giras Tom Wilsson.
El tremendo impacto de una serie ubicada en un mundo ficticio medieval ha trastocado los horizontes de dos actrices que ya han empezado a conocer la alfombra roja de Hollywood. ¿Les gustaría o preparan el salto al otro lado del Atlántico? Natalia responde con un punto entre excéntrico y distante, fiel reflejo de su media alma británica: “He ido a Los Ángeles y no me enamoré, pero no lo sé: yo voy a donde la vida me llama”. A una Oona que se define como “nómada por cultura” le gustaría recalar en Cuba, en México o, por qué no, en España, aunque las escasas perspectivas de trabajo (“el cine español está bastante muerto”) apelan al más práctico de los sentidos, que es no descartar Estados Unidos. Reino Unido solo es una estación, apostilla, y “es tiempo de moverse”.

Espadas y dragones

Jacinto Antón
“Un dragón no es una fantasía frívola”. La frase es de J. R. R. Tolkien, que sabía de lo que hablaba. Las espadas tampoco son nunca intrascendentes. Hay que tomárselas muy en serio, porque matan, y quitan y ponen reyes. Está en su naturaleza, como en la del dragón vomitar fuego. En una espada, como en un dragón, relampaguean revividas las antiguas leyendas. Eso las hace fascinantes.
“Mis espadas las he tomado de los viejos mitos”, me explicó hace años el novelista Michael Moorcock, uno de los grandes nombres de la fantasía épica, el género del que bebe Juego de tronos. Yo le señalaba a Moorcock las semejanzas entre el arma de uno de sus grandes personajes, Elric de Melniboné, y las famosas espadas de las sagas nórdicas. En la Hervarar saga, del siglo XIII, por ejemplo, aparece la espada maldita del rey Svafrlami, Tyrfing, que solo puede guardarse, una vez desenvainada, tras segar una vida. La espada de Elric posee esa misma siniestra característica. “Es que la saqué de ahí”, me confesó Moorcock, “como muchas otras cosas”.
Espadas y dragones están de moda. Las novelas de Martin y la serie televisiva nos los han devuelto. El poder de emoción y la popularidad de Juego de tronos deben mucho a la materia prima de sus historias, con las viejas espadas y dragones (también con el sexo, queda dicho: una combinación ganadora). Como Tolkien o como Moorcock, Martin ha saqueado el baúl de los mitos y cuentos (y de paso, a sus predecesores del género y todo lo que ha podido, desde las hipocracias de los jinetes mongoles, hunos o cosacos –los dothrakis– hasta los eunucos turcos, el fuego griego y el Muro de Adriano; ¡vaya cómo ha arramblado con todo, y cómo lo ha recreado Martin!).
Ahí está la espada Hielo, el emblemático mandoble de los Stark (con esa espada ejecuta Lord Stark a un desertor de la Guardia de la Noche, y con ella, cerrando el círculo, él mismo es decapitado); la ligera Aguja de Arya –de esgrimista, que habría gustado a Scaramouche, y que recuerda a Dardo, la hoja élfica de Frodo–; la Garra Larga que regalan a Jon Nieve customizada con un lobo huargo en el pomo, un arma bastarda como él, o la Portadora de Luz de Stannis Baratheon, cuya hoja quema. Espadas de la estirpe de Excalibur, de la Balmung (o Nothung) vuelta a soldar por Sigfrido, primas de las tolkinianas Glamdring –espada mágica de Gandalf.
Antes de que se me olvide en esta tormenta de espadas, ¿no es Jaime Lannister, el Matarreyes, al que cercenan una mano (sin anestesia) un avatar martiniano de Tyr, el guerrero dios manco de la mitología nórdica que pierde el mismo miembro en las fauces de Fenrir, el lobo del Ragnarok? El Ragnarok –la batalla del fin del mundo–, por cierto, estará precedido, según los mitos, por el Fimbulvetr, el gran invierno, que sugiere la cruel estación (y sus peligros) que amenaza el mundo de Canción de hielo y de fuego. No he encontrado referencias a un Trono de Hierro forjado con las espadas de los enemigos como el de la serie. Es sabido que el Trono de Hierro lo hizo construir Aegon I Targaryen como metáfora de la dificultad de mantenerse en el poder. En el impresionante sitial podríamos percibir resonancias del Trono Oscuro de Sauron en Mordor y de la costumbre de levantar trofeos con las armas de los vencidos.
En el pastiche que es la serie de George R. R. Martin, uno de los grandes disfrutes es discernir la procedencia de tantos elementos y la enorme gracia con que lo ha hecho. Saber mezclar pasajes dignos de las fantasías dunsanyanas con escenas propias de Dallas, el lenguaje poético con la grosería, los altos ideales con las más bajas pasiones, la belleza con la atrocidad, es parte del secreto del éxito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario