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lunes, 3 de noviembre de 2014

Cuando vuelva a caer la noche en Berlín

 


Visión nocturna de la emblemática Puerta de Brandemburgo de la capital alemana.
Visión nocturna de la emblemática Puerta de Brandemburgo de la capital alemana.
En una noche levantaron el Muro y en la oscuridad lo derribaron hace 25 años. Su conmemoración el 9 de noviembre es un motivo más para visitar esta ciudad magnética y necesaria. Y es que lo tiene todo. De hecho, posee algo único: sólo se parece a sí misma.


La noche del 9 de noviembre de 1998 interrumpió al mundo y le hizo mirar hacia Berlín. Estaba cayendo el Muro. Aquello sería el definitivo fin de la Historia, como poco antes había proclamado Francis Fukuyama; y, sin embargo, para esta ciudad magnética era sólo el comienzo. La política podrá levantar barreras, pero los hombres son capaces de derribarlas. Por eso el Muro, a pesar de las cicatrices de hormigón, es un mensaje de esperanza. Por eso Berlín, 25 años después, será siempre una ciudad necesaria. Lo tiene todo. De hecho, posee algo con lo que muchas metrópolis ya no cuentan: se parece únicamente a sí misma.
Persiste en Berlín esa ambivalencia que llamaron Guerra Fría. A veces, a modo de festiva memorabilia, a veces como pesaroso escenario urbano. Es quizás ese contraste, esa anacronía, lo que le concede un aura única, de superviviente. No falta vida en esta ciudad monumental, política y cultural como pocas: Nada más vital que su gente, llegada de cualquier parte; y eso que el aliento institucional ha sido generoso con ella.

La Isla de los Museos

Ya lo suplicó su alcalde, Ernst Reuter, ante las ruinas del Reichstag durante el bloqueo de Berlín occidental: «¡Mirad esta ciudad y reconoced que no debe ser abandonada!». Es la impactante sede del Bundestag el testigo de los vaivenes históricos de Berlín. Del mismo modo que también fue su espejo. Asistió a la victoria de la democracia y de Weimar, pero también al ascenso del nazismo. Devastada tras la II Guerra Mundial, después vería levantarse el Muro aquella noche del 13 al 14 de agosto de 1961, por su parte oriental. De nuevo Parlamento desde que en 1991 Berlín volvió a ser la sede del Gobierno, hoy impacta la majestuosa cúpula diseñada por Norman Foster, versión moderna de la originaria de Paul Wallot. Puede subir (y debe), pero recuerde que aunque es de acceso gratuito hay que reservar plaza con antelación.
Un fragmento del Muro.
Desde aquí podrá encaminar sus pasos hacia la Puerta de Brandemburgo, que lleva 200 años siendo el símbolo de Berlín. El próximo 9 de noviembre será el epicentro de las celebraciones del 25 aniversario de la Caída del Muro. Para ese fin de semana se instalará desde la calle Bornholmer hasta la East Side Gallery, siguiendo el curso del Muro, una instalación de luces en grandes globos. Cuando caiga la noche, como cayó el Muro, se soltarán al infinito mientras suena el último movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven, interpretado por la orquesta de la Ópera de Berlín con Daniel Barenboim al frente.
La sede de la Ópera no puede visitarse porque está en obras, como también lo está Unter den Linden, la majestuosa avenida que parte de la Puerta de Brandemburgo. No importa. Nada resta monumentalidad al bulevar de los tilos que concluye en la magnífica Catedral (Dom), junto a la Isla de los Museos. Conjunto museístico de primer orden, a pesar de que el Altar de Pérgamo (que da nombre al museo) estará cerrado hasta 2019, vale la pena acercarse a este oasis artístico aunque solo sea por visitar a Nefertiti en el Neues Museum, por ver la Rotonda del Altes, o la Puerta de Ishtar del Museo de Oriente Próximo.

La ruta del Muro

No queda lejos Alexanderplatz, punto de encuentro de la Berlín oriental con su carismática Torre de las Telecomunicaciones, que en su día fue el edificio más emblemático para el régimen de la RDA. A sus pies está el Rotes Rathaus (Ayuntamiento Rojo) así llamado por el color de sus ladrillos. Pero suba a la torre y podrá ver desde las alturas todo Berlín. Para ver el Muro de cerca conviene acercarse a la East Side Gallery, donde pervive en pie su muestra más larga. Son 1,3 km a lo largo el río Spree en el barrio multirracial de Kreuzberg (en esté también se enclava, por cierto, el imprescindible Museo Judío que firmó Libeskind). El cauce de la separación discurre por Mühlenstrase hasta Stralauer Platz.
La Torre de las Comunicaciones.
Cruzado el río, la ruta prosigue por un Berlín que poco tiene que ver con la grandeza de Mitte, y que por momentos parece retroceder a un tiempo que no fue mejor. Lo supo bien Peter Fechter, el joven que, al ser disparado por la policía oriental en su intento de fuga, cayó en el corredor de la muerte, donde lo dejaron agonizando. Aquí está su memorial. Continuando por Zimmerstrasse llegamos al más afamado de los puntos de control, el Checkpoint Charlie (los otros dos eran Alfa y Bravo). Allí hoy, repleto de turistas, se respira un ambiente festivo y divertido, entre soldados estadounidenses de pega, McDonalds y coches Travi de alquiler, que por un momento suspenden la tragedia que supuso el Muro.
Para entender el alcance de su gravedad basta con acercarse al Mauermuseum (Museo del Muro), la Cold War Black Box o la Topografía del Terror, con 200 metros de Muro original, que se congregan en esta zona. En el otro extremo, en Bernauer Strasse, se encuentra el Memorial del Muro, un centro de documentación y la iglesia de la Reconciliación. Más alejado queda la antigua prisión de la Stasi, como muestra de las cárceles de la antigua RDA.

Arquitectura contemporánea

Desde el Checkpoint Charlie habrá que caminar hasta la bulliciosa Potsdamer Plazt, el símbolo del nuevo Berlín, con sus dos estandartes de la arquitectura contemporánea: el Sony Center de Helmut Jahn y el Daimler Chrysler Quartier, de Renzo Piano y Christoph Kohlbecker. Desde aquí, en lugar de seguir el Muro, se puede descubrir la parte occidental, donde aguarda el fabuloso Tiergarten, el pulmón de esta ciudad verde, con su inconfundible columna de la Victoria, y cuyo ambiente bucólico contrasta con el cercano frenesí de la hipercomercial Kurfürstendamm.
El mítico Checkpoint Charlie.
Allí habrá que pasarse por KaDeWe, los grandes almacenes más emblemáticos; y contemplar la iglesia Conmemorativa, símbolo de Berlín Occidental en los tiempos del Muro, cuyo violento perfil en ruinas recuerda los terribles acontecimientos que ésta presenció a lo largo del siglo XX. Recién nacido está Bikini Berlín, justo enfrente. Se autodescribe como un concept mall, y lo cierto es que es un paraíso de tiendas para los cazadores de últimas tendencias, que mantiene el nombre del edificio de postguerra que lo alberga.
A pocos pasos queda la Amerika Haus, que a partir de este jueves acogerá a la prestigiosa galería de fotografía C/O Berlin Foundation. Los amantes de ésta tienen también muy cerca (detrás de la estación del jardín zoológico) el Museo de Fotografía con la Fundación Helmut Newton en dos de sus plantas. Nacido en 1920 como Helmut Neustädter, huyó de Berlín cuando comenzó la persecución de los judíos. Sin ellos tampoco se entendería la historia de esta ciudad que tanto ha vivido al caer la noche. Noches de tragedias pero también de esperanzas.

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