Entrada destacada

Libros de Juan Carlos Pazos desde 1€

  https://www.amazon.com/author/juancarlospazosrios “EL LABERINTO DE LOS AFECTOS” https://amzn.eu/d/9Hc7xoY “EL LIBRO VERDE (versión autoriz...

lunes, 10 de noviembre de 2025

Extracto de "El expediente 47". Ya a la venta en Amazon por 1€

 



Ricardo cogió uno de los recortes. La fotografía de un niño de unos nueve años, sonriendo a la cámara con un par de dientes de leche a medio caer. Miguel Ángel Torres. 8 años. Desaparecido en Vitoria. Octubre de 1997.

El rostro le resultaba vagamente familiar. O quizá solo era que todos los niños desaparecidos acababan pareciéndose: ojos que pedían ayuda desde un pasado congelado.

—Mi padre creía que había una red —continuó Lucía—. No de trata sexual, al menos no principalmente. Algo diferente. Algo relacionado con personas de poder que necesitaban... servicios.

—¿Qué clase de servicios?

—No lo sé. Pero encontró una conexión. —Lucía sacó otra fotografía, esta de un edificio—. Esta es una finca en Sierra Mágina. Jaén. Propiedad de una fundación benéfica que nunca existió realmente. Registro falso. Pero entre 1995 y 1999, hubo actividad ahí. Vehículos entrando y saliendo. Siempre de noche.

Sierra Mágina.

Las palabras que había descubierto bajo el número 47 en su cuaderno.

El recuerdo volvió, más nítido esta vez. La carretera de montaña. Sergio conduciendo. Y él mismo diciendo: «¿Estás seguro de esto? No tenemos autorización. Si nos pillan...»

Y la respuesta de Sergio: «No la necesitamos. Esto está por encima de los protocolos. Si no lo hacemos nosotros, nadie lo hará.»

—Estuve ahí —dijo Ricardo, casi sin darse cuenta de que hablaba en voz alta—. Con tu padre. No sé cuándo exactamente, pero estuve en esa finca.

Lucía lo miró con una intensidad que cortaba.

—¿Qué viste?

—No lo sé. Es como si... como si esa parte de mi memoria estuviera borrada. Solo quedan fragmentos. Imágenes sueltas. —Ricardo cerró los ojos—. Una casa abandonada. Una puerta. Alguien gritando detrás de esa puerta.

—¿Quién?

—No lo sé.

Cuando abrió los ojos, Lucía estaba escribiendo furiosamente en su libreta.

—¿Sabes qué es el Propofol? —preguntó sin levantar la vista.

—¿El anestésico?

—Sí. Pero en dosis menores, se usa para otros propósitos. Puede causar amnesia anterógrada. Básicamente, borra la memoria de las horas previas a su administración. —Lucía levantó la vista—. Mi padre tenía una nota sobre eso en sus archivos. Sin contexto. Solo la palabra «Propofol» subrayada tres veces.

Las piezas empezaban a encajar, formando una imagen que Ricardo no quería ver, pero que no podía apartar la mirada.

—¿Crees que me drogaron? ¿Que borraron mi memoria de lo que vi en esa finca?

—Creo que tanto mi padre como tú visteis algo que no debíais ver. Él lo documentó. Tú... a ti te hicieron olvidarlo.

—¿Por qué a mí y no a él?

—Quizá porque mi padre sospechaba. Quizá se aseguró de que no pudieran acercarse lo suficiente. —La voz de Lucía se quebró ligeramente—. O quizá porque era más fácil matar a uno y manipular al otro. Un muerto genera preguntas. Un detective con amnesia solo genera lástima.

Las palabras eran crueles, pero probablemente ciertas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario