Exploro el campo lleno de
flores; mientras tanto, el polen irrita mi alergia a este mundo traidor.
Exploro el paso de la primavera, el calor que por entonces llega a un verano
inmediato, pero lejos. Después rezo (ignoro el comienzo) a mi demonio personal,
a ese que acaba de salir del cementerio para irse de copas con una rubia
teñida. Lamentablemente, no contesta a mis llamadas humilladas, a mi súplica de
pecador confeso, ahora simple explorador del campo lleno de flores. Aunque no
importa, sé por dónde para, conozco sus juegos malabares; hoy va a escuchar
todas mis súplicas. Mientras tanto, exploro el campo lleno de flores, después
empiezo a estornudar mi vergüenza de ser sensible, de ser el que no sabe qué
vendrá después de este castigo.
El castigo corresponde a los
comensales de nuestro banquete de boda; míralos tan contentos por empezar a
comer la carne, luego vendrán los postres que compartimos, tan solidarios con
tanta hambre en nuestro teatro del absurdo.
Un globo en el cielo lleva a
los padrinos. ¡Cuánto los queremos! Larga vida a los novios. Alguien intenta
matar a un niño al descorchar el champán. En mi familia siempre hubo buenos
pistoleros; las lesbianas ya pueden empezar su número.
El tío lejano de Suiza
comienza a perder los papeles, le está metiendo mano a una estudiante de
medicina. Hubiera deseado estar más borracho para no darme cuenta de estas
cosas. Tú vas por otro lado, yo recuerdo las flores, el jardín del pecado, y me
arrepiento.
Luego empieza el baile, sin
ganas, cansado de felicitaciones, pioneros de una nueva conspiración, tan cerca
y a la vez tan lejos. Déjate llevar, oigo este pensamiento que manda el gran
lector de revistas baratas, en las cuales se ofrece compañía también barata.
Todo sale caro al final; entretengo a los cubitos de hielo del güisqui
contándoles las operaciones numéricas de las tediosas facturas.
Hubo un momento en el cual
parecíamos salvados. Falsa esperanza que ahoga el nudo de la corbata. La rubia
teñida me dice algo, divertida, emocionada, con cierta superioridad que da la
presencia de la familia, ilusa.
No sabe lo que le espera.
Dolores Fuertes de Cabeza, mi prima más querida, recomienda paciencia para
estos casos. No voy a poner en duda sus certezas; lo único real viene al
comprobar que no se me ocurre nada más. Estoy atrapado contra la pared y
enfrente de la mesa, solo queda comer hasta reventar, llamar a la rubia para
pedirle disculpas, ser tierno, iluso.
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