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lunes, 4 de febrero de 2013

Moby Dick: Cetología

YA ESTAMOS ATREVIDAMENTE lanzados sobre la
profundidad, pero pronto nos perderemos en sus
inmensidades sin orillas ni puertos. Antes de que
esto ocurra; antes que el casco lleno de algas del
Pequod se balancee flanco a flanco de los cascos
llenos de lapas del leviatán; desde el arranque, no estará de más
atender a una cuestión casi indispensable para una completa
comprensión apreciativa de las variadas revelaciones y alusiones
más especialmente leviatánicas que han de sucederse.
Lo que ahora querría poner ante vosotros es una exhibición
sistematizada de la ballena en sus amplios géneros. Pero no
es tarea fácil. Lo que aquí se intenta es nada menos que la clasificación
de los constitutivos de un caos.
Escuchad lo que han establecido las mejores y más recientes
autoridades.
«No hay rama de la zoología tan enredada como la que se
titula cetología», dice el capitán Scoresby, 1820.
«No es mi intención, aunque estuviera a mi alcance, entrar
en la investigación del auténtico método de dividir los cetáceos
en grupos y familias... Entre los historiadores de este animal
(el cachalote) existe completa confusión», dice el cirujano
Beale, 1839.
«Incapacidad para proseguir nuestra investigación en las
aguas insondables.» «Un velo impenetrable cubre nuestro conocimiento
de los cetáceos.» «Un campo sembrado de espinas.
» «Todas estas indicaciones incompletas sólo sirven para
torturarnos a los naturalistas. » (...)


Hay sólo dos libros existentes que pretendan de un modo
o de otro presentaros al cachalote, y que, al mismo tiempo, tengan
el más remoto éxito en su intento. Esos libros son los de
Beale y Bennett, ambos, en su tiempo, médicos en los balleneros
ingleses del mar del Sur, y ambos hombres exactos y de fiar.
La materia original referente al cachalote que se encuentra en
sus volúmenes es por fuerza pequeña, pero hasta donde alcanza,
es de excelente calidad, aunque en su mayor parte limitada a la
descripción científica. Sin embargo, hasta ahora el cachalote,
científico o poético, no vive completo en ninguna literatura.
Muy por encima de todas las demás ballenas que se cazan, su
vida está por escribir.
Ahora bien, las diversas especies de ballenas necesitaban
alguna integral clasificación popular, aunque sólo sea un fácil
bosquejo por el momento, que después se rellene en todos sus
departamentos con los sucesivos esfuerzos de otros estudiosos.
En vista de que no hay nadie mejor que se adelante a tomar en
sus manos este asunto, ofrezco por tanto mis propios humildes
esfuerzos. No prometo nada completo, porque cualquier cosa
humana que se suponga completa, debe ser infaliblemente deficiente
por esa misma razón. No pretenderé una menuda descripción
anatómica de las diversas especies, ni —al menos en
este lugar— muchas descripciones.
Mi objetivo aquí es sencillamente proyectar el borrador
de una sistematización de la cetología. Yo soy el arquitecto, no
el constructor.
Pero es una tarea pesada: no hay ningún normal clasificador
de cartas en la oficina de correos que esté a su altura. Bajar
a tientas al fondo del mar detrás de ellas; meter la mano entre
los inefables fundamentos, las costillas y la mismísima pelvis del
mundo, es cosa terrible. ¿Quién soy yo para intentar echar un
gancho a la nariz de este leviatán? Los temibles sarcasmos en el
libro de Job me podrían horrorizar muy bien. «¿Hará contigo
(el leviatán) un pacto? ¡Mira, vana es la esperanza de alcanzarlo!
» Pero he nadado a través de bibliotecas y he navegado a
través de océanos; he tenido que habérmelas con ballenas, con
estas manos visibles; actúo en serio, y lo voy a probar.

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