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viernes, 28 de octubre de 2016

El diablo y Roman Polanski


Dani Calavera//
 http://www.zgrados.com/diablo-roman-polanski/
En mayo Cosmotv estrenó en España la miniserie Rosemary´s baby, basada en el film La semilla del diablo de Roman Polanski. A la espera de confirmarse una nueva temporada, la miniserie puede verse ya en formato doméstico.
Un día una chica me dijo que no le gustaba Shakespeare in love porque le parecía una copia de Romeo y Julieta. Otro día leí un artículo de un profesor de literatura que contaba que puso deberes a sus alumnos haciéndoles leer Drácula de Bram Stocker y que uno de sus alumnos le dijo que aquel libro era una copia de Crepúsculo Hay que luchar contra estas cosas, son crímenes contra la razón. Hace poco, la cadena NBC estrenó una miniserie de cuatro episodios con Zoe Saldana como protagonista, en un remake del film del 68 La semilla del diablo de Roman Polanski llamada, como el film original y la novela homónima de Ira Levin, Rosemary´s baby . No puedo sentir otra cosa que no sea temor ante la idea de un puñado -espero que pequeño- de público que vea esa serie y no conozca la película original. No voy a hablaros de los escándalos de pederastia que salpicaron la vida de Polanski en los 70, ni voy a hablaros del asesinato de la mujer del director, Sharon Tate, a manos de Charles Manson y su secta. No, voy a hablaros de un film que adoro y que, debido a su remake televisivo, merece ser recordado dejando claro que, si bien no se trata de una de las mejores películas de la historia, sí se trata del film mejor dirigido que conozco.
“Soñé que alguien estaba seduciéndome…No sé, alguien inhumano”
Por lo que sé hasta ahora y lo que sigo aprendiendo, la labor de un autor en el mundo del cine tiene muchos apartados, tanto técnicos como artísticos, y hasta el más mínimo detalle debe ser tratado por ese autor con suma atención. Desde la puesta en escena hasta la dirección de actores, comenzando por la historia y el guión y terminando por la iluminación de una escena antes de gritar: “acción” y prestando especial interés a todo lo que esté dentro del encuadre. Hasta el más mínimo detalle. Basándome en todos estos elementos y sabiendo que Polanski contó con un gran equipo para llevar a cabo su guión en La semilla del diablo reitero que este film me parece el mejor dirigido que he visto. Absolutamente todo en ella funciona a la perfección, hasta el punto que sus imágenes pueden seguir perturbando la imaginación del espectador hoy en día sin tener que recordar sustos o golpes de efecto. Un simple plano de la protagonista retorciéndose de dolor junto a su cocina ya puede quedarse grabado en la retina del público. Son tantos los detalles que merecen ser ensalzados que iremos por partes.
“Todos ellos brujos”
1. Su guión. La historia es bien conocida por todos, incluso si no la habéis visto, porque su estructura ha sido copiada hasta el infinito. Un joven matrimonio se muda a un señorial edificio donde entablan amistad con los vecinos y conocidos del lugar, la mayoría de ellos de la tercera edad. Pronto ella descubre que está embarazada y una serie de desafortunados incidentes le hacen sospechar que esos supuestos nuevos amigos son, en realidad, un aquelarre de adoradores del diablo que quieren hacerse con su bebé.

“No te preocupes Jenny o Andy… Yo les mataré antes de permitir que te toquen”

Qué bien está cada vez que Rosemary habla con su pequeño o pequeña. Normalmente suele notarse la mano -o las manos- que se ha involucrado en el guión de una película; pero no en esta. La semilla del diablo está tan bien escrita, tan bien llevada, que no chirría en ningún momento, por mucho que me esfuerce en buscar un motivo por el que podría hacerlo. Los giros en la trama, que vamos descubriendo junto a la protagonista -la loción de afeitar de su ginecólogo, el anagrama del libro de Hutch-… son tan perfectos que lo único que me pregunto es si a la hora de rodar Polanski permitió la improvisación a sus actores en alguna escena, ya que están medidas al dedillo. ¿No me creéis? Vayamos con la puesta en escena.
2. Puesta en escena. Aunque nos metamos mucho en el terreno interpretativo, para entender la puesta en escena de Polanski hay que prestar atención a un detalle importante. Por supuesto que Rosemary es el centro de la historia;  acompañamos a esta futura madre en una auténtica pesadilla, una pesadilla en la que está sola contra los brujos. Pero es el personaje del marido, Guy, el que mejor nos conduce en las escenas clave.      
La semilla del diablo, Roman Polanski 
La casa de los Castevet, los vecinos, es enorme. Parece un palacio comparada con la del joven matrimonio ¿Es oscura? Dejémosla en marrón, un marrón claro e iluminado de forma oscura que nos hace respirar madera llena de historias de brujas. Apenas hay paredes en el salón y, la primera vez que lo vemos, la cámara se preocupa de hacernos ver que sólo hay cuatro personajes en el lugar -comparadlo con la escena final, cuando la cámara sigue a Rosemary en todo momento-. En la primera aparición de la casa, la cámara es objetiva; en la última, es los ojos de Rosemary y ya no nos parece tan grande, tan sospechosa. Un alivio al verla se adueña de nosotros porque ya no está tan tenuemente iluminada: la luz que hay en ella nos augura que el final de la película se acerca y debemos verlo bien, sin perturbaciones ni sospechas.
Este es un mínimo detalle de puesta en escena, hay mil más durante toda la película. El pasillo de la casa de Rosemary y Guy, donde tienen lugar las primeras reacciones de prácticamente todo lo que pasa -ese travelling cuando los Casevets entran dichosos por la noticia del embarazo es maravilloso-,  el descubrimiento de que ambas casas están conectadas y su forma de hilarlo, las escenas que tienen lugar en exterior, las conversaciones en apariencia banales en el salón o la cocina de la casa del joven matrimonio o sencillamente, los turbadores sueños de Rosemary… Pocas películas han representado mejor la sensación de ensoñación que La semilla del diablo: esas frases inconexas, extrañas, sin sentido para un ojo virgen a la historia pero que cada vez que ves de nuevo cobran más significado… y no sólo las frases: todo lo que vemos también. Luz y buena posición de cámara, eso es lo que hace una gran puesta en escena.
3. Planos. La cámara no puede moverse mejor y este film nos regala unos cuantos planos para el recuerdo. El cuchillo frenando el balanceo de la cuna se convierte en una metáfora hecha imagen perfecta para la historia. Los brujos -bien vestidos, por supuesto- pasando detrás de Rosemary. La escena en la cabina -la paranoia va en aumento, a juego con la distancia focal a la protagonista-, el rostro de Rosemary al ver por primera vez a su hijo, y esa música…

“Cállese, cállese… Usted está en Dubrovnik, no le oigo”

4. Interpretación. ¿Por qué resaltaba la interpretación al comienzo de la puesta en escena? Lo dicho, Rosemary es nuestra protagonista, pero el personaje clave es Guy. Las reacciones, miradas y movimientos de John Cassavetes son la clave para descifrar la trampa. La reacción de éste cuando Rosemary le da permiso para avisar a sus vecinos de que está embarazada -atentos a la iluminación y a su rostro en ese momento-; las respuestas que da a todas las preguntas que su mujer le plantea y que se resuelven en la escena final; o mi favorita -teniendo en cuenta en ella también la puesta en escena-: fijaos bien, por favor, en su rostro cuando en la primera visita a los vecinos, los señores Castevet, volvemos al salón donde Roman, el señor de la casa, supuestamente ha estado hablando con Guy… No hacen falta hechizos para embrujar la razón, sólo un gran villano.
John Cassavetes para mí se lleva la palma en el terreno interpretativo en La semilla del diablo y eso que todos están perfectos. Mia Farrow no puede ser más frágil, más vulnerable, más…heroica. Ruth Gordon, con su interpretación de la señora Castevet, fue galardonada con el Oscar y el Globo de oro como mejor actriz secundaria. Y con razón. Una auténtica bruja, ¿no? O quizás sólo una vecina esperpéntica y cotilla vestida como la típica anciana que veríamos en un chiringuito de playa. Su actitud nos repele en un primer momento pero luego la aceptamos viendo que, como ella, hay mil vecinas esperpénticas y cotillas.
Esta gran hazaña con el personaje tiene muchísimo mérito de guión, pero también en la actriz con cada fruncimiento de ceño, con cada sonrisa ladeada y con ese movimiento hacia la cámara de esos rulos llenos de sospechas -otro golpe genial es su afán por tapar el agujero que ha hecho el cuchillo en su parqué en la escena final-. El plantel de secundarios es brillante. Desde el ginecólogo, ese pérfido y bronceado Abraham Sapirstein, interpretado nada menos que por Ralph Bellamy, hasta esa vecina gorda, torpe y metomentodo, Laura Louise, que acaba destapándose como una ferviente admiradora del mal más puro. Si nos fijamos bien en otros grandes secundarios que saben algo que el protagonista no sabe, como en El show de Truman de Peter Weir, podemos observar la importancia de que un buen plantel de actores lleve las sospechas del público por donde ellos quieren con cada gesto, con cada palabra. Y, por último, el villano -porque siempre hay uno- Un brutalmente bien elegido Sidney Blackmer interpretando a Roman Castevet.
– Intenta usted convertirme en su madre, ¿verdad?                                                                                        
 – ¿Acaso no es usted su madre, Rosemary?

Rosemary. La semilla del diablo, Roman Polanski
5. El final, la música y el director. Los diez últimos minutos de La semilla del diablo merecen la mayor de las alabanzas. Aunque en una perturbadora escena resolutiva de hoy en día no haya sangre, siempre se procura introducir cierta suciedad y espectacularidad en todos los films del género de terror, horror, intriga o acción. Aquí no. El golpe de efecto, aunque ya lo sepamos, el giro final y su consecuencia es mil veces más importante que el intentar molestar al espectador con inquietud por una imagen. Tras una ardua y acalorada conversación con nosotros, Polanski zanja la discusión con una frase tajante, no con un golpe en la mesa ni con un puñetazo en la cara. Sólo nos cuenta un final que nos presenta de una forma elegante, sobria y sin pretensiones de espectacularidad visual -y eso que consigue que lo sea, y mucho, con cada plano y movimiento de la cámara-. La nana con la que hemos empezado el film nos acompaña al final. El director y autor de esta obra maestra del cine no volverá a conseguir semejante proeza ni con su brillante El pianista, tampoco con Lunas de hiel y ni siquiera con La muerte y la doncella, y eso que todas ellas son increíbles.
6. ¿El resultado? Como ya he dicho, el film mejor dirigido que he visto. Elegancia, perfección, hazaña cinematográfica. ¿Veréis la serie? Por favor, por muy bien que esté, si la veis no cometáis el crimen de ignorar La semilla del diablo, un film que, pese a sus casi 40 años y por mucho que ya sepamos de lo que nos va a contar, sigue siendo una de esas películas con las que eres incapaz de cambiar de canal cada vez que la pillas en televisión… Y eso solo lo consiguen las películas tan grandes como grande es el cine.
Autor:
Sandra Lario foto Sandra lario nombre
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Crítico de cine en ZTV y Heraldo.es. Creador, presentador y realizador del programa más extra-elegante de cine: “Unas cuantas Pelis”. ¿Lo único que importa? Cine, música, escribir, mucho café, cine y música. Apasionado de la música y el cine tanto escrito como realizado, rodado y proyectado. Emocional y moralmente incapaz de escoger un género ¡Todos son buenos mientras sea buen cine!

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