Entrada destacada

Libros de Juan Carlos Pazos desde 0,99€

  https://www.amazon.com/author/juancarlospazosrios "PARANOIA" https://www.amazon.es/gp/product/B09RTN9R15/ref=dbs_a_def_rwt_hsch_...

jueves, 13 de diciembre de 2012

Bristol, encanto desaliñado

Foto
Anárquica, desenfadada, rebelde, esta ciudad inglesa a menos de dos horas de Londres empieza a despuntar como destino joven, gracias a su insaciable vida cultural.

Hoy el festival del graffiti, mañana la exhibición de globos aerostáticos, pasado una cita musical con decenas de conciertos al aire libre. En Bristol siempre hay una llamada cultural a la que asistir, un evento detrás de otro, una excusa para salir de casa y empaparse de las manifestaciones artísticas a pie de calle. Por eso estamos, sin lugar a dudas, en la ciudad más activa del suroeste de Inglaterra.
Bristol tiene el encanto desaliñado que le concede una población eminentemente joven, cuya estética alternativa le da un carácter peculiar: pelos de colores, atuendos neo-grunges, tendencias trendys... en sintonía con una desenfadada arquitectura en la que caben provocadores murales al lado de sobrias iglesias góticas.
Pero Bristol tiene también el privilegio de ser la cuna de Banksy, el famoso artista del spray que ha dejado su impronta en las fachadas, y de bandas tan imprescindibles como Massive Attack, Portishead o Triky, que dieron a luz el sonido Bristol. Esto y la Universidad explican en parte la desmesurada presencia adolescente que se deja sentir en la ciudad. Y nada extraña que esté desbancando a Londres como destino predilecto de los españoles para estudiar inglés.

Reciclada vida portuaria

Antes de este fervor juvenil, Bristol era una de las principales metrópolis portuarias –siempre en competencia con Liverpool- que tejió su vida en las márgenes del río Avon. De esta herencia marítima queda el Floating Harbour o Puerto Flotante que hoy, extinguida ya su agitada actividad comercial del siglo XIX, conserva el romanticismo de sus muelles rescatados de las ruinas y reconvertidos en estilosos pubs y restaurantes. Al norte del Floating Harbour, en cuyo trayecto se asientan también atracciones tan variopintas como el M Shed (Museo de la vida de Bristol) o el Aquario, se extiende el centro de la ciudad con su legado de iglesias medievales: New Room o la primera capilla metodista del mundo, la Catedral con la capilla de Lord Mayor enfrente, o, un poco más apartada, St. Mary Redcliffe que, según aseguró la reina Isabel I, «es la parroquia más justa, respetable y famosa de Inglaterra».
Sin embargo, no es el fervor religioso lo que más caracteriza a esta ciudad de pasado contestatario que ha situado históricamente sus protestas en Queen Square, un parque cuadrado en el corazón de la zona vieja, rodeado de calles adoquinadas y grandiosos edificios. Aquí, en los meses de verano, tienen lugar espectáculos de teatro a cielo abierto, conciertos y otros eventos.
Para el invierno, mejor el resguardo de los múltiples bares con música en vivo, como el Old Duke en King Street, que atrae durante el día a un público no tan joven, pero eso sí, aficionado al jazz (el nombre, por cierto, hace honor al maestro Ellington). A un paseo, por si aprieta el hambre, se encuentra St Nicholas Markets, que en su variada oferta de comida incluye también las muy inglesas salchichas con alubias (banger and beans) o las patatas asadas con piel (jacket spuds).

Grandiosidad georgiana

Exceptuando –por suerte- el constante asedio de los turistas, hay una zona de Bristol que nada tiene que envidiar a su vecina Bath en lo que atañe a esplendor georgiano. Y esta zona es el barrio residencial de Clifton, al noroeste, que ofrece la cara más apacible de la ciudad: calles recoletas con pequeños cafés, boutiques y restaurantes; joyas arquitectónicas como Cornwallis o Royal York Crescent; y casas elegantes rodeadas de jardines donde reside la población más pudiente.
Pero no hay nada de lo que los oriundos se sientan más orgullosos como del Puente Colgante, diseñado por el ingeniero victoriano Isambard Kingdom Brunel. Esta espectacular construcción que cruza la garganta del río Avon no sólo tiene un atractivo especial para las filmaciones cinematográficas sino también, y por desgracia, para los suicidas. Nada extraña si se tienen en cuenta sus 75 metros de altura sobre un vertiginoso vacío.
En las zonas ajardinadas de las proximidades, con sus vastos espacios rodeados de árboles, se sientan a menudo propios y extraños para contemplar este puente, indiscutible símbolo de Bristol. La panorámica resulta perfecta: soberbias vistas sobre el desfiladero, la elegancia de Clifton a un lado, y al otro, la ordenada anarquía del resto de la ciudad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario