Entrada destacada

Libros de Juan Carlos Pazos desde 0,99€

  https://www.amazon.com/author/juancarlospazosrios "PARANOIA" https://www.amazon.es/gp/product/B09RTN9R15/ref=dbs_a_def_rwt_hsch_...

lunes, 24 de diciembre de 2012

Las mejores películas del cine de acción



Escrito por  el 10.12.12 a las 21:57. Labutaca.net
Archivado en: Géneros
El cine de acción, género totalmente catártico y palomitero, puede que sea el más popular de todos los ramales cinematográficos modernos. Invitación a la evasión individual o masiva al amparo de la oscuridad de una sala o la comodidad de un sofá, el infinito catálogo de títulos que lo componen perfila incontables iconos en el imaginario colectivo, hombres y mujeres incrustados en la cultura popular que protagonizan todo tipo de aventuras dentro y fuera de nuestro planeta, por tierra, mar y aire, dispuestos a salvar la situación muchas veces sin inmutarse si quiera ─a veces por exigencias del guion; otras tantas, por el hieratismo interpretativo propio de muchos de sus cultivadores especializados─. Os proponemos un viaje ligero a través de algunas propuestas de visionado obligado.

“Jungla de cristal” (John McTiernan, 1987). La adaptación de la novela de Roderick Thorp a cargo del especialista John McTiernan regaló a Bruce Willis el más reconocible personaje de su carrera, ese John McClane al que ha dado vida ya en cinco ocasiones y que redefine para los anales de la Historia el cliché de aparecer en el lugar menos adecuado en el momento justo. La epopeya de las Torres Nakatomi regala algunas estampas eternamente celebradas gracias al carisma incuestionable del protagonista ─ese «yippee ki-yay, hijo de puta» es parte de la iconografía clave del género─, un villano antológico ─el Hans Gruber de Alan Rickman─, y el tino del cineasta a la hora de orquestar un cóctel de balas, emoción y humor que ha sido imitado en incontables ocasiones a lo largo de los años con fortuna dispar. 

“Aliens, el regreso” (James Cameron, 1986). Con esta aventura bélica espacial Cameron consiguió algo realmente solo al alcance de unos pocos: hacer olvidar al espectador que lo que estaba viendo era la secuela directa de una película perfecta, aquel “Alien, el octavo pasajero” dirigido por Ridley Scott en 1977. Sigourney Weaver se convirtió en un símbolo definitivo del Séptimo Arte encarnando por segunda vez a Ellen Ripley, embarcada en esta ocasión en una batalla imperecedera acompañada de un grupo de marines entre el que pululaban Michael Biehn, fetiche del cineasta, o Bill Paxton. Y Lance Henriksen, por supuesto. Toneladas de acción, sensores de movimiento, miedito claustrofóbico y primera estatuilla dorada para uno de los grandes de los FX, el inmortal Stan Winston. Maravilloso.

“RoboCop” (Paul Verhoeven, 1987). Cineasta capital de la hiperviolencia moderna, Paul Verhoeven debutó fuera de Holanda en 1986 con la brutal “Los señores del acero” para acto seguido entrar arrasando en Hollywood con esta joya del cyberpunk rayana en la perfección de principio a fin. Peter Weller era Alex Murphy, polizonte acribillado por Clarence Boddicker (glorioso Kurtwood Smith) y sus secuaces para volver de la muerte mitad hombre, mitad máquina… pero todo policía. Una propuesta salvaje, desoladora, nihilista y defensora de una libertad creativa difícil de recuperar. Seguida de dos secuelas muy inferiores ─la segunda, con todo, no está mal─, una serie de televisión y un remake con José Padilha a los mandos. A ver.

“Depredador” (John McTiernan, 1987). Un auténtico canto a la hipertrofia muscular y almacho man XXL. Un alienígena aficionado a la caza mayor (Kevin Peter Hall) se dejaba caer por la selva mexicana en busca de trofeos con la forma de un cuerpo paramilitar de elite liderado por Arnold Schwarzenegger. Tipos duros de la talla de Carl Weathers, Bill Duke, Sonny Landham o Jesse Ventura ─que ni siquiera tenía tiempo para sangrar─ iban cayendo de uno en uno en una propuesta entretenida a rabiar, violenta y que consiguió además incorporar una amenaza extraterrestre alejada de la imagen mil veces imitada del octavo pasajero presentado por Ridley Scott una década antes. Seguida de una entretenida secuela y pulverizada por culpa de Paul W.S. Anderson en la fratricida “Alien vs. Predator” (2004).

“Grupo salvaje” (Sam Peckinpah, 1969). No solamente es un western capital, una obra maestra del Cine y una de las cumbres de la filmografía de Peckinpah, también es un peliculón de acción como manda la ley… o sus márgenes. La pandilla formada por William Holden, Ernest Borgnine, Robert Ryan, Warren Oates y compañía sigue poniendo los pelos de punta a día de hoy, y la apuesta de la historia por mostrar el horror de la violencia exacerbada vía acumulación de violencia exacerbada se mantiene como una verdadera tesis esencial acerca del arte de la puesta en escena cinematográfica. Entre sus infinitos méritos, usar y abusar de la cámara lenta con una osadía como pocas veces se ha visto y permitido por parte del espectador común, el crítico sesudo y la humanidad en general.

“Terminator” (James Cameron, 1984). Antes de soltar a los marines en un infierno de xenormorfos, Cameron convirtió a Arnold Schwarzenegger en el cyborg que da título a este clásico, enviado desde el año 2029 para asesinar a una mujer (Linda Hamilton) antes de que ésta alojara en su vientre a quien estaba destinado a convertirse en el líder de la resistencia en la guerra contra las máquinas. Menos mal que Michael Biehn también venía del futuro para echar una mano a la humanidad… y dos a la propia Hamilton. Impactante en su momento y aún hoy, fue seguida por una secuela demoledora ─“Terminator 2: El juicio final” (Cameron, 1991)─, otra regulera ─Terminator 3: La rebelión de las máquinas” (Jonathan Mostow, 2003)─, y está encomplicado proceso de recarga tras la floja recepción del inicio de una nueva trilogía ─“Terminator salvation” (McG, 2009)─.

“Matrix” (Andy y Larry Wachowski, 1999-2003). La trilogía que cerró y abrió el tránsito entre milenios logró ser considerada en su momento ─y, hasta cierto punto, aún hoy─ como lo más de lo más por su discurso revolucionario ─la realidad es mentira, vivimos lobotomizados por las máquinas─, su estética cool/fashion/chic/moderna hasta decir basta y su abrazo de una violencia hiperestilizada y espectacular que provocó un verdadero aluvión de hijas bastardas posteriores empecinadas en que el bullet time no pasara de moda. Como toda moda, pasó de moda. Parecía que los carnales, que venían de dirigir la notable “Lazos ardientes” (1996), se iban a comer Hollywood. Pero tropezaron con la epiléptica “Speed Racer” (2008) y se quedaron a medio gas.

“Speed” (Jan De Bont, 1994). Clásico impepinable de la acción noventera, la odisea de Jack Traven (Keanu Reeves) por mantener una velocidad constante en el autobús 2525 mientras trataba de dar caza al vengativo Howard Payne (grande Dennis Hopper) queda como un ejemplo de puro brío cinematográfico, al tiempo que marca el punto álgido como realizador del director de fotografía Jan De Bont ─tres años más tarde se encargaría de la considerablemente casposa secuela─. Se llevó dos Oscar® técnicos ─subrayando de nuevo la importancia del montaje en este tipo de propuestas─, y consolidó a Sandra Bullock en el corazón del aficionado industrial un año después de la gloriosa Lenina Huxley de “Demolition Man” (Marco Bambrilla, 1993).

Jason Bourne (2002-2007). El personaje creado por Robert Ludlum fue interpretado en una miniserie en 1988 por Richard Chamberlain, pero ha sido Matt Damon quien lo ha encumbrado como la mayor referencia de acción del cine actual, especialmente a raíz de las dos entregas de la trilogía dirigidas por Paul Greengrass“El mito de Bourne”  (2004) y El ultimátum de Bourne” (2007). Una mayor crudeza y realismo de lo que es habitual en este tipo de figuras icónicas del thriller palomitero ha hecho que todos quieran parecerse al asesino amnésico, James Bond incluido, aunque ya se sabe que los fotocopiados van perdiendo color a medida que el abuso estético se va desgastando de puro descarado. La franquicia ha pretendido seguir viva malamente sin Damon ni Greengrass con “El legado de Bourne” (Tony Gilroy, 2012).

“Hard boiled” (John Woo, 1992). La mayor orgía balística del rey chino de las orgías balísticas. Chow Yun Fat, actor fetiche del cineasta durante su etapa asiática, era el inspector `Tequila´ Yuen, que a la caza del asesino de su compañero se embarcará en un thriller sin tregua que culminará en un tiroteo prolongado durante media hora de reloj en las instalaciones de un hospital infantil. Honor, plomo, sangre, drama, extras cayendo como moscas al paso del héroe y emociones desatadas en una película de culto que marcó el (primer) punto final de Woo en su país natal para saltar a la soleada California y llenarlo todo de casquillos, palomas cruzando la pantalla a cámara lenta y todos los aderezos que le han hecho grande en los corazones de los aficionados.

Harry, el sucio (1971-1988). La práctica totalidad del común de los mortales, independientemente de que sean o no aficionados al cine, ha oído hablar alguna vez de este personaje nacido en plena edad de oro del cine de justicieros, cuando la inseguridad ciudadana estaba a la orden del día en el país de la libertad. Clint Eastwood, que se hizo con el papel tras ser rechazado por Frank Sinatra, John Wayne, Paul Newman y Steve McQueen, se convirtió en un icono gracias al cínico y socarrón Harry Callahan, que a lo largo de cinco películas fue sucio, fuerte, ejecutor y aplicador de una ley fascistoide y callejera Magnum calibre 44 en mano. Desde que nació para el séptimo arte, alegrarle el día a alguien ya no tiene solamente un significado eminentemente positivo.

“Arma letal” (Richard Donner, 1987-1998). Por méritos propios, Roger Murtaugh (Danny Glover) y Martin Riggs (Mel Gibson) son dos iconos del tiroteo mainstream. Y eso que el primero era demasiado viejo para esto y el segundo estaba como una regadera. La sublimación de las buddy movies policiales se desarrolló a lo largo de una década en la que la extraordinaria química de la pareja central sostenía todo el peso de una saga que sigue siendo referente para generaciones enteras de cineastas y espectadores. Buen rollo general, diversión y un progresivo delirio ─que alcanzó su tope en la cuarta entrega, todo un festejo de auto homenajes con el par de maderos, además, recibiendo de lo lindo de un Jet Li recién llegado a Hollywood─ para uno de esos menús que nunca pasa de moda. 

“El último boy scout” (Tony Scott, 1991). Esta gamberrada de Tony Scott desprende el inevitable aroma de esos títulos que, por mucho que traten de imitarse hoy en día, no podrán recuperarlo. Una macarrada total, protagonizada por un detective de mala muerte (Bruce Willis, que gracias a John McClane podía lucir desaseado todo lo que quisiera y seguir volviéndolas locas) duro como el turrón de Alicante y en constante bombardeo de chascarrillos y amenazas inolvidables; y es que podías elegir arriba o abajo, pero si le volvías a tocar te mataba. Al guion, Shane Black, que de esto de entretener uniendo acción y humor sigue sabiendo lo suyo, y coprotagonizando un Damon Wayans que parecía que iba a llegar más lejos. Atención a la participación deHalle Berry, maullando premonitoriamente una década antes de la nefasta “Catwoman”(Pitof, 2004).

“Le llaman Bodhi” (Kathryn Bigelow, 1991). La machota Bigelow, directora de culto ─“Los viajeros de la noche” (1987), “Acero azul” (1989), “Días extraños” (1995), “El peso del agua” (2000), “En tierra hostil (The hurt locker)” (2008), “La noche más oscura (Zero dark thirty)” (2012)… madre mía─ a quien siempre seguiremos con sumo interés haga lo que haga, convirtió el pulso a ambos lados de la ley entre Keanu Reeves y Patrick Swayze en un bombardeo de adrenalina a gozar tanto ellos como ellas, tal era su equilibrio entre belleza viril y acción desenfrenada. Y si Reeves no hubiera tropezado con “Johnny Mnemonic” (Robert Longo, 1995), tendría junto a esta y “Speed” la Santísima Trinidad de las action movies de la década. Lástima. Paracaidismo extremo, robos de bancos, surf molón y amistades imposibles para un título imperecedero. 

“Crank” (Mark Neveldine y Brian Taylor, 2006-2009). Si alguien ha recogido el testigo de los grandes del cine de acción de los 70, 80 y 90, ese es Jason Statham. Y el personaje de Chev Chelios, concebido específicamente para él por la esquizoide pareja creativa formada por Neveldine & Taylor, es uno de los mayores símbolos de su carrera. Con el corazón siempre a punto de estallar, Chelios corre arriba y abajo para mantener su adrenalina a tope arrasando todo a su paso en una minisaga de culto que, por lo que a nosotros respecta, podría no tener fin. La pareja de realizadores siguió a tortazos con el mundo en la colosal e inflexible “Gamer” (2009), y acabó de volver tarumba aNicolas Cage en “Ghost Rider: Espíritu de venganza” (2011). Grandes. Queremos más. Ya.
 
“Misión: Imposible” (1996-2011). Una de las series televisivas más famosas de todos los tiempos saltó al formato largometraje en 1996 para convertir a su personaje principal, el Ethan Hunt interpretado por el siempre en forma Tom Cruise, en un nuevo ídolo de la acción mainstream. Una saga divertida e interesante que ha sabido mantener, respetar e incluso potenciar a lo largo de sus cuatro entregas la esencia básica del trabajo tras las cámaras del variopinto póker de directores que la han impulsado en taquilla, a saber Brian De PalmaJohn WooJ.J. Abrams y Brad Bird.Gadgets, piruetas, persecuciones y situaciones… pues, eso, imposibles, garantía segura de palomitas y un buen rato para disfrutar en explosivo surround y en una pantalla cuanto más grande, mejor.

“Mad Max” (George Miller, 1979-1986). Al pobre Max Rockatansky (Mel Gibson) un puñado de salvajes descerebrados le destrozaba la vida en una Australia pre-apocalíptica en el que la gasolina es el bien más preciado. Pues se van a enterar, porque él está a un placa de distancia de ser un tarado total. Un estruendoso caos de asfalto, psicopatía y ultraviolencia chusca que convirtió al actor en lo que es hoy, para bien y para mal. George Miller luego se dedicó a los cerdos y los pingüinos con suerte dispar, pero nos dejó para los anales del cafrismo cinematográfico una trilogía mastodóntica ─sobre todo la primera secuela─ repleta de secuencias y personajes legendarios como Goose (Steve Bisley), Humungus (Kjell Nilsson) o el niño salvaje que interpretara Emil Minty. Bueno, y si os gusta Tina Turner, pues también, pero vamos…

“The Warriors” (Walter Hill, 1979). Maravilloso clásico que adaptó la novela de Sol Yurick, a su vez inspirada en la epopeya de Jenofonte, con tino absoluto. En una Nueva York distópica, más urbana que nunca y repleta de peligros, la pandilla del título pasaba las de Caín para regresar a Coney Island después de una reunión que pondría los pelos de punta a los responsables de la seguridad de cualquier ciudad moderna, más aún con la que está cayendo. Las bandas Turnbulls AC´s, Baseball Furies o Rogues son verdaderos iconos populares gracias a una película de culto eternamente pendiente de un remake que parece que nunca verá la luz. La verdad, ni falta que hace. Bastante tenemos con el videojuego que los maestros de Rockstar Games lanzaron en 2005. Can you dig it?

“The French Connection” (1971-1975). Clasicazo total y absoluto donde los haya, William Friedkin dirigió la adaptación de la novela de Robin Moore para instaurar un tótem del thriller policial: Jimmy `Popeye´ Doyle, interpretado por un glorioso Gene Hackman que se hizo con el Oscar® al Mejor Actor por su trabajo ─la película ganó otros cuatro─. Más allá de sus bondades, se incrusta en este listado porque cambió para siempre las persecuciones automovilísticas y su manera de presentarlas en pantalla ─si lo vuestro son los frenazos, los acelerones y el olor a goma quemada,pinchad aquí─. Y porque el malo es Fernando Rey, un innovador en esto de buscarse las castañas en otras industrias. Cuatro años después de dejar al espectador con la boca abierta, John Frankenheimer se encargó de una secuela tan inevitable como regular.

“El último hombre” (Walter Hill, 1996). Solo a un animal del género como Walter Hill se le ocurriría hacer un segundo remake de “Yojimbo” (Akira Kurosawa, 1961) tras “Por un puñado de dólares” (Sergio Leone, 1964), ambientándolo además en un Limbo polvoriento durante la época de la ley seca tejana. Bruce Willis era John Smith, la dureza personificada que llegaba al pueblecito de Jericho en plena guerra entre las bandas de David Patrick Kelly y Ned Eisenberg. Christopher Walken también andaba por la zona para meternos el miedo en el cuerpo. No gustó demasiado por su tono, abiertamente deprimente y opresivo, pero a quien esto firma le parece un ejercicio de gallardía regalado por uno de los mejores cultivadores de la acción cinematográfica moderna. Así que aquí está. 

“La roca” (Michael Bay, 1996). Cuando Bay todavía tenía un cierto control sobre sí mismo y sus tendencias de abordaje visual de la retina del respetable filmó una divertidísima película que, pese a su aún llevadera contención, ya contaba con casi todos los elementos consustanciales a su trabajo. Cámaras lentas, soldados y fuerzas de la ley a granel, amplios planos circulares y un sentido del patriotismo tan descaradamente honesto como descacharrante para el ojo ajeno a la flema con que se adora la bandera de las barras y las estrellas. Ed Harris lo pasaba bien haciendo el mal aunque tenía una razón capital, Nicolas Cage lo pasaba genial porque podía abandonarse al histrionismo que tanto le gusta, y Sean Connery lucía melenas molonas en la piel del único preso fugado de Alcatraz. Pim, pam, pum.

“Tropa de élite” (José Padilha, 2007). Sorprendente carta de presentación del brasileño José Padilha, que a partir de la epopeya moralmente carnicera del capitán Roberto Nascimento (fantástico Wagner Moura), líder del cuerpo de fuerzas especiales BOPE, mostró al mundo la podredumbre, la corrupción institucional y la animalización en que viven muchos a ambos lados de la ley en Rio de Janeiro, mucho más que sambas, tangas y juerga playera. Entre su aluvión de reconocimientos, se hizo con el Oso de Oro a la Mejor Película en Berlín. La acción descarnada siguió tres años después con “Tropa de élite 2. O inimigo agora é outro”, inédita por aquí, no vaya a ser. Para muchos es mejor que su precedente, y es cierto que sus contenidos son más consistentes e hirientes. Pero a nosotros nos gustan igual.

“El fuego de la venganza” (Tony Scott, 2004). La segunda colaboración entre Denzel Washington y uno de los mayores cultivadores de la adrenalina cinematográfica, el llorado Tony Scott, fue esta adaptación de la novela de A.J. Quinnell en el que Washington dejaba entrar en su corazón, duro como una piedra de tanto sufrir sirviendo durante años al gobierno americano, a la pequeña y totalmente adorable Dakota Fanning. Imagen quemadísima, presentación hiperbólica, reparto descomunal ─junto a la pareja central, Radha MitchellMickey Rourke, Christopher Walken, Rachel Ticotin, Giancarlo Gianini, Gustavo Sánchez Parra, incluso Marc Anthony─ para un título contra toda ley que garantiza entretenimiento chusco y estilizado a la vez.

“El profesional” (Luc Besson, 1994). Al galo Luc Besson hay que reconocerle su capacidad, inédita en el Viejo Continente, para configurar algo parecido a una pequeña maquinaria industrial que en su funcionamiento asemeja de lejos a las majors yanquis. Pero antes de que fundara Europa Corp. dirigió este título en el que Jean Reno dejaba entrar en su helado corazón el calor de la pequeña Natalie Portman, que debutaba como actriz aprendiendo a disparar a cambio de impartir clases de lectura a su parco compañero de aventuras. Violenta y divertida, con Gary Oldman pasado de rosca como un agente corrupto de la agencia antidroga. Y Danny Aiello, por si todo esto fuera poco. Para ver en espontánea sesión doble con “Nikita, dura de matar” (1990);  maldita sea, añoramos al Besson cineasta. Al bueno.  

“Desperado” (Robert Rodriguez, 1995). La industria alucinó cuando Robert Rodriguez rodó “El mariachi” (1992) con tan sólo siete mil dólares, lo que se decía era el sueldo por minuto de Tom Cruise por entonces. Hoy sigue demostrando que las limitaciones económicas no son problema para este verdadero artesano del medio, un tejano rebelde que regaló a Antonio Banderas uno de los papeles más delirantes y memorables de su carrera: Él, espíritu de venganza de los polvorientos poblados mexicanos que recorre los páramos con su funda de guitarra repleta de armas. Muy, muy divertida, explosiva y comiquera, un festival de sangre, sudor y balas seguido de la extraordinaria y épicamente psicotrónica “El mexicano” (2003), en la que cupo hasta Enrique Iglesias. Ver y no creer, y volver a ver. Y volver a no creer. 

“Cara a cara” (John Woo, 1997). La tercera película de la etapa americana de Woo ─tras “Blanco humano” (1993) y “Broken Arrow” (1996) ─ presentó una trama habitual en su cine, con dos archienemigos que, literalmente en esta ocasión, eran las dos caras de la misma moneda. O la misma cara de dos monedas. Por una parte, Sean Archer (John Travolta), policía abnegado; por otra, Castor Troy (Nicolas Cage), terrorista locuelo. En medio, una tecnología revolucionaria… y una oda a la viceversa como pocas veces se ha visto en el género de acción moderno. Una ida de olla divertidísima, que marcó la cúspide creativa del director en territorio USA y que le ganó los méritos suficientes como para hacerse con los mandos de la segunda aventura de Ethan Hunt y sus compañeros del IMF. De visión obligada. 

“Amor a quemarropa” (Tony Scott, 1993). Sentimientos a flor de piel en la relación delfriki Clarence (Christian Slater) y la candorosa e ingenua Alabama (Patricia Arquette) en una propuesta firmada por Quentin Tarantino con la colaboración desacreditada de su ex-colega Roger Avary. La pareja protagonizaba una huida hacia delante en una de esas propuestas que se sabe desde el principio que van a acabar mal, muy mal. Pero el espectador lo pasa bien, muy bien, más aún si cuenta con un elenco de los que quitan el hipo: Dennis Hopper, Gary Oldman, Christopher Walken, Bronson Pinchot, James Gandolfini, Tom Sizemore, Ed Lauter, Victor Argo, Michael Rapaport, Chris Penn, Val Kilmer intuido y un Brad Pitt que ya empezaba a despertar suspiros a nivel masivo entre las féminas de medio mundo…

“Shoot’em up” (Michael Davis, 2007). El peculiar Michael Davis abandonó toda lógica y aspiraciones profundas con gran acierto en esta desparramada parodia de acción excesiva que toma su título de uno de los más populares subgéneros videojueguiles.Clive Owen y Paul Giamatti ─que coincidirían posteriormente en “Duplicity” (Tony Gilroy, 2009)─ eran los reversos de una descerebrada moneda en enfrentamiento constante con todas las armas que pillaran a mano; de hecho, Owen iba tan pasado de rosca que era capaz incluso de apretar el gatillo con una zanahoria. El punto (muy) caliente lo aportaba Monica Bellucci en esta gozada palomitera que tiraba por la tangente a la hora de criticar los excesivos amores por la industria armamentística en ese que dicen es el país más desarrollado del mundo.

“Fast & furious 5” (Justin Lin, 2011). La saga “A todo gas” arrancó en 2001 de la mano de Rob Cohen como un festival de coches tuneados, chicas guapas, carreras ilegales y poses chulas en general. Pero a medida que la aceptación popular de la serie fue creciendo y el personaje de Dominic Toretto (Vin Diesel) se perfilaba como un pequeño icono moderno del cine de centro comercial, sus aspiraciones industriales fueron aumentando. Y en la quinta entrega se decidió incluir definitivamente otro armario empotrado, Dwayne Johnson, para dinamitar el serial a base de acción desenfrenada culminada en un enfrentamiento de espaldas plateadas que se cuenta entre lo más demoledor que se ha visto últimamente en pantalla grande. Hasta se estrenó en formato Imax, algo inaudito.

“Con Air” (Simon West, 1997). No es gran cosa, es cierto, pero es difícil ver en una producción de estas características a tanto talento junto. Firmada por Scott Rosenberg a renglón seguido de “Beautiful girls” (Ted Demme, 1996), reunió en registros entre lo descacharrante, lo imposible y lo impresentable a John Cusack, Nicolas Cage, John Malkovich, Ving Rhames, Steve Buscemi, Colm Meaney, Danny Trejo, M.C. Gainey, Mykelti Williamson, Dave Chappelle o Jesse Borrego, entre otros, en un festejo de la testosterona, la psicopatía irreductible y la heroicidad sudada y cochambrera como pocas veces se ha visto. Producía Jerry Bruckheimer ─por supuesto─, y cuenta entre sus méritos bipolares el haber sido nominada al Oscar® y al Razzie por su canción principal, “How do I live?”. No se llevó ninguno.
 
“Venganza” (Pierre Morel, 2008). Solamente por la amenazante conversación telefónica entre Liam Neeson ─que desde hace unos años se ha convertido en una especie de antihéroe de acción crepuscular─ y uno de los secuestradores de su hija (Maggie Grace), ya vale la pena engullir esta propuesta dinamitera firmada por Luc Besson y Robert Mark Kamen en la que el protagonista revienta la Ciudad de la Luz arrasándolo todo a su paso. Su notable calidad técnica y la capacidad del equipo para pasar por alto lo ridículo de su argumento y desarrollo son sus virtudes principales, sepultadas en una secuela horrorosamente agotada, desaliñada y aburrida,“Venganza: Conexión Estambul” (Olivier Megaton, 2012). La cosa es que también  funcionó bien en taquilla. Bueno.

“Superdetective en Hollywood” (1984-1994). Eddie Murphy tiene el papel más reconocible de su carrera en Axel Foley, policía de Detroit que con su carisma y desparpajo recorre como elefante en cacharrería las calles de Beverly Hills para aplicar su justicia y hacer resonar sus inconfundibles carcajadas. El desarrollo del personaje, sostenido gracias al fabuloso trabajo del actor, le convirtió en un icono del cine de acción y humor de los años 80, con dos entregas dirigidas por Martin Brest y Tony Scott, y una tercera bastante más floja pero turulata y delirante a cargo del siempre multirreferencial John Landis. Entre los muchos aportes de la saga a la memoria colectiva, la inolvidable banda sonora de Harold Faltermeyer.

Snake Plissken (1981-1996). Es el antihéroe definitivo, protagonista de un clásico total y absoluto del cine de aventuras ─”1997: Rescate en Nueva York”─ y una secuela delirante a más no poder ─“2013: Rescate de L.A.”─. Kurt Russell acopla perfectamente su físico y tono a un personaje superviviente en un futuro distópico, una sociedad bárbara en la que dos misiones puñeteras ─salvar a Donald Pleasence en la primera, a A.J. Langer en la segunda─ nos llevarán con él a recorrer un deleite de acción, chulería y palomitas de plomo como sólo el maestro John Carpenter era capaz de orquestar. Críticas, rudas, libres, sencillas y geniales, un dueto pulp que mantiene su frescura con el paso del tiempo; y al final, un pitillo de American Spirit que disfrutar en la oscuridad. La oscuridad total. Buscaos otro presidente.

Paul Kersey (1974-1994). A partir de la novela de Brian Garfield nacía un personaje cinematográfico que, encarnado por el inmortal Charles Bronson, se ha convertido con el paso del tiempo en un icono imperecedero del cine de justicieros urbanos. Los familiares y amigos que rodeaban al pobre arquitecto protagonista eran violados-asaltados-asesinados-drogados una y otra vez, así que a lo largo de cinco entregas el Hombre recorrió las calles armado con palos, bates, pistolas, ametralladoras o calcetines llenos de monedas presto a luchar contra la escoria urbana y aplicar su ley al margen de la ley a las órdenes de Michael Winner ─“El justiciero de la ciudad”  (1974);“Yo soy la justicia” (1982); “El justiciero de la noche” (1983)─, J. Lee Thompson ─“Yo soy la justicia II” (1987)─ y Allan A. Goldstein ─“Death Wish V: The face of death” (1994)─. Inmenso.

“Soldado universal” (Roland Emmerich, 1992). Alguna de Emmerich teníamos que incluir, aunque sea simplemente por lo empecinado que está el director germano en destruir el mundo completamente o por regiones. Y más acción que esa, no hay, las cosas como son. Así que elegimos esta aventura de ciencia ficción que enfrentó a Jean-Claude Van Damme y Dolph Lundgren como dos súper mendrugos concebidos para exterminar al enemigo sin detenerse a pensar por qué. El problema es que el primero se paró a pensar. La película entretiene por encima de sus limitaciones artísticas, y funcionó tan bien en taquilla que se prolongó a lo largo de un puñado de secuelas ─tres, todas ellas con Van Damme como Luc Deveraux─ y un par de telefilms.

“Ricochet” (Russell Mulcahy, 1991). Una película que pudo ser un puntal de referencia para el cine de acción del milenio que aún estaba a una década de distancia pero que, a pesar de no estar mal del todo, no funciona tanto como debería. Probablemente se deba a la flojera tras las cámaras del irregular Russell Mulcahy, porque el libreto de nuestro querido Fred Dekker y el saltimbanqui Menno Meyjes ─no le juzguéis solamente por “Manolete” (2008), por favor─ daba para mucho más. Denzel Washington vivía una tormentosa montaña rusa asaetado por un puñeterísimo y descacharrante John Lithgow ─que enlazó el personaje de Earl Blake con los de Caín (“En nombre de Caín”, Brian De Palma, 1992) y Eric Quale (“Maximo riesgo”, Renny Harlin, 1993), casi nada─, en una orgía de lisergia, alucinaciones y persecuciones a granel. Nos vale.

“Killing Zoe” (Roger Avary, 1993). Jean Hugues-Anglade lo tenía claro. Sólo había que entrar en la sucursal del BNP, coger lo que quisieran, y largarse. Pero claro, si al guion y debutando tras las cámaras estaba Roger Avary, que por aquel entonces aún era uña y carne con Quentin Tarantino, la cosa no iba a ser tan sencilla: el atraco resulta una tarde de perros psicótica, lisérgica y ultraviolenta, con Eric Stoltz intentando poner un poco de paz y Julie Delpy, la Zoe del título, atrapada en el fuego cruzado. Una película interesante, adorada por muchos y visceralmente odiada por otros tantos. Nosotros nos quedamos en un término medio, aunque más cerca del primer grupo que del segundo. Y no son ganas de polemizar, ojo. Es que nos gusta hacer el cafre.

Y además… Bond, James Bond (1962-2012). El asesino al servicio de su Majestad Británica nació de la pluma de Ian Fleming en 1953, y desde que saltara a la gran pantalla en 1962 con “Agente 007 contra el Dr. No”, dirigida por Terence Young, se ha convertido en el más contundente ejemplo de regularidad cinematográfica del cine moderno: veintitrés películas en cincuenta años, algunas mejores, algunas peores, todas ellas beneficiadas por el aura de leyenda elegante e incuestionable que rodea al personaje. Sean Connery, Roger Moore, George Lazenby, Pierce Brosnan y Daniel Craig se han enfundado el esmoquin, se han puesto ciegos de Martinis agitados, que no revueltos, y se han pasado por la piedra a las mujeres más bellas de cada época correspondiente. Lo más granado de su filmografía, en este repaso de lsa mejores películas de James Bond.

Blaxploitation. Los años 70 marcaron una época dorada para el público negro. Sus posibilidades como audiencia potencial eran tan amplias que se realizaron montones de películas dedicadas a ellos, dirigidas, producidas y protagonizadas por gente de color. Hoy el ingente catálogo blax está infestado de títulos de culto y actores y actrices de leyenda: Richard Roundtree ─“Shaft”─, Pam Grier ─“Coffy”, “Foxy Brown”─, Jim Brown ─“Slaughter”, “Los demoledores”─, Fred Williamson ─“El padrino de Harlem”─,Isaac Hayes ─“Truck Turner”─, Jim Kelly ─“Cinturón negro”, “Black samurai”─, Tamara Dobson ─“Cleopatra Jones”─… y estos son tan sólo la punta del iceberg de un maravilloso ramal del cine de acción ─también hay terrorcomedia y propuestas subidas de tono─ lleno de persecuciones, funky, tiros y porrazos. Investigad.

“Transformers” (Michael Bay2007-2011). Los juguetes de Hasbro se convirtieron en los juguetes de Michael Bay en una trilogía insostenible artísticamente pero irresistible de cara a la taquilla. Y es que las aventuras de Sam Witwicky (Shia LaBeouf, el protegido de Steven Spielberg), sus amigos los Autobots y sus enemigos los Decepticons amasaron casi tres mil millones de dólares en el box office internacional a lo largo de tres entregas epilépticas, impecables en el terreno de los efectos visuales pero difíciles de engullir para un cerebro poco acostumbrado a la hipérbole tecnológica. Y es que todo en cada una de ellas es un clímax constante en el que nada tiene mucho sentido, ni falta que hace. Qué despliegue de fuerzas especiales, qué aluvión de cacharrería, qué chicas más guapas. Qué mareo.

Un poco más de Clint Eastwood. Dos perlitas setenteras: “Licencia para matar”  (1975). Una película rara, con Eastwood en la piel de Jonathan Hemlock, profesor de Historia, coleccionista de arte, escalador… y asesino a sueldo. Interesante por su sequedad, por el dibujo que el protagonista hace del personaje ─por encima de la ambigüedad habitual de este tipo de roles─ y por su estupenda y atípica puesta en escena. “Ruta suicida” (1977). Delicioso relato pulp, exagerado y violento ─los tiroteos de la casa y, especialmente, de la secuencia final, siguen pareciendo tremendos─, con Eastwood y la imperecedera Sondra Locke tratando de recorrer la distancia entre Las Vegas y Phoenix sobreviviendo a una corrupción policial retratada de un modo tan crudo como divertido y certero. Una dupla de títulos desopilantes e imprescindibles.

Un poco más de Schwarzenegger“Commando” (Mark L. Lester, 1985). Una panda de inconscientes secuestraba a la hija del futuro Gobernador de California cuando estaba más en forma que nunca. Menuda idea. Un tebeo violento, lleno de acción y extras volatilizados en plena era dorada del chascarrillo post-asesinato ─«suelta un poco de vapor, Bennett». Glorioso─. “Perseguido” (Paul Michael Glaser, 1987). El mismísimo Starsky original dirigió esta adaptación de la novela de Stephen King ─firmada con su seudónimo habitual, Richard Bachman─ en la que Arnie era acusado de un crimen injustamente ─un clásico─ y debía participar en un programa de televisión mortal que satisfacía las ansias de sangre de las masas de un futuro crudo, crudo. Muy divertida.

Atletas. La formidable forma física de los deportistas de elite se acopla perfectamente a un género en el que las virtudes interpretativas muchas veces son elemento secundario ─sin ofender─. Jason Statham, Burt Reynolds, Jim Brown, Arnold Schwarzenegger o Dwayne Johnson han triunfado; pero no han llegado a tanto John Cena (“12 trampas”, Renny Harlin, 2009), Gina Carano (“Indomable”Steven Soderbergh, 2011), Vinnie Jones (“La isla de los condenados”, Scott Wiper, 2007), Steve Austin (“Los mercenarios”Sylvester Stallone, 2010), Shaquille O´Neal (“Steel”, Kenneth Johnson, 1997), Brian Bosworth (“Frío como el acero”, Dwight H. Little, 1991), Dennis Rodman(“Double team”, Tsui Hark, 1997), John Matuszak (“One man force”, Dale Trevillion, 1989) y un etcétera constantemente creciente.

Otros machos. Hay muchos más nombres propios que no aparecen en este listado por motivos de lógica espacial. Sylvester Stallone Chuck Norris ya tuvieron, tanto uno como otro, un repaso a su filmografía. Pero no queremos despedirnos sin recordar aDanny Trejo (“Machete”, Robert Rodriguez, 2010), Wesley Snipes (“Demolition man”, Marco Bambrilla, 1993), Steven Seagal (“Señalado por la muerte”, Dwight H. Little, 1990), Robert Ginty (“El exterminador”, James Glikenhaus, 1980), Carl Weathers(“Acción Jackson”, Craig R. Baxley, 1988), Steve James & Michael Dudikoff (“El guerrero americano”, Sam Firstenberg, 1985), Jeff Speakman (“Arma perfecta”, Mark DiSalle, 1991), Fred Ward (“Remo”, Guy Hamilton, 1985), Charlie Sheen (“Navy Seals”, Lewis Teague, 1990), Ice-T & Ice Cube (“El tiempo de los intrusos”, Walter Hill, 1992),Mario Van Peebles (“New Jack City”, él mismo, 1991)… y así podríamos seguir hasta el fin de los tiempos. Luces, cámara… ¡acción! ¡acción! ¡acción!

No hay comentarios:

Publicar un comentario