La encontré por la calle, había salido a dar un
paseo como hacía todos los sábados por la noche cuando no salgo. Me sonrió y me
puse nervioso. El hábito no hace al monje y supe desde el primer momento que la
quería. Sería por no haber tomado nada de alcohol, la vida es corta, lo cierto
es que la amaba. Mi novia esperaba en casa, una casa alquilada, una mujer muy
guapa, pero sin ganas. Ella se había entregado a Dios, tenía un rival de
altura, iba a quemar las iglesias, tenía que encontrarla.
Desde aquella voy todos los domingos a misa y
empieza a gustarme la religión: hay muchas como ella, todas me sonríen; serán
imaginaciones mías pero creo que tengo posibilidades, si es que no me despierto
para verla en mi cama.
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